Estado canalla
Después de la Primera Guerra Mundial, el ejército alemán, que una vez fue el más fuerte de Europa, presentaba un panorama lamentable. Según el Tratado de Versalles, no podía contar con más de 100.000 soldados. A los alemanes se les prohibió tener fuerzas blindadas, aviación militar, una flota de submarinos e incluso llevar a cabo investigación y desarrollo militar.
Sin embargo, el Reichswehr, como se llamaban las fuerzas armadas de la República de Weimar, no tenía intención de soportar su lamentable destino. Los militares germanos estaban decididos a desarrollar sus fuerzas armadas, pero era imposible hacerlo en territorio alemán, bajo la mirada de las potencias aliadas.
Pronto se encontró una solución: Alemania se dirigió a la Rusia Soviética con una oferta de cooperación. Este “estado canalla”, que acababa de vivir una devastadora Guerra Civil y una intervención extranjera, estaba rodeado de Estados hostiles y no era reconocido por ninguna potencia mundial. Como el comandante en jefe del Reichswehr, Hans von Seeckt, señaló: “La dictadura de Versalles sólo puede romperse a través del estrecho contacto con una Rusia fuerte”.
Moscú estaba feliz de acabar con su bloqueo estableciendo contactos con Alemania. Además, la cooperación militar con los militares teutones, que aún eran muy hábiles, era vital para la modernización del Ejército Rojo.
Eludir las restricciones
Las negociaciones sobre la cooperación militar entre Moscú y Berlín comenzaron antes del final de la guerra entre la Unión Soviética y Polonia (1919-1921). Ambos países compartían una fuerte afinidad basada en sentimientos antipolacos: al igual que Rusia, Alemania también tuvo que ceder partes de su territorio al estado polcaco, como ocurrió durante el levantamiento de la Gran Polonia en 1919. Sin embargo, no se habló de ninguna alianza político-militar.
En 1922, durante conversaciones mantenidas en la pequeña ciudad italiana de Rapallo, alemanes y los bolcheviques acordaron restablecer las relaciones diplomáticas. Mientras que públicamente firmaban acuerdos económicos, extraoficialmente se estaban llevando a cabo negociaciones sobre la cooperación en el entrenamiento de pilotos militares, tripulaciones de tanques y el desarrollo de armas químicas.
Como resultado, en la década de 1920, se abrieron en Rusia varias escuelas secretas alemanas, centros de entrenamiento e investigación militar. El gobierno de la República de Weimar no escatimó en gastos para mantenerlas, asignando anualmente hasta el 10 por ciento del presupuesto militar del país para este fin.
La cooperación militar soviética-germana estuvo envuelta en una atmósfera de completo secreto. Berlín necesitaba mantener ese secreto mucho más que Moscú. En 1928, el enviado soviético a Alemania, Nikolái Krestinski, escribió a Stalin: “Desde el punto de vista del Estado, no estamos haciendo nada contrario a ningún tratado o norma del derecho internacional. Los alemanes son los están violando el Tratado de Versalles, y son ellos los que deben temer que se todo salga a la luz y preocuparse por mantener el secreto”.
Las instalaciones de Lipetsk
En 1925 se estableció en secreto una escuela alemana de aviación cerca de Lipetsk (a unos 400 km de Moscú), financiada totalmente por Alemania. Se acordó que la escuela formaría tanto a pilotos alemanes como soviéticos, que tomaban prestada la experiencia de sus colegas occidentales.
Además de impartir formación académica, la escuela realizaba pruebas de nuevas aeronaves, equipos de aviación y armas, y practicaba tácticas de combate aéreo. Los aviones eran comprados por el Ministerio de Defensa alemán a terceros países a través de intermediarios y entregados en el territorio de la URSS. El primer lote consistió en 50 cazas Fokker D.XIII holandeses que fueron entregados al centro aéreo de Lipetsk, desmontados.
El programa de entrenamiento de un piloto alemán en la URSS duraba unos seis meses. Llegaron a Lipetsk en secreto, con nombres falsos, y llevaban uniformes soviéticos sin insignia. Antes de llegar a Lipetsk, fueron oficialmente despedidos del Reichswehr, y luego fueron reintegrados a su regreso. Los pilotos que morían en accidentes, mientras probaban aviones, eran devueltos a casa en cajas especiales etiquetadas como “partes de máquinaria”.
En sus ocho años de su existencia, la escuela de aviación de Lipetsk formó a más de 100 pilotos alemanes. Entre ellos se encontraban figuras que serían de gran importancia en la futura Luftwaffe, como Hugo Sperrle, Kurt Student y Albert Kesselring.
A principios de los años 30, tanto alemanes como rusos comenzaron a perder interés en la escuela de aviación de Lipetsk. Los primeros, pasando por alto muchas de las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, ya podían entrenar parcialmente a sus fuerzas armadas en su territorio. Para los segundos, tras la llegada de los nazis al poder en 1933, la cooperación militar y técnica con un enemigo ideológico era imposible. Ese mismo año, la escuela de aviación fue cerrada.
Las instalaciones de Kama
En 1926 se firmó un acuerdo para crear una escuela de tanques alemanes en la URSS, pero la escuela no se abrió hasta finales de 1929. Situada cerca de Kazan (a 800 km de Moscú), la escuela de Kama era denominada en los documentos soviéticos como Cursos de Entrenamiento Técnico para la Fuerza Aérea.
Las instalaciones de Kama funcionaban de la misma manera que las de Lipetsk: en completo secreto, con financiación principalmente del lado alemán, entrenamiento conjunto de tripulaciones de tanques soviéticos y alemanes. Los campos de entrenamiento cerca de Kazán se utilizaban activamente para probar el armamento de los tanques, comunicaciones, el estudio de las tácticas de guerra acorazada y el arte del camuflaje, así como la interacción dentro de los grupos de tanques.
Los blindados para pruebas, rebautizados como “Grandes Tractores” (Grosstraktoren), eran producidos en secreto para el Ministerio de Defensa alemán por las principales empresas del país (Krupp, Rheinmetall y Daimler-Benz) y se entregaban a la URSS desmontados. Por su parte, el Ejército Rojo proporcionó tanques ligeros T-18 y tanquetas Carden Loyd de fabricación británica que tenía en servicio.
Como en el caso de la escuela de aviación de Lipetsk, la de Kama no pudo seguir operando después de 1933. Durante su corto período de su existencia, entrenó a 250 tripulantes de tanques soviéticos y alemanes. Entre ellos estaban el futuro héroe de la Unión Soviética teniente general Semióon Krivoshein, el general de la Wehrmacht Wilhelm von Thoma y el jefe de personal de Heinz Guderian, Wolfgang Thomale.
Las instalaciones de Tomka
La escuela de guerra química de Tomka, en la región de Sarátov (a 900 km de Moscú), era la instalación más secreta del Reichswehr en territorio soviético. Consistía en cuatro laboratorios, dos viveros, una cámara de desgasificación, una central eléctrica, un garaje y viviendas. Todo el equipo allí presente, varios aviones y armas fueron transportados secretamente desde Alemania.
Tomka tenía un personal alemán permanente de 25 personas: químicos, biólogos-toxicólogos, pirotécnicos y artilleros. Además, la escuela tenía especialistas soviéticos como aprendices, ya que no tenían tanta experiencia en el uso de armas químicas como sus colegas occidentales.
En la instalación se llevaron a cabo distintas pruebas entre 1928 y 1933. Consistían en lanzar líquidos venenosos y sustancias tóxicas con el uso de aviación y artillería, y en la posterior descontaminación del terreno.
De todas sus instalaciones en el territorio de la URSS, a la que más se aferraron los alemanes fue a la Tomka. Además de la oportunidad de eludir las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, también tuvieron en cuenta el factor geográfico: en una Alemania relativamente pequeña y densamente poblada, no era fácil encontrar lugares adecuados para el ensayo de armas químicas. A pesar de que para la parte soviética esta instalación aportaba tanto dinero como una experiencia inestimable, la política prevaleció y Tomka fue clausurada el mismo año en que nacía el Tercer Reich.
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