195 años después de su descubrimiento, esta zona del mundo atesora un enorme potencial . Fuente: AFP / EastNews
Faltan solo cinco años para el 200° aniversario del descubrimiento de la Antártida por parte de una expedición rusa dirigida por Faddei Bellingshausen y Mijaíl Lázarev, pero la apariencia de este continente ha cambiado poco desde la primera descripción realizada en 1820.
Sin embargo, la Antártida ha ganado hoy atractivo por su enorme potencial científico y económico, que se hizo evidente ya a mediados del siglo XX. Fue precisamente en este período cuando la comunidad internacional comprendió la necesidad de establecer un régimen administrativo regional en la zona, el cual quedó plasmado en el Tratado Antártico de 1959, considerado un hito en la práctica de la diplomacia mundial de la segunda mitad del siglo pasado.
La excepcional importancia político-judicial del Tratado se debe a que en él se fijaron los principios administrativos fundamentales de la región antártica, que sirvieron después de base para la elaboración de nuevos acuerdos: la Convención de la ONU de 1964 para la protección de la fauna y flora de la Antártida, el Protocolo de Madrid de 1991 y otros.
En la teoría, se suele considerar que las negociaciones multilaterales tienen menos éxito que las bilaterales por la existencia de numerosos intereses encontrados. La redacción y la firma del Tratado de 1959 constituyen una rara excepción a dicha regla.
Paz en plena guerra fría
A pesar de que las negociaciones para decidir el régimen administrativo de la Antártida se celebraron en mitad de la guerra fría, los primeros 12 países-miembros se mostraron a favor de mantener la región desmilitarizada y solucionar las disputas por medios exclusivamente pacíficos. Este logro lo explica una extraordinaria coincidencia de intereses.
Por un lado, tanto a la URSS como a los EE UU les interesaba excluir una confrontación político-militar en la Antártida.
Quedaba así al menos una región en el mundo donde ambos bloques no tenían que observarse a través del filtro de la enemistad y, así se ahorraban la costosa presencia militar en una región tan remota y adusta.
Además, el grupo de países más cercanos a la Antártida (Chile, la Argentina, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda) no deseaba que el espacio marítimo que separaba sus territorios del sexto continente se convirtiera en objeto de enfrentamientos militares de otras potencias más fuertes.
De este modo, se determinó que la Antártida sirviera en adelante como centro de cooperación científica internacional. Sin embargo, la voluntad de compromiso de los países firmantes del Tratado de 1959 no fue suficiente para dar respuesta a los reclamos territoriales de las distintas partes implicadas, que todavía hoy en día siguen pendientes. Rusia, a pesar disputarse el descubrimiento del continente, no ha presentado aún ninguna reclamación territorial de la Antártida, aunque oficialmente se reserva ese derecho.
El jurista Stanislav Kopylov cree que esta estrategia resulta “fallida y poco previsora, tanto en términos económicos como de seguridad nacional, puesto que ignora la necesidad de diversificar las fuentes de energía y de materias primas”. A su vez, Liudmila Diákova, experta del Instituto de Estudios de América Latina de la Academia de las Ciencias de Rusia, advierte de que “la reactivación de la actividad internacional en la zona, las disputas territoriales o el aumento de las controversias con respecto al Tratado Antártico plantean una serie de problemas tanto para la comunidad internacional como para Rusia”.
¿Qué busca Rusia?
La base rusa Bellingshausen cuenta con una iglesia ortodoxa que fue fundada en 2004. Es el único templo religioso que existe en la Antártida. Fuente: AFP / East News
El atraso crónico de Rusia frente a otros países interesados en el estudio de la Antártida, agravado tras el colapso de la URSS, mostró a las autoridades la necesidad de desarrollar una nueva estrategia regional, que quedó plasmada en la Estrategia para el Desarrollo de la Actividad de Rusia en la Antártida hasta 2020 y entró en vigor en 2010. Este documento incluye un análisis de la situación con la presencia de Rusia en el continente y fija los objetivos prioritarios.
El Gobierno ruso centrará sus esfuerzos en tres áreas principales. Primero, se prevé un aumento significativo de las investigaciones científicas, lo que requiere una modernización de las infraestructuras de las estaciones rusas, de la flota de investigación y el mantenimiento del sistema de satélites GLONASS.
En segundo lugar, no solo se destinarán recursos al estudio de la diversidad biológica marina de la Antártida, sino también a la prospección de recursos mineros e hidrocarburos. Y, por último, se plantea el objetivo de reforzar la influencia política de Rusia en los futuros procesos de desarrollo del régimen administrativo global de este territorio.
“Tierra de nadie”
Naturalmente, la principal duda que despierta el futuro de la Antártida es si seguirá siendo “tierra de nadie” o se convertirá en otro centro de recursos al servicio de las necesidades de las principales economías del mundo. Incluso si se dejaran de lado las especulaciones con respecto al descubrimiento del sexto continente, no se puede descartar la posibilidad de un despliegue de actividad económica en la región como consecuencia de los efectos a largo plazo del cambio climático. Sin embargo, está bastante claro que este escenario solo sería posible a largo plazo y en caso de que se agoten completamente las reservas en otras regiones del mundo más accesibles.
En este sentido, es probable que el Ártico (en las antípodas del Polo Sur) se integre antes en la estructura económica mundial. La explotación inminente de los recursos de la Antártida resulta imposible tanto por los compromisos jurídicos internacionales vigentes como por las limitaciones objetivas del territorio, en especial la lejanía geográfica, las duras condiciones climáticas, el frágil ecosistema y también la ausencia de una tecnología especial para la extracción de petróleo en espacios helados.
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Infografías: Gaia Russo
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