El algodón se consideraba la materia prima estratégica en la URSS: era un elemento esencial para la producción de armas y además permitía vestir a la población de forma económica.
Según los datos oficiales, a principios de los años 80 la URSS ocupaba el primer puesto en el mundo en la producción del “oro blanco”.
El algodón se cultivaba habitualmente en las repúblicas de Asia Central: Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kazajistán. A pesar de que estas eran parte de la URSS, su modo de vida era diferente al de las otras repúblicas soviéticas.
Mientras en las grandes ciudades se respetaban las leyes soviéticas, en el campo predominaban las normas feudales.
Así, la materia prima que era tan importante para Moscú, se convirtió en una maldición para algunas regiones. Especialmente destacaba Uzbekistán, donde se cultivaba más algodón que en cualquier otro sitio.
En febrero de 1976 el primer secretario del partido comunista de esta república, Sharaf Rashídov, anunció que aumentaría la producción de algodón de 4 millones de toneladas anuales a 5,5 millones de toneladas.
Esta declaración se convirtió en un yugo para la población que participaba activamente en la producción y recogida de algodón. Incluso los niños dejaron de ir al colegio hasta las Navidades para ayudar a recoger los restos del “oro blanco” en el campo. Las autoridades no querían que se perdiese ni un gramo.
Sin embargo, era impensable cultivar esta gigantesca cantidad de algodón, aunque se obligase a todo Uzbekistán a trabajar en el campo.
Poco a poco la población empezó a hacer trampas. La gente que recogía algodón metía piedras en los sacos. Los vagones en los que que supuestamente transportaban el algodón, llegaban vacíos a Moscú. Se puso en marcha un sistema de sobornos que permitía facturar los vagones vacíos como si estuviesen llenos de algodón.
De esa manera, en los últimos años de la URSS la producción de esta materia prima estuvo rodeada de un gigante sistema de corrupción.
El sistema corrupto cayó después de la muerte de Brézhnev. Andrópov siguió reuniendo datos comprometedores sobre las autoridades de Uzbekistán durante años.
Según una leyenda, en 1983 Andrópov llamó a Sharaf Rashídov y le preguntó cuánto algodón se recogería este año de verdad, sin trampas. La versión oficial asegura que después de esta conversación Rashídov murió de un paro cardíaco. Pero los rumores decían que se envenenó.
Después de este suceso, un grupo de investigadores fue enviado desde Moscú a Uzbekistán. Como resultado de la investigación que se llevó a cabo, todos los involucrados en el “caso de algodón” fueron enviados a la cárcel.
La ley de derechos de autor de la Federación de Rusia prohíbe estrictamente copiar completa o parcialmente los materiales de Russia Beyond sin haber obtenido previamente permiso por escrito y sin incluir el link al texto original.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: