La búsqueda de Antonina Makárova duró 30 largos años. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial se alistó voluntaria en el frente como enfermera, pero pronto juraría lealtad a los nazis. Y se le encomendó el trabajo más sucio de todos: ejecutar a prisioneros rusos. Antonina acabó con la vida de unas 1.500 personas utilizando una ametralladora. Cuando los soviéticos tomaron Konigsberg (actual Kaliningrado), falsificó sus documentos para que pareciera que había servido en un batallón ruso. Fue ejecutada el 11 de agosto de 1979.
Berta Boródkina, honrada trabajadora de la industria alimentaria de la Unión Soviética, era apodada "Bella de Hierro". Comenzó su carrera como camarera en 1951, a la edad de 34 años, y veintitrés años más tarde se convirtió en jefa de la industria de restaurantes y cantinas de la región del mar Negro, la principal región turística de la URSS. En ese puesto, presidió una vasta estructura de corrupción. Se ganaba dinero con todo: diluyendo crema agria con agua, diluyendo coñac con té, etc. Boródkina fue condenada a muerte, según los periodistas soviéticos, principalmente porque sabía demasiado y conocía a demasiada gente: podría haber hecho caer a muchos funcionarios del Partido, implicados en esta trama. Fue ejecutada en 1985.
La tercera mujer ejecutada fue Tamara Ivaniútina, lavaplatos de escuela. Envenenó a más de una docena de personas simplemente porque no le gustaban. Entre las víctimas se encontraban varios escolares ("porque se negaron a sus órdenes de colocar sillas en el comedor"), así como su primer marido y los padres de su segundo marido. La hermana y los padres de Ivaniútina también envenenaron a personas que no les caían bien. Fue ejecutada el 6 de diciembre de 1990.
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