Carreras de coches
En la familia real, Nicolás II fue uno de los primeros en comprarse un coche. Tras probar en 1904 el Delaunay-Belleville del príncipe Vladímir Orlov, evaluó rápidamente las capacidades del coche y ordenó comprar dos o tres automóviles. Muy pronto aparecieron en el garaje del emperador cuatro Delaunay-Belleville, además de Mercedes, Renault, Peugeot y Rolls-Royce.
El amor por la velocidad resultó contagioso, y algunos de los Romanov incluso convirtieron su pasión en deporte. Por ejemplo, el Gran Duque Kirill Vladímirovich recorrió toda Europa en coche. Era mecenas del Automóvil y Aero Club del Báltico y participaba en carreras. En una carrera automovilística ruso-sueca de una semana de duración, llamada Victoria Fahrt, con una carrera en subida y competiciones de habilidad en el manejo del coche, el Gran Duque subió al Panhard-Levassor junto con su esposa. Y ganó.
Otro ávido aficionado a los coches es el Gran Duque Serguéi Mijáilovich, patrón del Club Automovilístico de San Petersburgo. Y el zarévich Alexéi fue el piloto más joven de Rusia: condujo un Bebe Peugeot por el parque Alexándrovski.
Otro miembro de la casa Romanov, el Gran Duque Mijaíl Alexándrovich, no era reacio a ir en oche. Sin embargo, prefería los triciclos: bicicletas de gasolina de tres ruedas. El zar Nicolás II y la emperatriz Alexandra Fiódorovna le regalaron un De Dion-Bouton el día de Año Nuevo. Desde entonces compraba un modelo nuevo cada año. Y montó en ellos con sus hermanas y hermanos, y en ocasiones con miembros del gobierno, como el ministro de Finanzas Serguéi Witte, e incluso con el Emperador. Nicolás II quedó impresionado por el paseo a una velocidad de locura: ¡unos 64 km/h!
Juegos Olímpicos
En 1912 Estocolmo acogió los Juegos Olímpicos: el equipo del Imperio ruso estaba encabezado por el Gran Duque Dmitri Pávlovich. Y no era sólo un "personaje mediático", sino también un buen deportista: excelente jinete, el nieto de Alejandro II acudió a Suecia para triunfar en el deporte ecuestre.
Los resultados fueron decepcionantemente modestos: el quinto puesto por equipos en salto de obstáculos y noveno, en competición individual. Pero había ventajas: el Gran Duque tuvo la idea de organizar unos Juegos Olímpicos para toda Rusia. Las primeras competiciones de este tipo se celebraron en 1913 en Kiev, y un año después en Riga.
Arquitectura
El Gran Duque Piotr Nikoláievich, nieto de Nicolás I, abandonó el servicio militar a causa de la tuberculosis. Pero encontró una salida: la arquitectura. Diseñó monumentos y templos e incluso creó el palacio de sus sueños. Debido a una enfermedad pulmonar, vivió durante mucho tiempo en Francia, y luego decidió establecerse en un clima similar en Crimea. Así que en el pueblo de Koreiz apareció palacio morisco "Dulber" - de acuerdo con los bocetos del Gran Duque fue diseñado por Nikolái Krasnov. Tras la revolución, los Romanov que se encontraban en Crimea se reunieron bajo su techo: el palacio era un refugio seguro frente a los partidarios del Consejo de Yalta, que querían matarlos.
Aviación
El Gran Duque Alexánder Mijáiilovich sirvió en la marina, pero no sólo le fascinaba el elemento marino, sino también el aéreo. Fue uno de los pioneros de la aviación rusa: fundó una escuela de aviación en Sebastopol, en la que se formaron pilotos militares; utilizó su propio dinero para comprar aviones en Francia y organizó un viaje de entrenamiento para oficiales navales, que se familiarizaron con el vuelo.
Poesía
Militar de servicio, poeta y dramaturgo al dictado de su alma. El Gran Duque Konstantín Konstantínovich trataba con Afanasi Fet e Iván Goncharov, tradujo Hamlet y El Rey Enrique VI de Shakespeare e Ifigenia en Tauris de Goethe. Chaikovski y Rajmáninov escribieron romanzas a sus poemas, y la canción "El pobre murió en un hospital militar" fue un éxito de la época.
El nieto de Nicolás I era un excelente actor: uno de sus papeles estrella fue el de Iósif Arimaifeiski en su propia obra El rey de los judíos, sobre los sucesos de Semana Santa. Cuando Bulgákov trabajaba en El maestro y Margarita, recurrió a esta obra del Gran Duque en busca de inspiración.
Pintura
El emperador Nicolás I era un buen acuarelista: él mismo creaba los grabados y luego los coloreaba. También se le daban bien las escenas de género: el observador monarca trasladaba al papel las impresiones y la puesta en escena que veía en bailes y recepciones. También inventó el diseño de los uniformes militares.
Alejandro III también amaba la pintura: como heredero al trono, estudió con el artista Alexéi Bogoliubov. Tras ascender al trono, no abandonó su afición y encontró tiempo para trabajar en vistas al mar. Otra alumna de Bogoliubov fue la emperatriz María Fiódorovna, que prefería la acuarela. Pintaba pequeños bocetos, elegantes y detallados.
La pasión de Alejandro III y la emperatriz María Fiódorovna se transmitió a su hijo, Nicolás II. Su programa educativo incluía dos clases de dibujo a la semana, lo que le convirtió en un buen pintor de paisajes.
La hermana de Nicolás II, la Gran Duquesa Olga Alexándrovna, estudió pintura con Karl Lemoj, Vladímir Makovski, Stanislav Zhukovski y Serguéi Vinogradov. Tras la revolución, se marchó a Dinamarca y dedicó mucho tiempo a la pintura. Sus exposiciones se celebraron en París, Londres y Berlín; su afición se convirtió en una fuente de ingresos. A lo largo de su vida, la Gran Duquesa Olga Alexándrovna pintó más de dos mil obras: acuarelas, óleos. También tenía iconos, pero nunca los vendió, sólo los donó.
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