Los recolectores de hongos de los Urales meridionales aseguran ver a menudo a los yetis en los bosques. Dicen que estos Abominables Hombres de Nieve doblan robustos árboles como si fueran ramitas. Se cree que los yetis poseen habilidades hipnóticas y pueden implantar en las personas un sentimiento de pánico y miedo incontrolables, obligándolas a abandonar inmediatamente su territorio.
Durante mucho tiempo, los habitantes de la pequeña y lejana aldea siberiana de Chernakovka vivieron con miedo de abandonar sus casas. Un gigante de pelo plateado aparecía en diferentes partes de la aldea durante el crepúsculo, asustando tanto a la gente como al ganado. Afortunadamente, nadie salió herido.
En los bosques de la región siberiana de Kémerovo aparecen a menudo misteriosos animales salvajes desconocidos. Es una opinión muy extendida que los yetis dejan sus cuevas en busca de comida. Durante años, aquellos lugareños que creían que los Abominables Hombres de Nieve eran criaturas sagradas, los alimentaban dejando comida en las cuevas. Pero los más ancianos fallecieron y esta tradición murió con ellos. El hambre, teóricamente, obliga a los yetis a acercarse a las viviendas de la gente.
Si los habitantes de la región de Kémerovo dejaban comida a los yetis para apaciguarlos, los janti del norte, en los Urales polares, prefieren mantenerse alejados de estas misteriosas criaturas. No sólo evitan los lugares de hábitat de la “gente del bosque” como ellos llaman a los yetis, sino que tratan de no mencionarlos. Un encuentro con un yeti en algún lugar solitario de los Urales no traerá nada bueno, creen los janti.
En la aldea de Suvodi, se han descubierto muchas huellas que no pertenecen a seres humanos ni a animales. En 2003, el cazador local Borís Libérov incluso se dio de bruces con una madre yeti que viajaba con su hijo.
Los yetis han sido vistos no sólo en bosques lejanos e inaccesibles de Siberia, sino también cerca de las principales ciudades de Rusia. Por ejemplo, la profesora Valentina Titova de un pueblo de la región de Moscú estaba trabajando en su jardín cuando vio a un enorme abominable hombre de las nieves moviéndose cerca del granero con las manos en alto. Aterrorizada, Valentina corrió a su casa lo más rápido posible.
En 1989, una guarnición militar soviética de la República de Carelia fue visitada muchas veces por un yeti. Los soldados contaron que a menudo veían una figura blanca gigante de casi 3 metros de altura y escuchaban gritos estridentes y extraños que provenía del bosque nocturno. Los que lograron ver al Pie Grande se quejaron de sufrir luego fuertes dolores de cabeza y fiebre.
El valle de Uchkulán en el norte del Cáucaso alberga muchas historias sobre los yetis y su interacción con la población local. Según una leyenda, una joven fue secuestrada por un yeti mientras caminaba por el bosque. Cuando su prometido finalmente la encontró, hechizada por la criatura, se negó a volver. El joven, enojado, los mató a los dos. .El yeti y su futura esposa fueron enterrados en el bosque. Cuando su tumba fue abierta tiempo más tarde, se encontró en ella el esqueleto de una mujer acostada junto al enorme esqueleto de un verdadero gigante.
En 2003, el cazador Alexánder Semiónov encontró un cuerpo extraño congelado en un glaciar en las montañas de Altái. Una pierna sobresalía del glaciar, similar a la de un humano, pero completamente cubierta de lana y con largas garras. La pierna fue enviada a Moscú para que se le realizasen análisis genéticos, pero se perdió y el misterio quedó sin resolver.
Soldados en una base militar de la región de Tambov fueron testigos de un accidente en el que una mujer atropelló a un yeti gigante con su coche en una carretera cerca de su base. El ileso yeti corrió hacia el bosque, pero la mujer murió en el siniestro.
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