La Antártida, donde Chile y Rusia comparten frontera

Dominio público
En esta parte del mundo ambas naciones se encuentran a solo un tiro de piedra: tan cerca que una no puede vivir sin ayuda de la otra.

Villa Las Estrellas, una de las pocas poblaciones civiles que existen en la Antártida, comparte frontera con la base Bellingshausen, el mayor enclave que tiene Rusia en el continente helado. La infraestructura con la que cuenta Chile en la zona es clave para el desarrollo de la labor científica de todos los países con presencia allí. Muy cerca de Villa Las Estrellas se encuentra el aeródromo Teniente Rodolfo Marsh Martin, el único que no está hecho de hielo en toda la Antártida, algo que resulta clave para la población de la isla del Rey Jorge que, a pesar de su nombre, alberga a militares y científicos de diferentes países, acompañados de sus familiares.

La base rusa Bellingshausen.

La base rusa Bellingshausen se encuentra a solo 100 metros de la base chilena Presidente Eduardo Frei Montalva. Fundada en 1968, recibió el nombre de Faddéi Bellingshausen, el almirante de la Armada del zar ­Alejandro I que dirigió la primera expedición polar rusa entre 1819 y 1821.

La base Bellingshausen de noche.

Un templo en medio de la Antártida

En enero de 1820, Bellingshausen descubrió la Antártida y, tras dar la vuelta a todo el continente, confirmó la existencia de 29 islas, desconocidas hasta entonces.

Iglesia de Santa Trinidad.

Pero, además de su innegable importancia geopolítica y científica, la base rusa también destaca por ser el primer lugar de la Antártida que contó con una iglesia. Después de la caída de la Unión Soviética, muchas estaciones antárticas empezaron a cerrarse por falta de financiación y la suerte de Bellingshausen era incierta.

La base rusa Bellingshausen.

En aquel entonces, el encargado de la base, Oleg Sájarov, decidió construir una iglesia en el lugar. “La idea consistía en crear algo de ruido en los medios, conectar a las autoridades religiosas con el asunto y que de esa manera ya no resultara tan fácil cerrar la estación”, cuenta Vladímir Petrakov, actual presidente de la Fundación Antártida, que pasó largos periodos en esta base.

La base rusa Bellingshausen.

El plan tuvo éxito. El Santo Patriarca Alexis II dio su bendición al proyecto y la financiación apareció rápidamente gracias al director de una línea aérea que realizaba vuelos a la Antártida y a la participación de empresarios que suministraron maquinaria pesada para los trabajos de construcción.

En el interior de la iglesia de Santa Trinidad.

La iglesia se levantó por partes en la ciudad siberiana de ­Barnaúl. Para la preparación y el tallado de las piezas se usó madera de cedro y alerce especialmente tratadas durante un año en Rusia. Después, las partes se llevaron en camiones hasta las costas bálticas y desde ahí fueron enviadas en barco a la isla antártica del Rey Jorge. Ocho personas terminaron de armar el templo en suelo austral.

Debido a las condiciones climáticas y al nivel de complejidad de los trabajos, se puede considerar que la construcción fue un auténtico milagro humano. La iglesia de Santa Trinidad tiene 15 metros de altura y un aforo de 30 personas. 

Convivencia

En el sexto continente, la geografía da lugar a fenómenos extraordinarios, también en política. En esa inmensa barrera de hielo, de 14 millones de kilómetros cuadrados, hay bases de países tan dispares como Bélgica, Noruega, Sudáfrica, Chile, Argentina, Reino Unido, Estados Unidos o Japón.

Moscú mantiene siete bases en la Antártida. Mirni, fundada en los años cincuenta durante la primera expedición antártica de la URSS, se encuentra en la costa del mar de Davis, en la Tierra de la Reina Mary, y se considera la base principal del continente helado. En la época soviética llegó a albergar a más de 150 investigadores, aunque últimamente no viven allí más de 20 personas.

La base rusa Vostok.

La base rusa más conocida, Vostok, fundada en 1957, se encuentra a 1.410 kilómetros de Mirni. Allí se registró una de las temperaturas más bajas de la historia (en 1983, el termómetro marcó 89,2 grados bajo cero). El centro fue también noticia en 2012, cuando un grupo de exploradores rusos que partió de la base llegó al lago de agua helada más lejano del planeta, que había permanecido sellado durante millones de años. Sus aguas son más antiguas que el propio ser humano y su conoci­miento es clave para enten­der la historia del planeta.

La base rusa Vostok.

Probablemente la base rusa más curiosa es la denominada Polo, casi inacesible. Se encuentra en el punto homónimo de la Antártida, a gran distancia de cualquier lugar de acceso. A pesar de que solo funcionó durante dos semanas en 1958, cuenta con un busto de Vladímir Lenin colocado encima de la base, aunque se hundió hace tiempo a causa de las nevadas.

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