Cuando un irlandés se convirtió en el primer enviado de Rusia a Filipinas

Historia
AJAY KAMALAKARAN
Rusia estableció su primera misión diplomática ‘no oficial’ en el sudeste asiático en 1817, cuando abrió un consulado en Manila. Filipinas era entonces una colonia de España, que veía a Moscú con mucho recelo. Hizo falta una buena cantidad de maniobras diplomáticas antes de que el consulado fuera reconocido oficialmente y se le permitiera funcionar.

En contra de la creencia popular de que el interés de Rusia por el sudeste asiático es un fenómeno relativamente nuevo, Moscú empezó a mirar hacia el este ya en el siglo XVIII. En Philippines-USSR Relations: A study in Foreign Policy Development, F. Landa Jocano escribe que en 1722, Fiódor Semiónov, gobernador de Siberia, sugirió al emperador Pedro el Grande que Rusia explorara el Lejano Oriente a través de India y Filipinas para establecer vínculos comerciales.

Sin embargo, habría que esperar casi otro siglo antes de que Rusia intentara establecer una presencia en Filipinas. La iniciativa corrió a cargo de Peter Dobell, un comerciante estadounidense de origen irlandés, muy interesado en China, Siberia y el Extremo Oriente ruso. 

Dobell, un intrépido viajero, vivía en Cantón (China) a principios del siglo XIX cuando conoció a Iván Fiódorovich Kruzenshtern, un almirante ruso que dirigió la primera circunnavegación rusa del globo. El irlandés entabló amistad con el explorador y consiguió acceder al Extremo Oriente ruso. 

Dobell vivió en Kamchatka y Siberia, antes de trasladarse a San Petersburgo, donde se nacionalizó ruso, rusificando su nombre a Piotr Vasílievich Dobell. 

“En San Petersburgo, Dobell se dirigió al zar Alejandro I con la propuesta de establecer un consulado ruso en Manila”, explica a RB Rosa Carlos, historiadora afincada en Manila. “Dobell ya se había labrado una reputación como comerciante y escritor con sus relatos publicados en el libro Hijos de la patria, que trataba sobre Siberia”. 

Alejandro I estaba ansioso por tener una presencia rusa en el sudeste asiático y permitió a Dobell acercarse al gobierno colonial español en Manila como representante ruso.

“Poner en marcha una misión oficial rusa en Filipinas no fue una tarea fácil, ya que los funcionarios coloniales españoles se negaron a reconocer la representación diplomática rusa en Manila”, dice la web de la embajada rusa en Manila. “Sin embargo, se llegó a un compromiso y se permitió a Peter Dobell quedarse y actuar en Manila como representante no oficial del gobierno ruso en las islas Filipinas”.

Los relatos históricos rusos sugieren que el gobierno español insistió en que no se permitía la presencia de cónsules extranjeros en las colonias, pero prometió proporcionar asistencia a Dobell, como súbdito de una “potencia amiga.”

La dura vida en Manila 

“Aunque a Dobell se le permitió vivir en Manila, los funcionarios españoles mantuvieron una estricta vigilancia sobre sus actividades y siempre trataron de frustrar cualquier iniciativa comercial que se le ocurriera”, dice Carlos. “Cada vez se sentía más frustrado con su estancia en Filipinas, y no había mucho que pudiera conseguir... Los funcionarios coloniales lo veían como una especie de espía que podía estar intentando expandir aún más el Imperio Ruso”.

La desgracia de Dobell se vio agravada por el hecho de que sus propiedades fueron vandalizadas y saqueadas en Manila durante disturbios en la ciudad.

Pasaron décadas antes de que la misión obtuviera el reconocimiento oficial y funcionara adecuadamente en Manila. El consulado estaba dirigido en su mayor parte por cónsules franceses free lance a los que se les encomendaba velar por los intereses rusos en Filipinas. La misión siguió funcionando en la ciudad hasta la revolución de 1917. 

Dobell regresaría a Rusia tras una corta y problemática estancia en Filipinas. Escribió varios libros sobre el Lejano Oriente y Rusia, entre ellos Viajes por Kamchatka y Siberia, Siete años en China (escrito originalmente en francés) y Rusia tal como es, y no como ha sido representada

“Es una pena que no escribiera mucho sobre su época como cónsul general de Rusia en Manila”, dice Carlos. “Pero sus escritos sobre Rusia, que están descatalogados, ofrecen a los interesados en el país una mirada poco común a través de los ojos de un extranjero”.

La misión en Manila ayudó a establecer lentamente lazos comerciales y de buena voluntad entre Rusia y Filipinas hasta su cierre en 1917. 

Carlos añade que la buena voluntad que se estableció entre la Rusia zarista y Filipinas fue una de las principales razones por las que esta última aceptó a los refugiados rusos que huyeron de China en 1948. 

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