Andréi, de 30 años, está arrodillado en la nieve y esculpe un cadáver de reno con un cuchillo tradicional. Las manos desnudas se entregan al viento helado. Hace -31ºC, son casi las 3 de la tarde y el día polar se está desvaneciendo.
"La vida como pastor de renos solo es difícil en los primeros 50 años", bromea. Andréi es uno de las pocas docenas de hombres que mantienen el ancestral arte del pastoreo de renos en la península de Kola, en la región del Ártico del Noroeste de Rusia.
Andréi vive en Lovózero, un pueblo encantador de 3.000 habitantes que está aislado en medio de la tundra, se encuentra a 165 km de Múrmansk, la capital de la región. El joven se identifica como un sami, el grupo indígena más antiguo de la península. En Lovózero, los samis viven en armonía con otros grupos étnicos, incluidos los komi, los nénets, los rusos y los ucranianos. Comparten el reno como un símbolo de supervivencia y prosperan en el Extremo Norte.
Aproximadamente 20.000 renos pastan en el área de Lovózero, bajo la supervisión de la cooperativa “Tundra”, donde trabaja Andréi. Esta comunidad local única, anidada en un entorno desafiante, lucha por navegar entre la tradición y la modernidad. Tiene mucho que enseñarle al mundo sobre las formas alternativas de sabiduría, adaptación y sostenibilidad.
Un reno en el prado de Polmos, una base de pastoreo de renos en el área de Lovózero.
Pável PoborúievLos humanos han sobrevivido durante miles de años en la península de Kola siguiendo la migración anual de renos a lo largo de cientos de kilómetros, hasta la costa del mar de Barents y de vuelta al interior de la península. Hoy, los pastores de Lovózero se han instalado y viven en el pueblo, sin embargo, pasan semanas, a veces meses, en la tundra para observar las manadas.
Andréi cierra la barrera después de que los renos hayan sido llevados desde la tundra al prado. A veces pasa semanas o meses solo en la tundra, ocupándose de la manada y reparando las instalaciones de madera.
Pável PoborúievPara sobrevivir en el Ártico es necesario conocer el entorno y tu lugar en él. En pleno invierno, el sol nunca sale y la luz del día dura aproximadamente cuatro horas. En días claros colorea el paisaje blanco con mágicos tonos rosáceos, azules y verdes. Las temperaturas pueden bajar hasta -40ºC en la península de Kola, y el tiempo cambia cada hora.
Un día normal de trabajo. Los hombres pastorean más de mil renos desde la tundra hasta el prado.
Pável PoborúievMaksim, de 31 años, recuerda que el invierno pasado sus dos amigos y él quedaron atrapados en una tormenta de nieve en medio de la nada. "Todos somos pastores experimentados", dice, "pero esta vez pensamos que íbamos a morir. Esos momentos te enseñan humildad".
Como muchos de los pastores, nació prácticamente en la tundra y su abuelo le enseñó cómo prosperar en ella. Puede decir exactamente cuándo se disipará la niebla, cómo hacer fuego en la nieve, dónde encontrar peces, bayas y setas, y cómo atrapar, matar y pelar un reno solo con un cuchillo pequeño. Conoce cada riachuelo, cada cuesta y lugares donde hay vegetación en el área de dos millones de hectáreas donde creció y donde trabaja. Dice que la tundra es su "mejor antidepresivo".
Vista desde la cima de una montaña a mediodía. El sol no se levantará hasta dentro de unas semanas.
Morgane Fert-MalkaEl pueblo de Lovózero tiene una atmósfera particular, se diferencia de otros asentamientos rusos remotos. Hay un fuerte sentido de comunidad, cohesión social e historia compartida. Las personas aprecian la memoria de sus ancestros que crían renos y se enorgullecen de enseñar a sus hijos cómo conectarse con la naturaleza circundante.
Un día polar en Lovózero.
Pável PoborúievNo hay comidas gratuitas en la tundra. Cuando comes un trozo de carne de reno, sabes cuánto trabajo implica. Puedes saborear las bayas y la hierba que el ciervo rozó durante el verano cerca de la orilla del mar. Los pastores de renos comen la carne de los animales que matan ellos mismos.
"Este es el macho blanco del 27 de diciembre en Polmos", indica Maksim mientras cocina para sus invitados y recuerda con placer lo gordo que estaba el becerro. Las partes más deliciosas son la lengua, el corazón, el hígado y la médula. Las entrañas se les dan a los perros y las pieles se convierten en ropa.
La médula ósea congelada es una delicatessen preciada en la tundra.
Pável PoborúievLos pastores de renos viven en un mundo cíclico. No se alimentan del ecosistema local, sino que son parte de él. Cada momento, cada gesto está conectado con el cielo limpio, la tundra y el ciclo de vida del reno. Cada pieza de arte celebra este conjunto holístico en el que los humanos y los renos se apoyan entre sí de una manera desafiante pero generosa.
En la base de Polmos. Alexander toma un descanso y comparte la médula ósea e hígado congelado con los visitantes.
Pável PoborúievEn la tundra uno nunca queda solo para morir del hambre o para congelarse. Cuando un reno es sacrificado, a cualquiera de los presentes se le ofrece un tenedor para comer en la sartén común. Los pastores de la cooperativa vecina son bienvenidos en las bases de “Tundra”. "La escarcha es nuestro enemigo común", explica Maksim. "No hay espacio aquí para pequeños conflictos o competencia".
Y cuando se duermen después de un duro día de trabajo en el frío y la oscuridad, los pastores de la península de Kola cierran los ojos ante un inmenso cielo nocturno en el que brilla una misteriosa aurora, como un recordatorio de que este es realmente el mejor lugar de el mundo.
La aurora boreal sobre la tundra.
Pável PoborúievLovózero está preparando su próxima generación. En la última década, los sami y komi locales han estado reinventando su identidad indígena, que comenzó a menguar en la década de 1960, para transmitir su orgullosa herencia a sus hijos.
En el Centro de Cultura Nacional, los niños asisten a actividades después de la escuela. La bandera de los sami cuelga en el fondo.
Pável PoborúievTodos están contribuyendo con entusiasmo. Svetlana, de 50 años, cría huskies en su granja. Por la noche, ofrece cursos gratuitos para adolescentes locales.
"Les enseñamos el placer y la responsabilidad de trabajar con perros y animales de granja", explica Svetlana. "Si eso puede evitar que solo uno de ellos se vaya, sabré que no fue en vano".
Svetlana tiene sus perros esquimales, su orgullo y el símbolo de su contribución a la comunidad.
Pável PoborúievLa comunidad se ha adaptado a pesar de muchos cambios estructurales en el siglo pasado. "Tundra" ahora está buscando formas de modernizar y ofrecer a los pastores mejores condiciones de trabajo. Navegar por los mercados globales es difícil, y como en cualquier otro lugar de Rusia, la crisis económica pesa sobre Lovózero. Si los salarios siguen bajando, los pastores de renos eventualmente serán expulsados de la tundra.
En cuanto a la cooperativa “Tundra”, Andréi es optimista. Está presionando para obtener licencias de exportación que permitan a la cooperativa vender productos de reno en Europa y recolectar una parte más justa de los ingresos. Se imagina un futuro donde la carne de reno se diferenciará por área, productor y cosecha, al igual que el vino francés.
"El pastoreo de renos aún tiene tiempos gloriosos por delante", dice con una sonrisa. "Solo tenemos que contar nuestra historia".
Si quieres saber cómo es la vida de otros pueblos originarios del norte de Rusia, lee nuestro texto.
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