Años antes que los estadounidenses lanzasen el proyecto que se acabaría plasmando en el Bell V-22 Osprey, la URSS lanzó un proyecto de avión similar. Los diseñadores de aviones soviéticos siguieron de cerca los experimentos de sus colegas estadounidenses. Tras los exitosos vuelos de los convertiplanos experimentales de la compañía Bell, los soviéticos se decidieron a construir su propio convertiplano.
Como en el caso de Bell, el desarrollo corrió a cargo de personas que ya tenían experiencia en la construcción de helicópteros. Más concretamente, empleados de la Fábrica de Helicópteros Mil de Moscú.
En 1972, un equipo de ingenieros dirigido por el diseñador general de la planta, Marat Nikolaevich Tíshchenko, se puso a trabajar en el transporte de pasajeros Mi-30. Así fue como la planta tuvo la idea de llamar al convertiplano, que antes se llamaba helicóptero-avión según la terminología aceptada en la URSS en aquella época.
La tarea principal de los diseñadores era la creación de un avión capaz de competir en igualdad de condiciones con el helicóptero Mi-8 e incluso sustituirlo. El objetivo principal del Mi-30 es el transporte de carga y pasajeros. A bordo podían viajar hasta 19 pasajeros o 2 toneladas de carga.
Mi decidió mantener la continuidad con los helicópteros. En el Mi-30, a diferencia del Bell V-22, los motores debían estar situados por encima del compartimento de carga y pasajeros e impulsar las hélices en rotación con la ayuda de la transmisión. La velocidad de vuelo prevista era de 500-600 km/h con una autonomía de 800 km.
El Mi-30 tenía un cliente ideal: el ejército y según escriben en Dzen.ru se incluyó en el programa de desarrollo de armamento para 1986-1995. Pero las dificultades económicas y el posterior colapso de la URSS hicieron que el Mi-30 siguiera siendo un proyecto bien desarrollado en teoría y cálculos, pero no realizado en metal. Los intentos de reactivar el proyecto en 1991 fueron infructuosos.
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