La tradición de un poder presidencial fuerte en la Rusia actual fue comenzada por el primer líder postsoviético, Borís Yeltsin. Fuente: Reuters
La Declaración de Soberanía Estatal del RSFSR se adoptó en el Primer Congreso de los Diputados del Pueblo el 12 de junio de 1990. El documento establece la “determinación por crear un Estado democrático de derecho en una renovada Unión Soviética”. La Declaración establece la supremacía de la constitución y de las leyes en el territorio de la RSFSR y confirma el derecho a la secesión de la URSS.
A grandes rasgos, el nuevo Estado ha pasado la prueba del tiempo, suelen comentar los analistas al hablar de la Rusia postsoviética. Al mismo tiempo, se señala su carácter contradictorio. Según algunos observadores, hay una la ambigüedad en la adopción del documento de soberanía de Rusia en el marco de la Unión Soviética, ya que la Federación de Rusia fue la principal estructura de la URSS antes de su caída en diciembre de 1991.
“La declaración en sí es un fenómeno muy contradictorio. Por un lado, marcó el destino de la URSS hacia su caída pero, por otro, preservó su territorio”, según explica a RBTH el analista político Dmitri Andréiev. Este experto considera que la declaración de soberanía rusa fue “el último clavo en el ataúd de la Unión Soviética”. Sin embargo, era el único escenario posible y era “la mejor de entre las peores opciones”, puesto que ya se había perdido toda oportunidad de conservar la integridad del país.
Según Borís Shmelev, director del Centro de Estudios Políticos del Instituto de Economía, “al dar pie a la caída de la Unión Soviética, en realidad la nación rusa renunció a una parte de sí misma”, ya que “la URSS también representa una gran parte de la historia de Rusia”.
Un estado inestable
Según los analistas, aunque durante los pasados 25 años Rusia ha conseguido crear instituciones de gobierno y una sociedad civil con vistas a establecer un sistema económico, el Estado no logró adquirir la estabilidad necesaria durante ese tiempo.
Según Shmelev, esto se debe principalmente al hecho de que Rusia todavía no ha logrado construir un sistema democrático eficaz. “Lo que tenemos es un régimen que, aunque moderado, es autoritario. No hemos creado un sistema de controles y equilibrios. El Parlamento no funciona, es solo una máquina de votar. No hay un sistema de partidos estable, reina la corrupción...”, subrayó el experto en una entrevista a RBTH sobre los problemas de la Rusia postsoviética.
Muchos expresan su insatisfacción con la eficiencia del sistema político. Según el presidente del Instituto Nacional de Estrategia, Mijaíl Remizov, Rusia aún no ha desarrollado un sistema republicano estable. Si esto hubiese sido así, habríamos sido testigos “de un cambio de poder público a través de la competencia de partidos que se alternan”.
“Nunca hemos tenido un cambio de equipo real operado a través de una competición pública. Aquí solo funcionan los mecanismos de sucesión, una dinastía presidencial oficiosa”, explicó el experto en ciencias políticas a RBTH.
Pero, al mismo tiempo, cree que este sistema tiene ventajas en lo que respecta a la consolidación del poder y la superación de las crisis. Subrayando el papel positivo que en general desempeña una fuerte institución de poder presidencial en Rusia, el analista lo llamó “la piedra angular que mantiene unido el edificio nacional”.
Yeltsin y su ansia de poder
La tradición de un poder presidencial fuerte en la Rusia actual fue comenzada por el primer líder postsoviético, Borís Yeltsin. A pesar del hecho de que en la actualidad su mandato se considera un momento de experimento democrático en Rusia, en sus tiempos, el presidente recibió duras críticas por su autoritarismo.
Las mismas críticas se dirigieron a la Constitución de 1993, adoptada bajo los auspicios de Yeltsin, ya que estipulaba que la Oficina Presidencial dominaba de facto sobre todas las otras instituciones de poder del paisaje político ruso.
Según Andréiev, el fundador del Estado ruso actual era una persona interesada solamente en sus propios intereses y en su poder. “El ansia de poder absoluto de Yeltsin, que nadie se atrevía a cuestionar, paradójicamente coincidió con los intereses a la hora de estructurar el territorio de Rusia. Es difícil creer que otra persona pudiera haber sido capaz de mantener la integridad del territorio en un periodo tan terrible como fueron los años 90”, declara
Recuerda que en conflicto de 1993, que desembocó en el bombardeo del parlamento por parte de las tropas afines a Yeltsin, él apoyó a los oponentes Ruslán Jasbulátov y el vicepresidente Alexander Rutskói. "Hoy me habría puesto a favor de Yeltsin, ya que no creo que ninguno de los dos habría sido capaz de preservar Rusia".
Algunos analistas políticos señalan la debilidad de otras insituciones estatales, comparadas con el poder presidencial. Para otros, el principio étnico-territorial de la Federación, con la presencia de varias repúblicas nacionales, supone una vulnerablidad que hay que tener en cuenta.
Al mismo tiempo, la relación con el pasado es otra cuestión controvertida. Mijaíl Vinogradov, presidente del fondo Política de Petersburgo, afirma que es como si Rusia estuviera "avergonzada de su situación actual y tratase de fortalecerse presentándose como sucesora de la URSS".
Al mismo tiempo, la situación de Rusia es favorable en comparación con otros estados post soviéticos. Sobre todo si se compara con Moldavia, Ucrania y Kirguistán, que tienen un futuro poco claro en este sentido.
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