Reportaje desde la base de Jmeimim.
AFP/East NewsNuestro avión llega a la base militar a las ocho de la mañana. A esa hora, el personal ya se encuentra listo con su uniforme en la plaza para comenzar su turno y desempeñar distintas misiones en cielo y tierra. La única excepción son los soldados y oficiales que están a punto de terminar su guardia y esperan en sus puestos a que llegue el nuevo turno.
La vida en la base militar rusa de Jmeimim en Siria es igual de intensa de día que de noche. A pesar del alto el fuego declarado el 27 de febrero, la guerra contra el Estado Islámico y Jabhat al-Nusra continúa.
Mientras a los periodistas nos dan una charla sobre “lo que está permitido y lo que no”, los soldados preparan los cazas y los bombarderos para el despegue. Delante de mí, cargan dos bombas altamente explosivas de 500 kilogramos en un avanzado caza-bombardero Su-34S.
Según comenta a RBTH el general mayor Ígor Konashenkov, director del servicio de prensa del Ministerio de Defensa de Rusia, la aviación envía a varias patrullas a cumplir misiones a la zona de las ciudades de Raqqa y Arak, así como a Deir ez-Zor, ciudad siria que se encuentra sitiada por los terroristas.
“En los alrededores de esta última se están llevando a cabo duros combates y los habitantes se encuentran totalmente aislados del resto del mundo. Cada diez días las aeronaves de la aviación de transporte militar lanzan sobre Deir ez-Zor plataformas con ayuda humanitaria para la población. La situación en la ciudad es crítica”, comenta el general mayor.
Las tropas rusas y sirias también envían ayuda humanitaria a los habitantes de otra ciudad sitiada, Alepo. Las fuerzas gubernamentales han logrado liberar una de las vías terrestres de manos de los terroristas y ahora envían productos de primera necesidad de forma regular a los habitantes.
“La semana pasada los terroristas intentaron cortar nuestros envíos y atacaron un convoy. No obstante, logramos repeler el ataque y conservar el control sobre esta ruta”, añadía Konashenkov.
El general mayor subrayaba que las Fuerzas Aeroespaciales rusas no están llevando a cabo ningún ataque en la zona de la ciudad de Alepo.
Desde la base aérea de Jmeimim nos dirigimos con los soldados rusos y varias unidades de las fuerzas armadas de Siria a la aldea de Kaukab, situada a diez kilómetros de la línea del frente. El día anterior se logró expulsar de esta población a la mayor parte de los combatientes de Jabhat al-Nusra. Las pequeñas agrupaciones que quedaron han decidido rendirse y jurar lealtad al actual gobierno de Siria.
Los edificios y los muros de la ciudad están llenos de las marcas de disparos de fusiles y ráfagas de ametralladoras, y en algunas paredes se llegan a ver agujeros abiertos por proyectiles de 122 mm.
A pesar de todos los horrores de la guerra, de la escasez de agua y electricidad la gente vuelve a sus casas ahora que la aldea ya no está en manos de los terroristas. Ante nuestros ojos, los dirigentes de la aldea firman un acuerdo de fidelidad al gobierno y los guerrilleros de Jabhat al-Nusra entregan sus armas a un convoy de soldados sirios.
Según comenta para RBTH un oficial sirio, los guerrilleros que no han llegado a cometer crímenes graves podrán volver a su vida habitual: empezarán a labrar la tierra, a construir su casa y a reunirse con su familia.
Según cuenta el oficial, cuando los guerrilleros de Jabhat al-Nusra llegaron a la aldea, la mayoría de sus habitantes no tuvieron más elección que unirse a ellos si no querían perder la vida. Esta situación se repite en todo el país, azotado por la guerra civil, de modo que según el gobierno, dan una segunda oportunidad a algunos de los antiguos guerrilleros para comenzar una nueva vida.
Desde el 27 de febrero 62 agrupaciones de guerrilleros, más de 7.000 personas en total, se han unido al régimen de alto el fuego. Estas cifras son el resultado del trabajo de los oficiales del centro de pacificación de Rusia en Siria, que en el último mes y medio han logrado sentar ante la mesa de negociaciones a los dirigentes de 90 poblaciones de Siria.
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