En el siglo XIX, el tema de los lavabos y su organización se consideraba entre los historiadores rusos como algo “impropio” y “bajuno”. Sin embargo, “¿Dónde hacía de cuerpo el zar ruso?” es una de las preguntas más formuladas entre las personas que visitan los palacios y residencias históricas de Rusia.
Obviamente, la forma en que los aldeanos rusos gestionaban el alivio de sus intestinos no era en absoluto diferente de la forma en que se gestiona en cualquier pueblo del mundo: un pozo negro en algún lugar del patio. Pero la nobleza y la realeza rusa, que vivían en palacios de piedra, tenían aseos de un nivel completamente diferente.
Baños rojos
“El retrete estaba situado en la pared norte del salón y estaba iluminado por una pequeña ventana”, - escribió el historiador y restaurador Borís Postnikov sobre el retrete de la casa de piedra de Mijaíl Sarpunov, un rico platero de Pskov del siglo XVII. “Las aguas residuales pasaban por un canal vertical intramuros, posiblemente equipado con tubos de arcilla, a un cubo especial instalado un piso más abajo en un nicho intramuros. En uno de los lados de este nicho había una ventana en forma de hendidura hacia la calle para la ventilación, y en el interior del edificio una pequeña puerta para cambiar el cubo”.
En este ejemplo, se ve que la zona de eliminación estaba situada en un piso inferior y equipada con ventilación para deshacerse del mal olor. Este tipo de lavabos se conocían en los castillos europeos al menos desde el siglo XV. Pero, ¿a dónde iban a parar los residuos fecales? A los ríos de la zona. El historiador de la tecnología Nikolái Falkovski reveló que el Kremlin de Moscú, desde el siglo XVII, tenía un sistema de alcantarillado que iba a parar a los ríos Moskvá y Neglinaia. Los zares utilizaban lavabos personales o orinales, mientras que los funcionarios que trabajaban en instituciones estatales dentro del Kremlin tenían sus lavabos colectivos dentro de los edificios de las instituciones, que se limpiaban... anualmente.
¿Dónde estaban instalados los retretes? Una descripción de las habitaciones de Iván el Terrible en Kolomná dice que el baño estaba alejado de los aposentos del zar y la zarina, y conectado a ellos con pasillos de madera. Una descripción del palacio de Alexéi Mijáilovich en Izmailovo (1687) muestra que había evacuatorios en cada planta del palacio, situados cerca de las salas de estar y separados de ellas por pasillos.
El interior de los baños del zar y de la zarina estaba tapizado con tela roja. Los orinales de cobre portátiles que se podían llevar de viaje también estaban tapizados con terciopelo rojo y se transportaban en estuches especiales de cuero. Los orinales también se utilizaban en los salones: Pedro I, según los registros, tuvo su propio orinal, cubierto de tela y raso rojos, hasta que cumplió 11 años en 1683. Aunque no era impropio de un noble y de un miembro de la realeza utilizar un orinal incluso cuando ya eran mayores.
Donde defeca el Emperador
Los primeros inodoros rusos con agua corriente se instalaron en la década de 1710 en el palacio de Monplaisire, el lugar favorito de Pedro el Grande en Peterhof, y en el Palacio de Verano del Jardín de Verano de San Petersburgo. El primer ruso que tuvo un inodoro de flujo fue el príncipe Alexánder Menshikov, estrecho colaborador de Pedro.
¿Qué había dentro del retrete de un hombre rico en el siglo XVIII ruso? Una rara descripción extranjera de un cuarto de baños ruso fue realizada por Daikokuya Kōdayū (1751-1828), un capitán japonés cuyo barco se desvió de su rumbo cerca de las islas Aleutianas en 1783. Posteriormente, Kōdayū pasó casi 10 años en Rusia. A su regreso a Japón, fue interrogado exhaustivamente por sus compatriotas sobre la vida en Rusia, describiéndola con todo detalle.
Kōdayū escribió que los baños en las ciudades rusas se organizaban dentro de las casas (incluso las casas de cuatro o cinco pisos) tenían un baño en cada planta. Dentro, un asiento “en forma de caja, de 40-50 cm de altura”, con una abertura ovalada, “con los bordes blanqueados y alisados”. Para los niños, había baños especiales con tazas de váter más bajas. “Cuatro personas puedan utilizarlas al mismo tiempo. Los nobles tienen incluso estufas en sus letrinas para mantener el calor”, escribió Kōdayū. “Debajo de los agujeros hay grandes embudos de cobre, y todo fluye desde ellos a una gran tubería vertical que conduce a un pozo negro, que se excava en la profundidad de la casa y se forra con piedra”. El pozo ciego era vaciado regularmente por “equipos de alcantarillado” formados por personas de clase baja.
¿Cómo se organizaban las cuestiones de higiene personal en el Palacio de Invierno y otras residencias reales rusas? En gran medida, de la misma manera que en Moscú, pero con un giro europeo. En lugar de los voluminosos orinales, las damas utilizaban un bourdalou (orinal), una especie de bacinilla que podía meterse debajo de la falda durante el día sin necesidad de desplazarse hasta el baño. En el interior de las habitaciones, los orinales seguían estando presentes, pero durante el siglo XVIII, los baños se convirtieron en la norma en las casas de la nobleza y los palacios reales.
En 1777, en Inglaterra, se introdujo por primera vez un inodoro con cisterna de aspecto contemporáneo. Los retretes utilizados por los zares rusos de finales del siglo XVIII y principios del XIX se diferenciaban poco de los actuales. La gran diferencia radicaba en el sistema de alcantarillado: hasta el siglo XIX, el Palacio de Invierno no dispuso de alcantarillado central, sino de tuberías solitarias de madera o arcilla aquí y allá. Los residuos se sacaban del palacio en cubos (al igual que en la casa de Sarpunov del siglo XVII en Pskov) y se vertían en el río Neva.
En 1826 se instalaron en el Palacio de Invierno ciscaderos con cisterna y sistema de desagüe. El emperador Nicolás I, que prestaba gran atención a la higiene personal, ordenó que se instalaran retretes en sus habitaciones y en las de la emperatriz, y también no lejos de los principales salones de recepción. Durante las grandes recepciones en el palacio, la cuestión de los aseos era acuciante: a veces, cientos o incluso miles de personas estaban presentes en el palacio durante las ceremonias. El primer alcantarillado central del Palacio de Invierno estaba equipado con máquinas de bombeo y un depósito de residuos subterráneo. La caca se vertía al Nevá.
Después de 1838, escribe el historiador Ígor Zimin, se instalaron en el Palacio de Invierno retretes vidriados. Todos estaban instalados en armarios de madera dentro de las paredes de las habitaciones, con sus puertas disfrazadas de armarios, y esta “tradición” se conservó hasta principios del siglo XX. Nikolái Sablin, capitán del yate del emperador Nicolás II, recordaba que en 1914, cuando el presidente francés Raymond Poincaré estaba de visita en Rusia, se confundió tratando de encontrar un baño en el palacio de Peterhof: “En este viejo palacio, el lavabo era un aparato muy anticuado, empotrado en la pared y con paneles de madera. Como un armario. Cuando el presidente necesió este rincón, no lo encontró. Y cuando le indicaron su ubicación, se sintió sumamente confundido por una cosa tan antediluviana y no sabía cómo entrar en tal gabinete...”
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