En un caluroso día de verano, el 4 de junio de 1965, una playa de la ciudad de Novosibirsk estaba abarrotada de gente y el malecón adyacente al río Obi también estaba lleno, cuando la gente situada allí escuchó un rugido creciente.
De repente, un reactor militar apareció en el cielo, descendió hacia el agua y se dirigió hacia el puente de Octubre que atraviesa el río Obi. Los espectadores se quedaron helados: una colisión catastrófica parecía inminente...
Una maniobra suicida
Cuando Valentín Priválov tenía sólo 6 años, la Alemania nazi invadió la Unión Soviética. El niño, que vivía cerca de Moscú, fue testigo de cómo las tropas enemigas invadían su país”. Fue entonces cuando vio por primera vez un avión militar en acción.
“Un día, dos aviones Polikárpov I-16 volaron sobre mi cabeza, casi tocando los tejados de las casas. Antes de eso, ni siquiera había visto un tren. Este fue el comienzo de mi sueño”, dijo (enlace en ruso) Priválov muchos años después del incidente del puente lo convirtiese en el más temerario piloto de la aviación soviética.
Priválov persiguió su sueño de infancia y a los 20 años se convirtió en teniente de la aviación naval que servía en el Báltico, donde se acostumbró a volar sobre cuerpos de agua, una rutina que otros pilotos pueden encontrar desafiante.
Unos años más tarde, Priválov fue trasladado a Siberia, donde voló, entre otros, desde el aeropuerto de Novosibirsk. Él y sus compañeros pilotos solían pasar el tiempo libre relajándose en la playa de la ciudad, la misma donde los espectadores sorprendidos presenciarían más tarde la maniobra suicida de Priválov.
“La idea de volar bajo el puente me vino hace mucho tiempo. Pero sabía que si lo hacía me prohibirían volver a volar”, contó Priválov.
Un regalo del destino
El 4 de junio de 1965, Priválov y otros tres pilotos recibieron la orden de volar una ruta con un intervalo de 30 minutos entre los aviones. Cuando el avión de combate MiG-17 de Privalov salió del aeródromo, el piloto tuvo que internarse en unas nubes.
“Cuando recibí la orden de descender, atravesé las nubes y de repente vi el puente. Eso fue todo. No me pude controlar. Parecía como si el destino me lo estuviese regalando”, declararía Priválov.
El entrenamiento naval le dio a Priválov la confianza para poder e estimar correctamente una distancia segura a la que mantenerse alejado de la superficie del río, por lo que el piloto se lanzó a toda velocidad. Volando a un metro por encima del agua, Priválov alcanzó la velocidad de 700 km/h para hacer que el caza respondiera muy bien a los controles.
El arco del puente que el piloto había elegido como su “puerta” tenía 30 metros de alto y 120 metros de ancho.
“Lo más interesante es que al acercarme al puente, es lógico suponer que cuanto más cerca estuviese, más amplio sería el espacio que vería. Pero para mí fue lo contrario: la ventana [del arco] se estrechaba cada vez más. Pero yo estaba muy tranquilo. [...] En cuanto sentí que el puente estaba detrás de mí, tiré del mando hacia mí y subí hacia las nubes”, dijo Priválov.
Castigo o recompensa
Priválov estaba tan emocionado que apenas notó la conmoción de los espectadores e ingenuamente pensó que su pasada habría pasado desapercibida.
Muy pronto, los cuatro pilotos que participaron en los vuelos de entrenamiento fueron arrestados y se formó una comisión para investigar el incidente. El culpable del incidente fue descubierto inmediatamente.
Priválov fue llevado ante la presencia de Evgueni Savitski, un expiloto de caza que ahora era mariscal del aire de la URSS. Savitski estaba inspeccionando una fábrica de aviones en la ciudad donde había tenido lugar el incidente.
“Por supuesto, me dio una buena reprimenda”, dijo Priválov. Irónicamente, la fábrica donde tuvo lugar la conversación disciplinaria llevaba el nombre de Valeri Chkálov, un emblemático piloto de pruebas soviético conocido por sus “travesuras”.
El mariscal estaba acompañado por dos ayudantes que le dijeron en secreto a Priválov que no debía preocuparse: el alto mando había decidido resolver el incidente de forma positiva para él.
En una semana, la unidad militar de Priválov recibió una orden del ministro de Defensa de la URSS, Rodión Malinovski: “No castiguen más a Priválov. Las medidas disciplinarias [ya tomadas en la fábrica] son suficientes. Si no tiene vacaciones, dale un permiso de 10 días. Si tenía vacaciones, dale 10 días de descanso en la unidad.”
Priválov, que pronto reanudó su trabajo de piloto, sólo podía haber adivinado que su coraje y audacia habían complacido al heroico mariscal soviético Malinovski, quien, al parecer, no era ajeno a lo que significa tomar riesgos audaces. En cuanto a la famosa fotografía de la maniobra que se hizo viral en Internet años más tarde, es sin duda falsa: las proporciones del avión contra las del puente son erróneas, y el ángulo de inclinación del avión es demasiado pronunciado para ser correcto a esa baja altitud.
Según una versión, el broche falso fue creado por el diseñador Evgueni Sotsijovski para el museo de Novosibirsk.”Las proporciones fueron distorsionadas intencionalmente para que nadie en su sano juicio pudiera imaginar que se trataba de algo real”, dijo el historiador local y empleado del museo Konstantín Golodiáev.
Otra versión afirma que la instantánea fue creada por orden de un periódico local para ilustrar un artículo sobre la descabellada maniobra de Priválov.
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