A finales de 1983, la administración estadounidense decidió ejercer presión económica sobre Nicaragua. El instrumento de tal presión sería la imposibilidad de suministrar petróleo y productos derivados al país. La operación fue asignada a la CIA, cuyos agentes, disfrazados de “contras”, debían hacer todo lo posible para que los tanqueros no llegaran a Nicaragua.
El 11 de octubre por la mañana, lanchas rápidas especiales atacaron el depósito de petróleo en el puerto nicaragüense de Corinto. Fueron destruidos 5 tanques de petróleo. Tras las explosiones e incendio, unas 20.000 personas tuvieron que ser evacuadas. El 14 de octubre se realizó un segundo ataque. En el puerto de Puerto Sandino, buzos de combate hicieron explotar un oleoducto submarino. Después de esto, las compañías del grupo Exxon Corporation - ESSO notificaron al gobierno de Nicaragua que sus tanqueros no transportarían petróleo desde México. La facilidad con la que se llevaron a cabo estas dos acciones se debió a que en el ejército de Nicaragua no había unidades encargadas de la defensa contra sabotajes.
Como Nicaragua casi no tenía sus propios tanqueros, la CIA adoptó la táctica de colocar minas de baja potencia en los barcos. Necesitaban asustar a los transportistas marítimos. Hundir los tanqueros era peligroso, ya que no se podía garantizar que la investigación de la pérdida de los barcos se pudiera encubrir. Los analistas de inteligencia calcularon que las aseguradoras Lloyd's y otras compañías de seguros no asegurarían los tanqueros y sus cargas si estos debían ingresar a puertos minados. Había otra opción que también satisfacía a los estadounidenses. Los aseguradores continuaban asegurando los barcos y las cargas, pero las tarifas del seguro se volvían “militares”, lo que también llevaba a la interrupción de los suministros. La importancia de este plan para Estados Unidos se evidencia por el hecho de que fue aprobado personalmente por el presidente Ronald Reagan.
En Carolina del Norte, como recuerda la web rusa Versia.ru se involucró una planta de la empresa Martin Marietta para la operación, donde comenzaron a producir minas ligeras, llamadas “snap mines” por los involucrados en la operación. Eran cilindros lisos que contenían 136 kg de explosivo C-4. A pesar del gran peso del explosivo, esto no era mucho para los tanqueros cargados. No se podía hundir un tanquero con una mina así, pero sí causarle daños que obligaran a los propietarios a dejar de navegar en la región peligrosa.
Los “contras” anunciaron que la costa nicaragüense se declaraba “zona de guerra”, y que los barcos mercantes de todos los países dentro de las aguas territoriales de Nicaragua (12 millas náuticas, unos 22 kilómetros) eran “objetivos de ataque”. Para llevar a cabo una operación marítima tan compleja, se necesitaba un barco base desde el cual se coordinara la operación.
La CIA compró a través de una empresa fachada un gran remolcador oceánico. El tamaño de su popa permitía llevar a bordo dos helicópteros pequeños. Su tarea era ser la base de suministro para las lanchas rápidas y helicópteros desde los cuales se minaban las aguas nicaragüenses. Dado que la operación se planeaba llevar a cabo durante varios meses, el papel de una base en aguas neutrales era grande.
Entre enero y marzo de 1984, las aguas de tres puertos nicaragüenses (Corinto, El Bluff y Puerto Sandino) fueron minadas con la ayuda de 75 minas “snap”. Algunas minas eran magnéticas, es decir, se activaban por el campo magnético del barco que pasaba sobre ellas, y otras eran acústicas, activadas por el ruido de las hélices del barco que pasaba. La operación ganaba impulso. El 24 de febrero a las 22:45 hora local, una lancha tipo "Piranha" disparó durante veinte minutos con ametralladoras contra los depósitos de petróleo en el puerto de El Bluff, en la costa atlántica.
Después del tiroteo, se colocaron cuatro minas desde la lancha. Ese mismo día, dos barcos pesqueros nicaragüenses "Aldo Chavarría" y "Pescasa 15" fueron atacados. El día terminó con un combate entre patrulleras sandinistas y "contras". Al día siguiente, el arrastrero "Pescasa 23" fue destruido por las minas y el "Pescasa 15" se hundió. Los "contras" anunciaron la pérdida de cuatro barcos patrulleros nicaragüenses.
El primer barco extranjero que fue destruido por las minas fue la draga holandesa “Geopotes VI”. Trabajaba bajo un contrato entre Holanda y el gobierno de Nicaragua para dragar el puerto de Corinto. La explosión ocurrió a 4 millas de la entrada del puerto. El casco del barco resultó dañado y dos marineros nicaragüenses resultaron heridos. La noche del 8 de marzo, el carguero británico “North Caribes” que navegaba bajo bandera panameña, fue destruido por una mina en la entrada del puerto de Corinto. Seis miembros de la tripulación resultaron heridos. Las minas y los ataques continuaron. El 7 de marzo, un barco y un helicóptero atacaron con cohetes los depósitos de petróleo en el puerto de San Juan del Sur.
El 20 de marzo, el tanquero soviético “Lugansk” de la flota naviera de Novorosisk fue destruido por minas. Cinco personas resultaron heridas. El ministro de Relaciones Exteriores de la URSS, A. Gromiko, entregó una nota de protesta al embajador estadounidense en Moscú.
Había que hacer algo con esta amenaza. Los sandinistas solicitaron ayuda a la URSS. Para investigar y neutralizar las minas, se tomó la decisión de enviar al puerto de Corinto al “AKS-13”
Los buzos del GRU, en acción
Las fuerzas especiales del GRU participaban en la armada con un escuadrón de buzos militares Se trataba de exploradores con un alto nivel militar y preparados en los servicios de inteligencia. A su alrededor, durante la Guerra Fría, se creó todo un halo de misterio.
Este escuadrón, por cierto, se creó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los países de la OTAN ya contaban con este tipo de unidades. Los buzos militares comenzaron muy pronto a ocuparse de operaciones especiales. Desde 1967 hasta 1991 operaron en Angola, Etiopía, Vietnam, Corea, Egipto, Cuba y Nicaragua. Los buzos estaban armados con navajas de asalto y fusiles que podían disparar por debajo del agua, lanzaban arpones y podían matar a una persona desde una distancia de 10-15 metros.
Sin embargo, generalmente desarrollaba operaciones ordinarias en las que no se veían obligados a utilizar sus armas.
Yuri Pliachenko, antiguo comandante de los buzos militares y capitán en la reserva, contó lo siguiente al historiador ruso Alexánder Kolpakidi acerca de la vida cotidiana de los buzos:
“En 1984 en Nicaragua no tuvimos que meternos en el agua. Nuestro grupo de expertos realizó un trabajo exclusivamente analítico. Nos habían pedido que nos encargáramos de dilucidar una cuestión: si se podía o no navegar por esta región. Las explosiones de minas eran muy conocidas en el mundo, nuestro aliado de entonces estaba prácticamente sitiado. Supimos bastante rápidamente que las minas eran artesanales y que se colocaban desde barcos tipo Piraña. Entonces dimos nuestras recomendaciones a los nicaragüenses: cómo luchar contra esta situación y cómo convertir los remolcadores habituales en dragaminas. Después de nuestra visita no volvió a haber más explosiones de minas”.
A los marinos nicaragüenses se les explicó cómo convertir los remolcadores de puerto en dragaminas (la Unión Soviética tenía amplia experiencia en la movilización y conversión de buques de la flota mercante y pesquera durante la Gran Guerra Patria). Tras el dragado de los canales de acceso a los puertos cesó el minado de los buques.
Estados Unidos, al salir la luz todo el plan de minado de la CIA, y la administración de Ronald Reagan sufrieron una derrota propagandística en la arena internacional.
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