1. ¿A dónde trasladar Moscú?
La idea de trasladar la capital rusa a otro sitio surge cada dos o tres años. Hay que reconocer que a veces la gente conseguía realizarla: desde la época de la antigua Rus hasta el día de hoy la capital fue trasladada ocho veces. Pero ahora esta pregunta se ha hecho más popular que nunca.
Los principales argumentos suelen ser los siguientes: los rusos vencerán la corrupción; será más cómodo para la gente si la capital se encuentra en el centro del país, es decir, en Siberia. Algunos afirman también que si la capital fuese trasladada a Novosibirsk (a 3.400 km de Moscú), se invertiría más en Rusia que en China.
La última vez este asunto se discutió fue en agosto de este año, pero el alcalde de Moscú puso los números sobre la mesa. Según afirmó, el traslado de la capital costaría varios billones de rublos y los oponentes se quedaron callados. Pero todos saben que no por mucho tiempo.
2. ¿Deberíamos descansar tanto?
Las fiestas navideñas en Rusia duran entre nueve y diez días. Oficialmente, el país se paraliza desde el 1 hasta el 9 de enero. Pero en realidad, la gente deja de pensar en las cosas serias desde mediados de diciembre. Sin embargo, cuando todo el mundo ya está hasta las orejas de los platos navideños, y los programa en la tele provocan alergia, los rusos empiezan a echar de menos su trabajo. Pero al volver a la rutina, reconocen que fue un error y sueñan con el siguiente puente largo.
En total, los rusos descansan 118 días al año (sin contar con las vacaciones personales) y esta cifra bate todos los récords mundiales. Unos dicen que las fiestas tan largas pasan la factura a la salud (es decir, la gente sin recursos pasa todo el tiempo bebiendo en casa), otros afirman que, al reducir las fiestas, la nación será condenada a trabajar demás y estaría agotada. Ambas partes tienen lobbies muy fuertes, por lo tanto, no cambia nada al respecto.
3. ¿Hay que avergonzarse de ser pobre?
En el país donde la famosa frase del líder de la Revolución, Vladímir Lenin, “el quien no trabaja, no come” se convirtió en un precepto, curiosamente, parece que la desocupación está siendo fomentada. El fenómeno ruso “oblómovschina” (viene del nombre de Oblómov, de la novela de Iván Gonсharov) forma parte del ADN de los rusos. Por un lado, los rusos quieren hacer algo útil para el país y para sí mismos, pero por otro lado, se preguntan que si lo hacen cuándo van a poder vivir. Es mejor pasar días tumbado en un sofá y pensar en el destino del hombre.
Sin embargo, se considera vergonzoso mostrar la pobreza. Las chicas de Moscú están dispuestas a pasar hambre con tal de comprarse un bolso de Fendi e impresionar a los vecinos. En la provincia crece el mercado de las marcas falsas. Hay una regla no escrita: si eres pobre, disimúlalo hasta el final y si no lo consigues, culpa a los demás de tu pobreza. Según las encuestas de opinión pública, en general, la gente tiende a pensar que todo depende de los contactos, la suerte, las circunstancias pero no de la actitud de cada uno.
4. ¿Se puede ser rico y honesto al mismo tiempo?
Lo más probable es que a esta pregunta le contesten con otra: “¿Hasta qué punto rico y hasta qué punto honesto?”. Entre los rusos existe la convicción de que no es posible hacerse rico de forma honesta, y para serlo hay que engañar o robar a alguien. A pesar de que ya han pasado 26 años desde la privatización (cuando las antiguas empresas y fábricas estatales se convirtieron en las empresas privadas y de la noche a la mañana apareció la clase rica), la gran mayoría de los rusos sigue despreciando a los ricos. Incluso si eres un empresario brillante y tienes buena educación y talento, tendrás que mostrar a los demás tu honradez.
5. ¿Un gel para después de afeitar o unos calcetines?
No hay nada más extendido que el regalo para el 23 de febrero (el día nacional de los hombres en Rusia) que normalmente se celebra con un par de calcetines nuevos o un gel para después de afeitar. En un momento dado las mujeres rusas han decidido que es lo mejor que les pueden regalar a los hombres de su familia. Así que los hombres más prácticos no se compran los calcetines durante unos meses para no gastar el dinero en vano. Y a los más afortunados les caen las dos cosas el 23 de febrero: los calcetines y el gel.
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