El barco ruso que acudió en ayuda de los marineros del General Belgrano

Historia
JAIME NOGUERA
El 2 de mayo de 1982 se produjo uno de los acontecimientos más controvertidos de la Guerra de las Malvinas, el hundimiento del crucero ARA General Belgrano por el submarino nuclear británico HMS Conqueror. En las tareas de rescate posteriores solo participó un barco extranjero: uno soviético.

El ARA General Belgrano era un crucero de la Armada Argentina que anteriormente, bajo bandera estadounidense y el nombre de USS Phoenix había participado en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el buque había sobrevivido al famoso ataque japonés a Pearl Harbour y participado en muchas de las campañas navales en el Pacífico hasta la rendición nipona.

Bajo bandera argentina

En 1951 fue vendido a Argentina, entrando en servicio como el ARA 17 de Octubre. Cuatro años después, el 16 de septiembre de 1955, fue rebautizado como General Belgrano (C-4), en homenaje al general y abogado Manuel Belgrano héroe de la independencia de Argentina que había fundado la Escuela Náutica de este país en 1799.

Veintisiete años después, el 16 de abril de 1982, bajo las órdenes del comandante Héctor Bonzo y formando parte de la Fuerza de tareas 79 número 3, el navío zarpó hacia la Isla de los Estados, en el departamento Ushuaia, con la misión de realizar tareas la vigilancia e interceptar a unidades del enemigo. La Junta Militar argentina había ocupado las islas Malvinas el día 2 de aquel mismo mes. No hubo declaración oficial de guerra por ninguna de las dos partes, pero los ingleses se habían propuesto recuperar su colonia en el sur del Atlántico y habían enviado los medios militares para hacerlo.

¡Hundidos!

El día 2 de mayo, el comandante Chris Wreford-Brown a bordo del submarino nuclear HMS Conqueror ordenó torpedear al ARA General Belgrano. Esto, a pesar de que el obsoleto buque argentino se encontraba fuera del área de exclusión militar de 200 millas de radio establecida por el propio Reino Unido alrededor del disputado archipiélago austral. El capitán del submarino, que localizó al barco gracias a la información facilitada por un satélite norteamericano, había recibido la orden desde la residencia campestre de la premier británica Margaret Thatcher (en Chequers, cerca de Londres), donde esta se encontraba reunida con su gabinete de guerra.

Dos torpedos Mark VIII hirieron de muerte al navío, que empezó a hundirse a las 16:15 de aquella tarde tormentosa. Llevaba a bordo a 1091 tripulantes. Uno de ellos, Alejandro Perez, oriundo de Berazategui, recordaba años después el momento del naufragio en Diario Popular:“No sabíamos qué hacer, había mucha confusión porque tampoco se sabía dónde había sido el impacto. Antes de actuar esperábamos una orden que nunca llegaría porque los torpedos habían arrancado los generadores, que era lo que alimentaba de energía al buque”. 

Había que evacuar el barco. El tenor Darío Volonté recordaría para La Nación los terribles momentos en los que los tripulantes del barco buscaban una salida de aquella trampa mortal: “Me la había memorizado. Fuimos saliendo y agarrando gente que estaba herida o con dificultades para salir. Después llegué a mi puesto de abandono del buque y lo siguiente era que la balsa respondiera bien”.

El barco se hundió por completo a las 17:00. 323 argentinos no consiguieron ponerse a salvo (se estima que el impacto del primer torpedo mató a 274 tripulantes), hundiéndose con el Belgrano o muriendo a causa de las heridas y la hipotermia en el agua o en algunos de los botes salvavidas que quedaban a merced de las olas. Muchos de los marinos argentinos supervivientes tuvieron que pasar horas, hasta más de un día, flotando a la deriva en una balsa superpoblada, empapados, con una tormenta feroz y temperaturas bajo cero.

Al rescate

Cuatro aviones y los buques argentinos GurruchagaBahía ParaísoBouchard y Piedrabuena se dirigieron al área del hundimiento en cuando recibieron la noticia de la trágica pérdida del Belgrano. En mitad de la tormenta que azotaba al Atlántico Sur, debían localizar a los desesperados habitantes de aquel frágil campo de nenúfares naranjas.

En la madrugada del 5 de mayo, los primeros supervivientes arribaron al puerto de Ushuaia. La búsqueda de náufragos o de cuerpos de los fallecidos continuó hasta el 9 de mayo. Se consiguió rescatar a un total de 793 tripulantes.

El barco ruso que participó en el intento por salvar vidas argentinas

Desde varios pesqueros cercanos, al conocerse la noticia del hundimiento del buque de guerra argentino, se lanzaron radiogramas hacia sus armadores en la URSS, que ya contactaron al Ministerio de Relaciones Exteriores y obtuvieron el permiso del Ministro de Pesca de la URSS, Vladímir Kámentsev.  

El barco de arrastre BMRT Belokámensk, al mando del capitán Revkov fue el primero en llegar a la zona. Se ha especulado con que se tratase de un buque espía, algo que no se ha llegado a confirmar nunca. Lo cierto es que, si lo era, dejó su supuesta misión de espionaje para colaborar con los argentinos en las tareas de salvamento durante toda una semana. Un ingeniero del buque el Dr. Vasili Teréntiev, recordaría más tarde: “No teníamos esperanza, ya que la temperatura del agua no subía de los 7º C, nadie podía sobrevivir a la demora en el rescate”.

Lo único que los pescadores pudieron rescatar de entre las olas fueron los cadáveres de tres marinos en sus salvavidas rojos y tres salvavidas más, vacíos. Los cuerpos de los desgraciados marinos estaban mutilados en ojos y labios por las gaviotas. Se metieron en la cámara frigorífica y cuando llegó la orden de Moscú de frenar la búsqueda se dirigieron al puerto más cercano en Argentina, donde se ordenó no desembarcar. No olvidemos que, aunque en la Guerra de las Malvinas la URSS aplicó el principio de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, la dictadura derechista argentina y los soviéticos no podían ser más antagónicos. Según cuenta Dmitri Tatarkov en su obra Conflicto en el Atlántico Sur: la Guerra de las Malvinas, los cuerpos rescatados, así como los salvavidas, fueron transferidos a una barca argentina que los transportó hasta puerto.

Pese a las diferencias políticas, la agencia TASS publicó la siguiente nota al recibir la información sobre el ataque al crucero argentino: “La Unión Soviética se opone al colonialismo, cualquiera sea su forma y está convencida de que la restauración del estatuto colonial en las Malvinas es inadmisible. Las islas son argentinas, y la URSS es contraria a la actitud agresiva y colonialista de Londres expresada en la aventura militarista de Margaret Thatcher y su gobierno conservador”.

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