Hoy en día, la energía eólica es popular en todo el mundo como una forma ecológica de generar electricidad. La capacidad de las turbinas eólicas aumenta cada año y actualmente asciende a cientos de gigavatios. En la Rusia actual, la energía eólica no es muy común y sólo representa el 1% de la producción total de electricidad del país (aunque en 2020 la capacidad de las turbinas eólicas del país se triplicó). Sin embargo, hace cien años, los científicos soviéticos estaban muy entusiasmados con la idea de utilizar el viento para generar energía.
Aerogeneradores para regiones remotas
Tras la revolución de 1917, la electrificación fue una de las principales prioridades de los bolcheviques. En aquella época, las pocas centrales eléctricas del país funcionaban con turba, carbón y petróleo, y estaba claro que para aumentar drásticamente la producción de energía se necesitaba una nueva fuente, que debía ser barata y abundante. Por ello, los científicos dirigieron su atención a la energía hidráulica y eólica.
Al final, la energía hidroeléctrica resultó ser más eficiente y representó una parte importante del suministro energético de la URSS (y en Rusia, el 20% de la electricidad se genera actualmente en centrales hidroeléctricas), al principio también se pusieron grandes esperanzas en la energía eólica.
En 1918 se fundó en Moscú el Instituto Central de Aerohidrodinámica (TsAGI). Creó los primeros aerogeneradores con una capacidad de hasta 30 kilovatios que entraron en producción en serie. En términos de tecnología moderna, esta cantidad de energía sería suficiente para alimentar un refrigerador durante un mes.
Los pequeños generadores de este tipo tenían muchas aplicaciones prácticas. Eran muy solicitados en zonas remotas de la URSS, en lugares como Buriatia y en las estaciones de la Ruta Marítima del Norte. Se utilizaban para cargar baterías, alimentar nodos de radio o iluminar casas. En total, se fabricaron varios miles de pequeños aerogeneradores.
Otras oficinas de diseño también desarrollaron turbinas eólicas. Por ejemplo, en 1931 se construyó cerca de Balaklava (Crimea) el aerogenerador más potente de la época. Tenía una capacidad de 100 kilovatios.
Los aerogeneradores industriales modernos alcanzan una capacidad de entre 6 y 8 megavatios, pero hace un siglo, 100 kilovatios se consideraban un verdadero avance.
El aerogenerador de Balaklava pesaba 9 toneladas y tenía una envergadura de 30 metros. Fue inventada por Yuri Kondratiuk, uno de los pioneros de la astronáutica (calculó la trayectoria de vuelo a la Luna), que también participó en el diseño de parques eólicos.
La turbina eólica de Crimea alimentó toda la línea de tranvía Balaklava-Sebastopol.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, tanto el generador como la línea de tranvías fueron destruidos por los bombardeos. A mediados de la década de 1930, hubo un plan para construir otro parque eólico en Crimea, cerca de la cima de la montaña Ai-Petri, pero el proyecto nunca se llevó a cabo.
Una turbina eólica como atracción turística
El principal problema de los primeros molinos de viento era la falta de tecnología de almacenamiento, lo que significaba que cuando no había viento podías quedarte sin electricidad. La solución al problema la encontró Anatoli Ufimtsev, un inventor autodidacta de Kursk (en el sur de Rusia). En su antigua casa aún puede verse un parque eólico con un mecanismo de almacenamiento que construyó en 1931. El dinero para el proyecto provino de TsAGI y del destacado escritor soviético Maxim Gorki. El molino de viento de Ufimtsev iluminaba su taller, su casa y parte de la calle en la que vivía. El parque eólico siguió funcionando tras la muerte del inventor en 1936. Hasta 1957, su funcionamiento fue mantenido por un mecánico local, que había participado en su construcción. Sin embargo, el molino tuvo que dejar de funcionar porque algunas de sus piezas ya no eran aptas para el uso y volver a ponerlo en marcha resultó imposible. Hoy en día, la casa de Ufimtsev se ha convertido en una de las atracciones turísticas de Kursk y tiene un atractivo especial para los aficionados a la tecnología.
Energía eólica para el socialismo
Con el desarrollo del sector energético, las deficiencias de los molinos de viento en comparación con la energía hidroeléctrica, nuclear o de gas se hicieron evidentes. No obstante, la energía eólica siguió utilizándose cuando fue necesario, incluso para la industria y los “grandes proyectos de construcción” en el Extremo Norte y el Extremo Oriente.
En 1973 se adoptó un programa estatal para el desarrollo de la energía eólica.
Uno de los primeros parques eólicos completos de la URSS se construyó a finales de los años 80 en la isla de Saarema (Estonia), que constaba de 64 aerogeneradores y proporcionaba energía a una fábrica de pescado.
Más o menos al mismo tiempo, se desarrolló el generador Raduga-1 con una capacidad de 1 megavatio. Uno de estos generadores se ha conservado en Calmukia (en el sur de Rusia). Estuvo en funcionamiento hasta 2014, pero ahora ha sido abandonado.
Para uso doméstico, la empresa Vetroen producía pequeños molinos de viento llamados Romashka (“margarita” en ruso). Algunos de estos aparatos, principalmente bombas de viento, todavía se pueden encontrar en las dachas de todo el país.
“Funciona las veinticuatro horas del día y gratis”, escribe un usuario de una bomba de este tipo. “Bombea agua de un pozo desde una profundidad de hasta 8 metros”. Entre otras ventajas del aparato, el usuario destaca su seguridad, ya que no hay piezas que puedan quemarse.
En 1989, la URSS adoptó un amplio programa para el uso de energías alternativas, pero nunca llegó a aplicarse debido al colapso del país.
LEE MÁS: ¿Alternativa verde? Pueblo del Ártico ruso usa energía nuclear para calentar las duchas