En muchas casas soviéticas los mayores solían decir a los jóvenes: “Bebe infusión de setas, es buena para la salud”. En la cocina o en el alfeizar de la ventana a menudo había una jarra con una cosa parecida a una medusa flotando en un líquido marrón. Kombucha (“té de setas”) era una colonia de bacterias y levadura, flotando en té negro endulzado que se utilizaba como una fuente nutricional. Después de un tiempo la colonia de té se convertía en “té de setas”, una bebida espumosa agridulce que recuerda al kvas y tiene un poquito de alcohol.
En la URSS se suponía que la kombucha curaba cualquier enfermedad, desde el Sida hasta el cáncer, pasando por el pelo gris, aunque nada fuera comprobado.
Las alfombras están hechas para ponerlas en el suelo, ¿no? Pues en los apartamentos soviéticos se colgaban en las paredes y se trataban cuidadosamente. De hecho, las alfombras y los tapices han cubierto las paredes de la gente pudiente en Rusia desde el siglo XVII y han sido un símbolo de prosperidad. Sin embargo, en la URSS las alfombras servían para mantener el calor y para aislar el sonido en edificios residenciales, que era donde vivía la mayoría de la gente.
El sifón se inventó en 1829 en Francia y fue muy popular en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial. Entonces se destruyeron casi todas las fábricas de esta bebida y las bebidas carbonatadas se hicieron más populares. Así fue en muchos lugares, pero no en la URSS, donde la compra de agua embotellada era cara. Era mucho más barato hacerse con un sifón y recargarlo con pequeños cilindros de dióxido de carbono.
Además, tenía otro uso. Se podía utilizar para hacer vodka carbonatado. Durante la prohibición al alcohol que hizo Gorbachov, la gente buscó de manera desesperada maneras de aumentar la potencia de las bebidas alcohólicas, que eran caras y difíciles de encontrar. El vodka carbonatado tenía un efecto rápido en el cuerpo porque el cuerpo absorbía mucho más rápidamente las pompas.
No hay nada mejor para combatir el frío helador que unas manoplas de lana. En la Rusia soviética no podías comprarte unas nuevas si los perdías, sobre todo en los pueblos. Claro que las bábushkas podían coser unas nuevas manoplas pero el suministro de lana solía ser escaso. Así que las madres cosían unas cintas de goma en la parte final de las manoplas, luego esta pasaba por las mangas hasta un punto en el abrigo, detrás del cuello. Así, cuando te quitabas las manoplas quedaban colgadas. Este tipo de saber era familiar para cualquier niños soviético al que le gustara jugar en la calle en invierno.
Se hacía por las colas, que ocupaban una gran parte del tiempo de los ciudadanos soviéticos. Cuando había escasez de bienes valía la pena esperar en una cola tratando de conseguir algo que era escaso. A veces había múltiples colas para cosas diferentes, sobre todo en los grandes almacenes. La gente se tenía que “registrar” en las colas. En cada una había un listado de personas no oficial, con los números escritos en la palma de la mano. Si se tenía suerte era posible registrarse en dos o tres colas al mismo tiempo y en una tarde se podían conseguir un par de zapatos, naranjas frescas y una botella de vino.
Una bolsa de rejilla, hecha de cuerda, ocupa muy poco en una maleta o en un bolso y es muy conveniente en caso de que encontrarse en venta algunos productos que eran escasos. En la URSS se vino a llamar “avoska” a esta bolsa, que deriva la antigua palabra rusa “avos”, que se podría traducir como “¿Y si..?”. No se podían comprar bolsas de plástico o de lino. Con la avoska todo el mundo podía ver lo que acababas de comprar. “Camarada, ¿de dónde has sacado esos... zapatos, pescado, naranjas, frutas enlatadas y demás?”, te podía preguntar un transeúnte. Se le indicaba el lugar adecuadamente, como muestra de apoyo mutuo.
En la URSS el Gobierno se encargaba de organizar el reciclaje. En las escuelas había competiciones obligatorias sobre papel de desecho. El Estado ofrecía a los a los adultos una especie de cupón con el que podían comprar grandes obras de la literatura a cambio de papel de deshecho. Por ejemplo, por 20 kg de papel podías conseguir un volumen con las obras completas de Alejandro Dumas.
El reciclaje de vidrio también era una gran negocio en la URSS. Una botella de leche vacía costaba unos 0,15 rublos, más que la propia leche. Uno solo tenía que lavar la botella y quitar las pegatinas. Las botellas se reutilizaban y a menudo las aceptaban en las tiendas en las que se vendían. De modo que recolectar botellas se convirtió en una fuente de ingresos para muchos soviéticos, y no solo para los que fueran muy pobres.
“¿Qué es largo, verde y huele a salchicha? - Un tren de cercanías”, era un chiste soviético. Pero, ¿por qué se decía esto? Antes de las grandes festividades, como Año Nuevo o las vacaciones de mayo, escaseaba la comida de fiesta, sobre todo las salchichas, que eran un producto básico en cualquier banquete de fiesta. Solamente se podían conseguir en las grandes ciudades. Así que cuando se acercaban las fiestas los trenes suburbanos se llenaban de gente que iba a la ciudad a hacer largas colas para conseguir esas comidas para las fiestas. Para poder acomodar a tanta gente los trenes solían llevar vagones extra y también se alargaban las plataformas de algunas estaciones.
Si alguien pasaba largas horas en el baño con una luz roja era porque era un fotógrafo amateur. La fotografía era uno de los pasatiempos favoritos de los jóvenes soviéticos y era difícil revelar los negativos en un estudio de fotografía profesional. Armado con sencillas herramientas, así como con soluciones químicas, un fotógrafo aficionado creaba la historia visual de su familia, que se conservaba cuidadosamente en los álbumes de fotos. Estos álbumes ocupaban un lugar especial en la vida soviética, en situaciones poco habituales, como al conocer a los padres del novio, se sacaban estos álbumes que servían para pasar el tiempo de manera agradable.
La mayoría de la música extranjera estaba prohibida en la URSS y se referían a ella como “imperialista”. El Gobierno soviético no quería que sus ciudadanos escucharan rock-and-roll o jazz.
Los nuevos álbumes de The Beatles o T-Rex solo estaban disponibles en el mercado negro y a precios muy altos. Como la demanda era muy alta, los contrabandistas soviéticos se inventaron una manera ingeniosa de satisfacer la demanda: imprimiendo los discos en imágenes de rayos-X obsoletas. Sobre todo eran rayos-X de los pulmones, que mostraban un tórax masculino, y por eso se llamaba “música en las costillas”. Los radiografía se cortaban en forma de disco y la música se grababa con máquinas transformadas, al parecer con viejos fonógrafos. La calidad era horrible y un disco no podía escucharse más de diez veces. Costaban un rublo o dos, mientras que uno nuevo extranjero llegaba a los 80 rublos (el salario de un mes). Se vendían en el mercado negro y eran fáciles de esconder en las mangas.
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