A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la Organización del Tratado de Varsovia (más conocida como Pacto de Varsovia) fue un interminable dolor de cabeza para los generales de la OTAN. El enfrentamiento entre las dos alianzas político-militares más poderosas del mundo se convirtió en parte integrante de la época de la guerra fría.
Pocos saben que “el baluarte de la paz” y “el escudo del socialismo” (como se solía llamar al Pacto de Varsovia) se creó mucho más tarde que su rival occidental.
Una alianza de países socialistas
Los dirigentes de la URSS y de las “democracias populares”, como se denominaba entonces a los países socialistas de Europa Oriental y Central que estaban en la órbita de la Unión Soviética, se mostraron bastante indiferentes ante la decisión de las potencias occidentales de fundar la Alianza del Atlántico Norte en 1949. El bloque oriental creía que los acuerdos defensivos bilaterales que la Unión Soviética había acordado con sus nuevos aliados, así como la presencia de tropas soviéticas en su territorio, eran suficientes para garantizar su seguridad.
Además, la URSS, que había sufrido enormes pérdidas durante la Segunda Guerra Mundial, carecía del potencial económico y los medios técnicos necesarios para organizar un equivalente en la OTAN. La fiabilidad del personal militar de los países que se habían convertido en amigos de Moscú hacía poco tiempo, y después de que muchos de ellos hubieran luchado en el campo enemigo, también estaba en duda.
Sin embargo, con el tiempo, la situación económica de la URSS empezó a mejorar. Gracias a los esfuerzos de cientos de asesores militares soviéticos, las fuerzas armadas de Alemania Oriental, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y Rumanía se reorganizaron según el modelo soviético, y muchos de sus oficiales se formaron en academias militares y político-militares soviéticas.
Ya en 1951, en una reunión a la que asistió Stalin, el jefe del Estado Mayor del Grupo de Fuerzas Soviéticas en Alemania, el general Serguéi Shtemenko, propuso la creación de una “alianza militar de países socialistas hermanos”. Sin embargo, la Organización del Tratado de Varsovia se creó ya después de la muerte del líder soviético.
El principal desencadenante de su fundación fueron los Acuerdos de París firmados por los aliados occidentales en 1954, por los que Alemania Occidental se unió a la Alianza del Atlántico Norte y nació la Unión Europea Occidental, una organización político-militar de países europeos. Este evidente refuerzo de las posiciones del enemigo potencial en Europa Central condujo finalmente se firmó el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, en Varsovia en mayo de 1955- Los países que se adhirieron fueron la URSS, Bulgaria, Hungría, Alemania Oriental, Polonia, Rumania, Albania y Checoslovaquia, formalizando así la creación de una alianza militar y política de países socialistas.
Bajo el liderazgo de Moscú
En virtud de este tratado, las partes se comprometieron a ayudarse mutuamente en caso de amenaza militar, a establecer un mando conjunto de sus fuerzas armadas, que, por acuerdo entre ellas, se asignarían a este mando, y a tomar “otras medidas concertadas que puedan ser necesarias para reforzar su fuerza defensiva, a fin de defender el trabajo pacífico de sus pueblos, garantizar la inviolabilidad de sus fronteras y territorios y ofrecer protección contra posibles agresiones”.
Aunque el tratado proclamaba la igualdad de sus participantes, en realidad, desde los primeros días de la existencia de la organización y hasta su disolución, el papel clave en ella correspondió a la Unión Soviética. Los borradores de todos los documentos clave que examinaba el órgano supremo de la organización -el Comité Consultivo Político (a cuyas sesiones asistían los jefes de gobierno de los Estados miembros)- se aprobaban primero en Moscú.
Además, los puestos de comandante en jefe y de jefe de estado mayor de las Fuerzas Armadas Conjuntas de los Estados miembros del Pacto de Varsovia recaían invariablemente en comandantes soviéticos, mientras que los representantes de los demás ejércitos, por regla general, actuaban como sus suplentes.
Mientras que Estados Unidos calculó y distribuyó meticulosamente la carga financiera del mantenimiento de la OTAN entre todos sus países miembros, casi todos los costes del Pacto de Varsovia fueron asumidos por la Unión Soviética. A la URSS le correspondía alrededor del 45 por ciento de los fondos asignados para el trabajo del Mando Conjunto y su personal, mientras que su participación en la financiación de las Fuerzas Armadas Conjuntas y la infraestructura militar de la organización superaba el 90 por ciento.
Combatir la contrarrevolución
Los dirigentes soviéticos consideraban la alianza político-militar del bloque oriental como un contrapeso eficaz a la Alianza del Atlántico Norte. Nikita Jrushchov calificó el Pacto de Varsovia como “un importante factor de estabilización en Europa”.
Además de ser una herramienta de política exterior para Moscú, el Pacto de Varsovia también se convirtió en un importante instrumento para resolver situaciones de crisis en el campo socialista.
Durante el levantamiento húngaro (o, como se conoce en la Hungría moderna, la revolución) de 1956, las tropas soviéticas entraron en el país con el propósito de (según la orden del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Conjuntas Iván Konev) prestar “ayuda fraternal al pueblo húngaro en la defensa de sus logros socialistas, la derrota de la contrarrevolución y la eliminación de la amenaza de un resurgimiento fascista”. La teoría oficial era que actuaban “a petición del gobierno de la República Popular Húngara sobre la base del Pacto de Varsovia firmado entre los países del campo socialista”.
Si en Budapest la URSS se las arregló principalmente sola (con el apoyo del Ejército Popular Húngaro y los servicios de seguridad del país), en la tarea de reprimir la Primavera de Praga de 1968 ya participaron sus aliados del Pacto de Varsovia. Además de las unidades soviéticas, Checoslovaquia fue invadida por tropas de Polonia, Bulgaria, Hungría y la RDA.
El Pacto de Varsovia expiró en 1985. El 26 de abril, las partes lo prorrogaron por 20 años más, ignorando felizmente que solo duraría cinco. Tras el desmoronamiento de la URSS, seguido de la caída de los regímenes socialistas en Europa del Este y la unificación de Alemania, la existencia del pacto dejó de tener sentido.
El 1 de julio de 1991, los representantes de la URSS, Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía y Checoslovaquia firmaron en Praga un protocolo sobre la liquidación total del Pacto de Varsovia. En los 20 años siguientes, todos los antiguos aliados de Moscú entraron en la Alianza del Atlántico Norte.