Así entretenían enanos y bufones a los zares rusos

Valeri Yákobi/Galería Estatal Tretiakov
Los enanos y los bufones no sólo entretenían a los reyes europeos. También fueron populares en la corte de los zares y emperadores rusos.

En la boda de Ana, hija de Pedro el Grande, y Carlos Federico, duque de Holstein-Gottorp, en 1725, los invitados fueron agasajados por enanos.
“Del montó de paté colocado en la mesa de la novia”, describe la boda el noble alemán Friedrich Berchholz, “saltó con inusitada agilidad un enano muy pequeño y apuesto, vestido de lacayo, que sostenía una botella y una copa para beber a la salud de la novia real. Y, del otro paté, que estaba sobre la mesa el novio, salió al mismo tiempo, una bonita enana vestida de pastora, que, tras una profunda reverencia a Su Alteza y después de una inclinación a toda la sociedad, bailó alrededor del paté.”

Pero, ¿de dónde, en la potencia europea que era Rusia en 1725, surgió tal entretenimiento? Lo inició el propio primer emperador, porque él también tuvo enanos de salón en su infancia. En los tiempos pre-petrinos, la corte de los zares de Moscú también tenía varios bufones y locos, y a menudo estos tuvieron que soportar humillaciones peores que salir de un pastel.

Bufones y locos sagrados: ¿cuál es la diferencia?

Los bufones de la corte aparecieron en Rusia bajo el mandato de Iván el Terrible. Es posible que el primer zar ruso tratara de imitar a Enrique VIII (1491-1547), en cuya corte vivían los bufones Will (Sommers) y Jane Foole, incluso representados junto al monarca en su retrato ceremonial.

Sommers era una figura emblemática en la corte: podía dirigirse directamente al rey y le advertía en broma contra los gastos desmedidos y las acciones drásticas. Más tarde, incluso asistió a la coronación de Isabel I de Inglaterra. En el zarismo moscovita, los bufones nunca desempeñaron un papel tan importante, sino que éste pertenecía a los “santos locos”.
Basilio el Beato podía llamar al zar por su diminutivo “Ivashka” y el zar, en respuesta, no ordenaba la ejecución del santo bufón. Se creía que Dios hablaba por boca de los beatos. Los bufones, en cambio, eran bastante seculares, con su propia vida fuera de la “profesión” de bufón. Incluso un príncipe Rurikida, relegado a una posición vergonzosa por motivos políticos, pudo ser bufón bajo el mandato de Iván el Terrible.

El príncipe Iósif Gvózdev-Rostovski, al principio, sirvió en el ejército del zar, pero luego se convirtió en bufón y fue llamado “Ósip Gvozd” (“Ósip el Clavo”). El historiador Nikolái Karamzín cuenta que, “insatisfecho con alguna broma, el zar le echó encima un plato de sopa caliente. El pobre bufón gritó y quiso huir: Iván lo apuñaló entonces con su cuchillo”. El médico inglés que fue convocado se limitó a declarar la muerte de Gvózdev, a lo que “el zar sacudió la cabeza, llamó al bufón muerto perro vergonzoso y siguió divirtiéndose”. En este caso, el zar Iván cometió, por supuesto, un asesinato político: sabemos que eliminó a muchos príncipes y boyardos que no estaban de acuerdo con su política. Se sabe que una vez le cortó la oreja a otro boyardo; una vez apuñaló a otro cortesano en el pie con la punta afilada de su bastón. Ni un tonto ni un bufón ordinario solían ser tratados de esta manera.

En la corte de Iván el Terrible, el zar y sus invitados eran agasajados por los skomorojs, artistas de tiempos paganos, que la Iglesia ortodoxa no podía tolerar. Llevaban vestidos y máscaras divertidas, escenificaban números cómicos, entrenaban a osos, tocaban címbalos, panderetas, domras, cañas y gusli (cítaras rusas punteadas). Como escribió Samuel Collins, el médico del zar Alexéi Mijáilovich: “Coge unos cuantos búhos, unos cuantos estorninos, un par de lobos hambrientos, siete cerdos, otros tantos gatos con sus esposas y hazlos cantar a todos”. Así, al oído europeo, era como sonaban los instrumentos de los skomoroj.

Grabado de Will Sommers por Francis Delaram, 1615-1624.

Sin embargo, en el siglo XVII, de skomoroj sólo quedaba la música: los primeros Romanov eran reyes piadosos y no permitían los bailes ni las máscaras en sus palacios. En la corte sólo quedaban úsicos: “Los intérpretes de gusli, domra y violinistas” tocaban durante el reinado de Mijaíl Fiódorovich en las fiestas de palacio, “durante todo el día y hasta la noche”. Bajo los zares Mijaíl y Alexéi, los músicos europeos, como los organistas, también aparecían en las dependencias masculinas de los palacios reales, donde a menudo se recibía a los invitados extranjeros. Pero los enanos y los personajes extravagantes o deformes continuaron viviendo en las profundidades de los palacios reales durante todo el siglo XVII.

Pedro el Grande y su fascinación por los enanos

Incluso en la Rusia de Pedro, los enanos siguieron conviviendo con la nobleza rusa y los zares. La Lista de enanos que hay en Moscú, elaborada en 1710, muestra que dos enanos pertenecían a la zarina Praskovia Fiódorovna (esposa de Iván Alexéievich, hermanastro de Pedro) y a la zarina Marfa Matvéievna (esposa del difunto zar Fiódor Alexeivich). También vivían enanos en las casas de los boyardos Shein, Saltikov, Prozorovski, Jovanski, Apraksin y Narishkin. Todas estas familias pertenecían a la antigua nobleza moscovita. En total, en Moscú en 1710 había 34 enanos domésticos.

Los enanos también acompañaron al pequeño zarevich (príncipe) Pedro, que en los primeros años de su vida fue educado en las antiguas tradiciones moscovitas. Los enanos fueron el primer “séquito” del pequeño zarevich. Cuando creció, los enanos y enanos se convirtieron en los primeros soldados de su ejército, del que más tarde surgieron los famosos regimientos Izmáilovski y Preobrazhenski. Incluso en las serias maniobras de Kózhujov, en 1694, participó un grupo de 25 enanos, vestidos con diminutos uniformes de colores.

Cuando Pedro cumplió nueve años, su hermano mayor, el zar Fiódor Alexéievich, le regaló el bufón Komar (“Mosquito”, nacido Yákim Vólkov), que más tarde, según la leyenda, salvó al zar durante el motín de la streltsi (guardia real) de Moscú en 1682. En noviembre de 1710, el zar Pedro organizó una boda de enanos: Komar se casó con la enana de la zarina Praskovia Fiódorovna. Poco antes de la boda, Pedro emitió un decreto especial: “Enanos, hombres y mujeres... deben ser buscados por toda Rusia y enviados a San Petersburgo”. También ordenó hacer vestidos apropiados para todos estos enanos: “kaftanes (túnicas) y camisolas de tela fina y de color, con adornos y botones trenzados de oro, y espadas y sombreros; y medias y zapatos alemanes; para el sexo femenino - vestido negro y ropa interior y pantalones de fantasía y cualquier atuendo bueno de aspecto decente”. Así fue como el zar reunió a sus invitados para una boda “en miniatura”.

El día de la boda, la pareja se casó según el rito ortodoxo. El zar en persona, varios ministros y boyardos, y un elegante cortejo de 72 enanos y medianos, todos disfrazados, participaron en una solemne procesión hasta la iglesia. Cuando llegaron a la casa para celebrarlo, “los enanos, elegantes y ricamente vestidos con atuendos europeos”, ocuparon varias mesas pequeñas en el centro del salón, mientras Pedro y sus invitados se sentaban junto a las paredes para verlo todo con claridad: el festín, el baile de los enanos y, a continuación, la pelea de enanos (posiblemente ya acordado, ya que la mayoría de los enanos tenían experiencia en la actuación). Por muy salvaje que pueda parecer ahora, para los invitados de Pedro, incluido el enviado danés Just Juel, que lo describió, no hubo nada extraño en lo que ocurrió: “Es imposible imaginar los saltos, los retorcimientos y las muecas que se produjeron”. - escribió con entusiasmo el enviado danés. “Todos los invitados, especialmente el zar, no podían parar de divertirse y, al ver los manoteos y las muecas de estos 72 hombres y mujeres feos, casi se revolcaban por el suelo de la risa”.
Esta no fue la única boda de bufones organizada por Pedro. En 1695, celebró la boda de uno de sus bufones, Yákob Turguéniev. A la boda asistieron verdaderos boyardos y otros altos funcionarios. Iban “montados en toros, en cabras, en cerdos y en perros y llevaban vestidos ridículos, con montones de bigotes, con gorros calvos, con abrigos teñidos, cubiertos con patas de gato y colas de ardilla, con botas de paja, con guantes de ratón, con sombreros de paja”.

De estos atuendos se desprende que el zar Pedro, principal organizador de la boda, tenía un excelente conocimiento de la cultura rusa de la risa y tomó prestado mucho de los rituales paganos del Sviatki, la antigua fiesta pagana rusa. El Sviatki es un antiguo rito pagano ruso, el paso de un año a otro, que se celebraba después del solsticio de invierno. Los juegos del Sviatki, por tanto, parodiaban tradicionalmente los ritos de paso, como las bodas... y los funerales. El zar Pedro también fue conocido por celebrar un funeral enano.

El 1 de febrero de 1724 tuvo lugar el funeral del bufón Komar, 14 años después de su famosa boda. El servicio fúnebre fue realizado por “un diminuto sacerdote, que fue elegido deliberadamente para esta procesión debido a su pequeña estatura”. El difunto fue llevado en un pequeño ataúd colocado en un pequeño trineo tirado por ponis y conducido por los pajes de la corte, jóvenes de familias nobles. En el cortejo fúnebre había filas de enanos y enanas, dirigidos por “mariscales” enanos con grandes varitas en la mano, más altos que los propios “mariscales”. En marcado contraste, a ambos lados de la procesión “unos 50 enormes guardias caminaban con antorchas encendidas en la mano”. El propio zar también participó en la procesión, junto con el príncipe Ménshikov, pero no iban vestidos de luto, porque Pedro, de nuevo, al parecer se se lo pasó bien: por ejemplo, lanzó personalmente a los enanos al enorme trineo en el que iban a ser llevados a la fiesta del velatorio.

Esta fue la última ceremonia divertida en la que participó Pedro. Después de su muerte, bajo los siguientes gobernantes y, sobre todo, bajo Anna Ioánnovna, que también fue educada en las tradiciones moscovitas, los enanos y los bufones siguieron estando presentes en la corte. Bajo el reinado de Anna Ioánnovna tuvo lugar la boda del bufón Golitsin y la bufona Buzhenínova, durante la cual los recién casados tuvieron que pasar la noche en un palacio de hielo. Tras el reinado de Ana, los bufones del Imperio ruso pasaron a ser una reliquia del pasado.

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