Cuando el joven Felix Dadaev, procedente de un pueblo daguestaní, se convirtió en el doble de Iósif Salin, el líder soviético ya tenía otros tres. La idea de los dobles se le ocurrió a Nikolái Vlasik a principios de los años 20, cuando se convirtió en jefe de seguridad del Kremlin. Stalin tenía demasiados enemigos políticos y no era seguro que apareciera personalmente delante del pueblo en reuniones públicas.
Y los temores sobre su seguridad se confirmaron. La primera persona que se convirtió en su doble, un caucásico llamado Rashidov, saltó por los aires por efecto una bomba colocada en la carretera cuando su séquito pasaba por la Plaza Roja. Sin embargo, el destino de Dadaev fue muy diferente. No sólo guardó silencio durante 55 años, ocultando la verdad sobre su pasado incluso a su familia, sino que sigue vivo hasta. Tiene 100 años.
Dadaev nació en 1920 en el pueblo montañés de Kazi-Kumuj y, tras llevar una vida de pastor desde niño, comenzó el aprendizaje como joyero. Pero su verdadera pasión era la danza. Tras trasladarse a Grozni, la capital chechena, comenzó a tomar clases de ballet y, cuando su familia se trasladó más tarde a la RSS ucraniana, fue invitado a actuar en el conjunto estatal.
El país quedó prendado de las dotes naturales de este joven de 20 años: bailaba, hacía malabares y trucos, y mostraba unas nada desdeñables dotes actorales y, curiosamente, era la viva imagen del hombre más emblemático del país.
“Cuando era joven, me parecía increíblemente al líder de todos los tiempos y pueblos, hasta el punto de que otros pastores de las tierras altas se burlaban de mí por ello, llamándome Soso [Iósif en georgiano]. Yo fingía molestarme, pero en mi corazón estaba increíblemente orgulloso de tener un parecido con el gran padre de todos los pueblos” recuerda Dadaev.
Cuando estalló la guerra, el destino de Dadaev quedó sellado: el joven fue enviado a actuar al frente para levantar el ánimo de los soldados. Su fama se extendió rápidamente a la cúspide de la pirámide del partido comunista, pero es difícil saber si el NKVD habría mostrado tanto interés por Dadaev, si no hubiera sido gravemente herido en un ataque enemigo y declarado muerto: “Siete cuerpos fueron entregados al hospital, pero resultó que ¡dos seguían vivos! Yo era uno de ellos”. El error, sin embargo, no se registró inmediatamente. La familia de Dadaev recibió una carta desde la morgue, por lo que, durante el resto de la guerra, se pensó que había muerto en el campo de batalla.
La inteligencia soviética consideró este acto de desaparición accidental como un regalo. En 1943, tras otra de sus actuaciones, Dadaev fue invitado a una lujosa cena y se le explicó lo que se esperaba de él. Para empezar, debía llamar la atención en el lugar y el momento adecuados, por ejemplo, saliendo del Kremlin y subiendo a un vehículo.
“En realidad, ¡yo era una copia al cien por cien de Soso! Nos parecíamos en altura, voz y nariz. Lo único que me delataba eran las orejas. Transformar eso, por cierto, no fue muy difícil. Las orejas se me cubrían en unas prótesis especiales de tono de piel hechas de un derivado de la gutapercha, lo que hacía que el canal auditivo pareciera más profundo. Se añadían varios ajustes, se cubría cualquier pega con maquillaje, y ya está: tenía las orejas de Stalin, recuerda Dadaev.
Para convertirse realmente en un doble convincente, el daguestaní tuvo que engordar 11 kilos, amarillear artificialmente sus dientes (Stalin era un fumador empedernido) y pasar varios meses bajo la supervisión del NKVD, afinando la mímica, la entonación y los movimientos de Stalin hasta la perfección. Esto requería ver horas de metraje. Sin embargo, seguía habiendo una gran diferencia: el Stalin original y su doble tenían una diferencia de edad de casi 40 años.
“En aquella época no existía el tipo de cirugía plástica que hay ahora. Tenía un maquillador que trabajaba conmigo. Pero no podía estar cerca todo el tiempo. Así que tuve que aprender a hacer mis propias marcas de viruela [la cara de Stalin estaba llena de ellas desde la infancia]: Primero me aplicaba una capa de color marrón, parecida a un bronceado, y luego cogía un simple cepillo de señora con dientes de metal y lo presionaba profundamente en la cara, para que me quedaran las marcas profundas. Cuando se secaba, me maquillaba”, dice Dadaev. “Andaba así todo el día, y luego me lo lavaba todo por la noche”.
Sólo un círculo muy reducido de personas estaba al tanto de la verdad. Dadaev tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad que le prohibía incluso comunicarse con su familia.
Cuando Dadaev superó su primera prueba con éxito, se le encomendó una nueva tarea: presentarse ante una multitud, rodeado de otros miembros del partido.
“El objetivo principal era tratar de celebrar una reunión de prueba (con cohortes del partido - ed.) en total silencio. Hipotéticamente porque ‘el líder no está de humor para la cháchara’, pero si, por alguna razón, me veía obligado a hablar, debía hacerlo lacónicamente y, por supuesto, utilizando la voz de Iósif Vissariónovich. Esta fue, quizás, mi misión más fácil hasta la fecha”.
Felix Dadaev
Pavel Smertin/TASSEsto abrió la puerta a que se le confiaran misiones más serias, como atender visitas de estado de delegaciones extranjeras, ser filmado para la posteridad, leer informes en la radio, ser visto en el desfile de la Plaza Roja en celebración de la Victoria en la Gran Guerra Patria, saludar a las multitudes desde el Mausoleo, etc. Y nadie se dio cuenta. Años más tarde se supo que en muchos de los libros y apariciones en los medios de comunicación en los que aparecía la imagen de Stalin se trataba en realidad de Dadaev.
Quizá la misión más importante que se le encomendó fue la de protagonizar un viaje del jefe de Estado de la URSS a la Conferencia de Teherán en 1943.
“Se les ocurrió la idea de hacer dos vuelos: uno para llamar la atención. Era yo, disfrazado de Stalin, presentándome a la hora indicada y subiéndome al coche y llevándome al aeropuerto con la seguridad a cuestas. Todo esto era para que Stalin (bueno, su copia) apareciera en el radar [del espionaje extranjero]”, recuerda Dadaev, que obviamente no estuvo en la reunión real de los tres líderes en Teherán. Sin embargo, fue allí donde se llevó a cabo otro atentado contra la vida de Stalin.
Pavel Smertin/TASS
Alexánder Natruskin/SputnikEl hombre sólo se encontró con el verdadero Stalin una vez en su vida. El encuentro no duró más de cinco minutos y tuvo lugar en la oficina de recepción de Stalin. Dadaev, en estado de shock y asombro, no puede recordar el más mínimo detalle: “Aparte de la sonrisa de Iósif Vissariónovich, así como su fuerte asentimiento de aprobación, no pude memorizar nada”.
Tras la muerte de Stalin, ya no era necesario un doble, y Dadáev volvió a dedicarse a la actuación... así como a los monólogos, lo que se tradujo en representar espectáculos por todo el país. Hasta 1996, toda la información relativa a su trabajo como doble fue un asunto estrictamente secreto, y el hecho sólo se mencionaba en su archivo personal clasificado, guardado en algún lugar de las bóvedas del KGB. Cuando se levantó el veto, todo se hizo público, pero incluso todos estos años después, Dadaev afirma que sigue sin poder divulgar toda la verdad. Sólo un capítulo de su biografía está dedicado a este asunto.
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