Cuando exploradores soviéticos y canadienses esquiaron desde la URSS a Canadá por el Polo Norte

V. Chistiakov/Sputnik
En medio de la Guerra Fría, los agravios políticos se dejaron de lado en aras de la supervivencia.

En 1988, mientras la Guerra Fría dividía al mundo en dos, un equipo de esquiadores soviéticos y canadienses se unió para emprender una ardua misión: esquiar desde la Unión Soviética hasta Canadá pasando por el Polo Norte.

La expedición

Los planes para la expedición comenzaron en 1986, aunque de forma diferente. Inicialmente, un grupo de científicos y radioaficionados soviéticos alimentó los planes de esquiar hasta el Polo Sur. En el transcurso de la preparación inicial, los aventureros reconsideraron su destino final y, en su lugar, planearon una expedición de esquí al Polo Norte.

Mientras se realizaban los preparativos en la Unión Soviética, los canadienses se enteraron de la idea y les gustó tanto que no sólo se ofrecieron a unirse a la expedición, sino a hacerla aún más desafiante. Querían que el grupo cruzara el Polo Norte y luego esquiara hasta Canadá. Los esquiadores soviéticos aceptaron el reto.

Cielos rotos y mantequilla de cacahuete

El 3 de marzo de 1988, un pequeño equipo de ocho hombres soviéticos y cuatro canadienses emprendió la peligrosa expedición. Cada uno de ellos tenía una experiencia diferente, vital para el éxito de la arriesgada misión. Eran exploradores profesionales, médicos, investigadores, operadores de radio y fotógrafos. Incluso hubo un artista que que participó como miembro de la parte soviética del equipo.

Durante los meses siguientes, representantes de dos ideologías hostiles, unidos por su amor a la aventura, trabajaron juntos para soportar la dureza del entorno y se apoyaron mutuamente no sólo para lograr el éxito de su expedición, sino el de su propia supervivencia. Dadas las severas condiciones, su supervivencia estaba en peligro.

Desde el principio quedó claro que el viaje no sería un paseo. El inicio de la expedición se retrasó dos días debido a las graves condiciones meteorológicas que impidieron que el avión que transportaba a los exploradores despegara de la isla de Sredni, en el océano Ártico.

Cuando el equipo soviético-canadiense partió por fin, se quedó sorprendido por lo que les esperaba en el poco acogedor territorio deshabitado del Ártico. La temperatura era de -47°C y la oscuridad era total, ya que la noche polar aún no había cesado.

“La congelación deja cicatrices en la mayoría de los rostros. Los dedos de los pies y de las manos permanentemente entumecidos y dolorosos incluso cuando están calientes. Un esquiador tiene ampollas en los pies y está tomando medicación para ellas [sic]”, rezaba el primer mensaje que el grupo había enviado desde la travesía a tierra firme.

En las duras condiciones meteorológicas, el principal problema de los esquiadores era la humedad, ya que era imposible secar la ropa y las botas empapadas de sudor.

“La humedad es un gran problema en las tiendas, la ropa y las botas. No hay posibilidad de secar la ropa que no se está usando, ya que se congela instantáneamente al quitársela. Richard (Weber) y Christopher (Holloway) han dormido al aire libre todas las noches para evitar la condensación de la tienda de campaña con el éxito de unas perfectas habilidades de construcción de iglús”, rezaba el mensaje.

El grupo secó la ropa en iglús que construyeron específicamente para ello.

Los exploradores no tenían apoyo en forma de perros de trineo o vehículos. Once lanzamientos aéreos con comida, provisiones y esquís de repuesto fue todo lo que consiguieron a lo largo de los 1.750 kilómetros del viaje. Entre los lanzamientos aéreos, los esquiadores soviéticos y canadienses se ayudaron mutuamente.

Los mensajes transmitidos por radio en el transcurso de la expedición destacan los momentos de ayuda mutua:

“Tres pares de esquís rusos rotos y los sustituiremos por canadienses”.

En una ocasión, los miembros canadienses de la expedición describieron la reacción soviética a la mantequilla de cacahuete.

“Hemos descubierto que la mantequilla de cacahuete es uno de los mejores alimentos para viajar por el Ártico. La recibimos en trozos congelados de 100 gramos. El plan era originalmente de 50 gramos por hombre al día, pero es tan popular que lo estamos aumentando a 100 gramos diarios. Los soviéticos no estaban familiarizados con la mantequilla de cacahuete y, al principio, se mostraron algo recelosos, pero la han aceptado con ganas”, decía el mensaje.

El Polo Norte y más allá

Los aventureros dividieron la ruta en etapas. Cada etapa tenía una longitud de doscientos o trescientos kilómetros y requería una docena de días de esquí para completarla.

“El tiempo ha mejorado, pasando de unos escalofriantes 48 grados bajo cero a los actuales 25 grados bajo cero. Muchas de nuestras lesiones iniciales atribuibles al frío y a la inexperiencia se están resolviendo y estamos aprendiendo a convivir y trabajar juntos de forma más eficiente como grupo viajero. En el mapa, nuestra eficiencia ha mejorado. En nuestras tiendas y en nuestras mentes, el estado de ánimo ha pasado de la aprensión, la sombría eternización y la preocupación por la supervivencia a la optimización, la convivencia y la sensación de logro”, rezaba uno de los mensajes del grupo al exterior.

La expedición llegó finalmente al Polo Norte el 26 de abril de 1988, donde fueron recibidos por funcionarios tanto de Canadá como de la URSS, un grupo de periodistas y algunos radioaficionados, que ayudaron al grupo en la comunicación por radio durante la expedición.

Para celebrar la llegada al Polo Norte, se realizó un lanzamiento aéreo con champán y caviar.

Tras la fiesta de bienvenida en el Polo Norte, los esquiadores se separaron de los funcionarios y periodistas y pusieron rumbo a los 750 kilómetros restantes hasta la isla canadiense de Ellesmere, su destino final.

A medida que la expedición se acercaba al final, el espíritu de los miembros del grupo se elevó. Ya no se enfrentaban a retos horrendos llenos de trampas mortales, sino a la gloria que prometía el final exitoso de la expedición.

La expedición soviético-canadiense del Puente Polar de 1988 terminó el 1 de junio de 1988, cuando todo el grupo pisó suelo canadiense. Se había completado una de las expediciones geográficas más peligrosas, pero también inspiradoras, del siglo XX.

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