En julio de 1983, un periódico indio de Nueva Delhi publicó un artículo en el que se afirmaba que los “experimentos estadounidenses” eran la causa probable de una nueva y misteriosa enfermedad llamada SIDA. Cinco años más tarde, el presentador de la CBS Dan Rather anunció a millones de estadounidenses preocupados que sus propios militares podrían haber estado detrás del virus mortal.
Ese mismo día, unos cuantos agentes del KGB seguramente se felicitaron por el trabajo bien hecho en la oficina del cuartel general en la plaza Lubianka de Moscú.
Nueva Delhi
La historia sobre los experimentos militares estadounidenses que podrían haber producido el SIDA se difundió lentamente, pero comenzó a extenderse por el continente africano y luego más allá como si de un incendio forestal se tratase.
“Asunto de los yanquis, no de los monos”, “Los expertos critican el 'silencio' sobre el SIDA creado por el hombre”, “¡El SIDA es una guerra bacteriológica del gobierno de EE UU contra los gays y los negros!”, fueron sólo algunos de los innumerables titulares que aparecieron en la prensa de todo el mundo, incluido el británico Daily Express, entre 1983 y 1987, antes de que que se le diera cobertura televisiva dentro de EE UU.
“Una publicación militar soviética afirma que el virus que causa el SIDA se filtró de un laboratorio del ejército estadounidense que realizaba experimentos de guerra biológica”, anunció el presentador de la CBS Dan Rather el 30 de marzo de 1987, ante millones de estadounidenses, que no tenían prácticamente ninguna forma de verificar la validez del informe soviético.
En el centro de este escándalo internacional en ciernes se encontraba una publicación poco conocida de Nueva Delhi, la primera en vincular al Pentágono con el SIDA. En el verano de 1983, el diario indio Patriot afirmaba que el SIDA “se cree que es el resultado de los experimentos del Pentágono para desarrollar nuevas y peligrosas armas biológicas”. También afirmaba que la enfermedad afectaba sobre todo a los inmigrantes haitianos dentro de EE UU, así como a los “drogadictos y homosexuales” estadounidenses, una acusación implícita de que los creadores del virus apuntaban a propósito a grupos de personas marginadas en su siniestro e inhumano experimento.
Resultó que la historia en el periódico Patriot había sido plantada por el KGB.
Departamento "A"
Había varios departamentos de la Segunda Dirección Principal del KGB, responsable del contraespionaje y creada el 18 de marzo de 1954, marcados con varias letras del alfabeto cirílico.
La A estaba asignada a un departamento de análisis con una tarea poco habitual: preparar y llevar a cabo “iniciativas y campañas clandestinas para influir en gobiernos y públicos extranjeros, así como para moldear las percepciones de individuos y grupos hostiles a los intereses soviéticos”.
Los agentes de este departamento A solían dedicarse a tender trampas, plantar historias falsas y supervisar su desarrollo de forma favorable a la URSS.
El fallecido Ladislav Bittman, que en una etapa posterior de su vida se hizo llamar Lawrence Martin, fue un agente del KGB en el departamento A antes de desertar e ir a EE UU en 1968. Bittman participó en muchas de las operaciones clandestinas del KGB.
Al principio de su carrera estableció un prostíbulo en Alemania para comprometer a los políticos y plantó documentos nazis falsos en el fondo de un lago “para agitar los sentimientos antialemanes”.
En una de sus últimas entrevistas antes de su muerte en 2018 a la edad de 87 años, Bittman, un anciano de aspecto frágil, no dudó un instante antes de ofrecer una definición tajante de lo que es la “desinformación”, que por cierto fue su ocupación durante mucho tiempo de su vida. En los círculos del KGB se le llamaba “medidas activas”.
“[Se trata de] información deliberadamente distorsionada que se filtra en secreto en el proceso de comunicación para engañar y manipular”, dijo Bittman.
Yuri Bezmenov, antiguo colega de Bittman en el KGB, que también desertó a EE UU en 1970 y asumió el nombre de Tomas David Schuman, afirmó que más del 80% del dinero gastado por el KGB en el extranjero se utilizaba para financiar la “subversión ideológica”, un proceso que desestabilizaba los sistemas económico, político e ideológico de un país.
En el caso de la historia del SIDA, el efecto desestabilizador para EE UU era evidente.
Las consecuencias
En 1981, unos cuantos empleados del Departamento de Estado, la CIA, el FBI, el Departamento de Defensa y otras agencias estadounidenses formaron lo que se conoció como “Grupo de Trabajo de Medidas Activas” (también conocido como el “Escuadrón de la Verdad”), un equipo interinstitucional cuya tarea era contrarrestar la desinformación soviética.
“Todo el mundo trabajaba a tiempo parcial en el tema. Todos nos sentábamos alrededor de la mesa una vez o dos a la semana. Venían los que podían ofrecerse como voluntarios”, explicó Kathleen C. Bailey, subsecretaria adjunta del Departamento de Estado y miembro del Escuadrón de la Verdad en aquella época. Se trataba de un enfoque extrañamente relajado del gobierno estadounidense para contrarrestar los esfuerzos de desinformación soviéticos.
Mientras tanto, la historia del SIDA empezó a perjudicar realmente los intereses de EE UU en el extranjero. Las acusaciones de que sus bases militares en el extranjero habían transmitido el SIDA a la población local de los países anfitriones socavaron las perspectivas de ampliar los contratos de arrendamiento de las bases. El personal militar estadounidense se vio comprometido en países como Alemania, Corea del Sur, Nicaragua, Panamá, Turquía, Kenia, Zaire, entre otros.
“Me enfadó mucho que acusaran a EE UU de crear el virus del SIDA, porque sabía lo eficaz que iba a ser eso como herramienta contra nosotros. Me enfureció profundamente. No solo daña la imagen de EE UU en términos culturales sino que influye en todas nuestras políticas. Está en su mente cada vez que discuten algo con nosotros”, dijo Bailey en una entrevista que concedió años después.
En 1987 Bailey organizó una conferencia de prensa en el Departamento de Estado en la que presentó un informe en el que se detallaban los esfuerzos del KGB por difundir la historia del sida y relacionarla con el gobierno estadounidense. “La imagen de EE UU en el extranjero está dañada y la política exterior se complica por la desinformación. El principal origen de la desinformación sobre EE UU en el extranjero es la Unión Soviética”, dijo Bailey.
Sorprendentemente, los esfuerzos de Bailey también fueron apoyados involuntariamente por la comunidad médica soviética. El científico soviético Viktor M. Zhdanov, que dirigió el Instituto Ivanovski de Virología en Moscú durante 26 años, asistió a conferencias internacionales y concedió entrevistas a los medios de comunicación en las que siempre negó categóricamente que el sida fuera creado artificialmente.
En una entrevista concedida a la publicación soviética New Time, Zhdanov dijo: “En efecto, se expresan las más diversas opiniones. Debo decir con pesar que se trata en su mayoría de opiniones de personas no especializadas. El virus del sida apareció de forma natural y parece estar evolucionando rápidamente”.