K-429, el submarino nuclear soviético que se hundió dos veces

Dominio público
Fue uno de los sumergibles más desafortunados de la Armada Soviética.

Los submarinos rara vez tienen una segunda oportunidad. Cuando se hunden el fondo marino se convierte en su tumba. A veces es posible rescatarlos, pero su vida útil ha terminado definitivamente. Sin embargo, hay excepciones. Un submarino soviético hundido tuvo la oportunidad de navegar de nuevo, pero el cruel destino no se lo permitió.

Primera catástrofe

El submarino nuclear K-429 se unió a la Armada Soviética en 1972. Al año siguiente tuvo su primera reparación, aunque los verdaderos problemas estaban todavía por venir.

En junio de 1983 la tripulación del submarino recibió la orden de zarpar para realizar ejercicios de entrenamiento. La decisión conmocionó a los marineros, ya que las reparaciones estructurales del submarino no estaban todavía terminadas. Los altos cargos la Flota del Pacífico, sin embargo, no estaban dispuestos a oír algo como esto. La flota no había completado con éxito el plan de entrenamiento de combate y los almirantes querían que todos los barcos y submarinos disponibles estuvieran en mar abierto.

Los oficiales del K-429 se quejaron, pero fue en vano. “¿Tienes miedo, héroe?”, le dijo el contralmirante Oleg Yeroféiev a uno de los oficiales del submarino, al capitán de primer rango Alexéi Gúsev. 

El submarino no estaba técnicamente preparado para el viaje y la tragedia no tardó en llegar. Durante la primera inmersión en la bahía de Sarannaia, frente a la península de Kamchatka, el 24 de junio de 1983, una de las secciones del submarino se llenó de agua. Fallecieron los 14 marineros que había en su interior.

El K-429 se hundió en fondo de la bahía, cayó a una profundidad de 40 metros. Solo un golpe de suerte impidió que el submarino se hundiera en mar abierto, donde la profundidad era diez veces mayor. Los 106 tripulantes restantes pudieron sobrevivir.

Los marineros quedaron atrapados en el submarino hundido con tan solo unos pocos aparatos de salvamento para tanta gente. Lo más aterrador de todo, a pesar de que tenían suficiente comida y agua potable, era que nadie en el cuartel general de la Marina estaba al tanto de la catástrofe. Debido a los daños, el submarino no pudo lanzar a la superficie una radiobaliza que indicara la posición de emergencia.

Salvación y prueba

Dos marineros fueron enviados a la superficie a través de la sección de torpedos. Afortunadamente se encontraron con una lancha patrullera y pronto la zona se llenó de barcos de rescate.

Después de que los buzos entregaran equipos para respirar a los miembros de la tripulación, comenzaron a abandonar el submarino a través de la sección de torpedos y el séptimo compartimento, que no estaba inundado.

“No se puede imaginar lo que era arrastrarse en la oscuridad total, con un traje de buzo, a través de la sección de torpedos inundada, que tiene casi nueve metros de largo y sólo 53 cm de ancho. Hay un momento en el que empiezas a pensar que nunca saldrás del tubo de hierro. El miedo comienza a limitar tus movimientos, a ocupar tu mente y a reprimir tu voluntad”, recordaba el comandante del submarino, el capitán de primer rango Nikolái Suvórov. 

La operación de rescate costó la vida a dos marineros más. El total de víctimas de la catástrofe del K-429 ascendió a 16 hombres.

En el consejo de guerra que siguió inmediatamente, Suvórov fue el chivo expiatorio y acusado de ser el único responsable del incidente. Fue condenado a diez años de prisión, aunque lo amnistiaron en 1987. Hasta su muerte en 1998 no cejó y trató de conseguir una rehabilitación completa, aunque no lo consiguió.

Segunda oportunidad

El último marinero que abandonó el submarino logró cerrar la escotilla. El sector no se llegó a inundar, lo que permitió elevar el submarino.

En la operación participaron 24 barcos y 152 buzos, que fueron enviados al Lejano Oriente desde todas las partes de la Unión Soviética. En tan solo 40 días, un récord para este tipo de operaciones, el K-429 fue levantado y remolcado a la base.

El submarino se estuvo reparando durante varios años y le costó más de 300 millones de rublos al Estado soviético. Sin embargo, el 13 de septiembre de 1985, el K-429, restaurado en un 80%, se hundió de nuevo en el muelle de la fábrica de reparaciones.

En esta ocasión el incidente se debió a la negligencia de los trabajadores, aunque afortunadamente no hubo víctimas.

Pero este hecho colmó la paciencia de los altos cargos de la Marina Soviética. Ell K-429 fue desmantelado inmediatamente y convertido en un buque escuela. Varios años después lo desecharon y olivado como una terrible pesadilla.

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