No le interesaba la política. Le encantaban las mujeres y los coches. Era guapo, valiente, rico, bien educado y, sin embargo, sin pretensiones. Tenía todo el derecho al trono ruso, pero renunció a él voluntariamente. Hablamos de Miguel Alexándrovich de Rusia, el hermano menor de Nicolás II.
El hermano menor de Nicolás II
Nicolás era el hijo mayor de Alejandro III y subió al trono tras la muerte de su padre. Miguel era el cuarto y estaba tan retrasado en la línea de sucesión al trono que nunca llegó a esperar que lo ocupara. Pero Nicolás no tuvo heredero durante mucho tiempo y los hermanos intermedios de Nicolás y Miguel murieron. Según la ley de sucesión, era Miguel el siguiente en ocupar el trono.
Hasta 1904, cuando nació el esperado hijo de Nicolás II, Alexéi, Miguel fue el heredero oficial al trono. Pero incluso después, Miguel tenía derecho a convertirse en regente de su sobrino si el emperador moría antes de que su hijo alcanzara la mayoría de edad. Y dada la frágil salud de Alexéi, Miguel tenía todas las papeletas para hacerse con la corona del Imperio ruso.
‘Enfant terrible’ de la familia real
Miguel Romanov puede compararse en algunos aspectos con el rey inglés Eduardo VIII (y con el príncipe Harry). Lo que tienen en común es su amor por mujeres que no correspondían en absoluto a su estatus y no estaban emparentadas con ninguna familia monárquica.
Miguel se enamoró de la hija de la abogada moscovita Natalia Sheremétevskaia. Ella estaba casada, dos veces, y tenía una hija. En el baile en el que se conocieron, el Gran Duque hizo caso omiso de las buenas maneras y la invitó a bailar una mazurca, y luego se rumoreó que habían abandonado la velada juntos.
Nicolás se opuso a la aventura de su hermano, pero Miguel eligió el amor. De él se decía que tenía un carácter apacible, pero que era extremadamente firme en cuestiones de honor: no podía “insultar” a su amante haciendo referencia al estatus. En 1910 la pareja tuvo un hijo, Gueorgui, y dos años más tarde se casaron en Viena.
Nicolás se enfureció y escribió a su madre para que cortara todo contacto con su hermano. Miguel fue despojado de todos sus rangos e incluso se le prohibió regresar a Rusia. Por supuesto, se le privó de todo derecho al trono.
Abdicó al trono sin llegar a ser zar
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Miguel, hombre de honor, pidió permiso a Nicolás para regresar y luchar por Rusia. Tras la aprobación, el Gran Duque dirigió la llamada “División Salvaje” de voluntarios musulmanes del Cáucaso, que no podían luchar en las fuerzas oficiales.
Su esposa Natalia acompañaba a su marido a todas partes y, al igual que las mujeres de la familia real, participaba en obras de caridad, organizando hospitales para los heridos. Miguel también donó su mansión de San Petersburgo a la Cruz Roja. Nicolás II ablandó y reconoció tanto a su sobrino, como el matrimonio de su hermano, concediendo a Natalia el título de condesa Brásova.
En marzo de 1917, durante la revolución, Nicolás II firmó su abdicación del trono, al mismo tiempo renunció al trono en nombre de su hijo menor Alexéi, a favor de su hermano Miguel. El ya exzar envió a su hermano un telegrama llamándole Miguel II y confiando en que sería capaz de salvar la patria. “Los acontecimientos de los últimos días me han obligado a decidir irrevocablemente este paso extremo. Perdóname si te haya apenado y que no haya tenido tiempo de avisarte”, escribió Nicolás II.
Conmocionado por la abdicación, Miguel Romanov se dio cuenta de que su posición era aún más débil y que si ocupaba el trono, podría provocar otra revuelta revolucionaria. Le parecía que la ira popular estaba afectando a la monarquía en su conjunto.
Aunque algunas de las unidades militares ya habían jurado lealtad a Miguel, firmó una renuncia “provisional” al trono para permitir que el pueblo eligiera su propio destino mediante el voto. En este documento también pedía a los ciudadanos que se sometieran al Gobierno Provisional.
Entre la abdicación de Nicolás II y la firma de la renuncia por parte de Miguel II transcurrieron menos de 24 horas, y los historiadores siguen debatiendo si en ese momento se le podía considerar emperador Miguel II de Rusia. Los argumentos en contra de esta versión son los que sostienen que los documentos son ilegítimos y que Miguel perdió sus derechos al trono ya en 1912, cuando contrajo matrimonio morganático, es decir, cuando se casó con una mujer de otro rango social.
Exilio y asesinato
Tras la revolución, Miguel no evitó el destino de muchos miembros de la familia real. De hecho, durante un año permaneció bajo arresto domiciliario en su casa de Gátchina, cerca de San Petersburgo. En marzo de 1918, los bolcheviques lo arrestaron y lo enviaron al exilio en Perm.
El “cautivo de Perm”, Miguel (a la izquierda), 1918.
Su esposa Natalia permaneció en San Petersburgo y solicitó su regreso, aunque sin éxito. En junio recibió un telegrama sobre la desaparición de Miguel. La versión oficial era que él y su secretaria habían sido secuestrados de noche por los bolcheviques, llevados de contrabando al bosque y asesinados. El hecho de su asesinato se mantuvo en secreto durante mucho tiempo y nunca se encontraron sus restos.
Natalia, que le había visitado en Perm, pudo huir de Rusia con documentos falsos. Murió en París en 1952, pobre y sola.
Su hijo Gueorgui consiguió ser enviado al extranjero inmediatamente después de la revolución. Estudió en Gran Bretaña y luego en Francia. Heredó una fortuna considerable de su abuela, la emperatriz viuda María Fiódorovna. Pero a los veinte años el joven murió en un accidente de coche en 1931.
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