Gallinero, casa de gánsteres o palacio del Conde Drácula solían ser apodos para esta célebre y única estructura de madera, que casi llegó al Libro Guinness de los Récords. Proyectado, construido y defendido a lo largo de múltiples pruebas y ataques por el empresario y emprendedor de los años 90, Nikolái Sutiaguin, el “rascacielos” de 13 pisos se elevó sobre las afueras de madera de la ciudad de Arjánguelsk en el norte de Rusia, durante unos 15 años, hasta que el edificio se derrumbó de forma verdaderamente trágica.
La historia de la construcción del rascacielos de madera comenzó en 1991, cuando la Unión Soviética se derrumbó. Nikolái Petrovich Sutiaguin, un ambicioso empleado de una empresa constructora estatal, se convirtió rápidamente en un exitoso hombre de negocios en Arjánguelsk en medio de los grandes cambios económicos de la década en Rusia. Sutiaguin fundó no menos de una docena de empresas, que se dedicaron a la construcción, la fabricación de madera e incluso la sastrería.
El antiguo constructor soviético comenzó entonces a aumentar sus conexiones con socios internacionales y autoridades locales. Era hora de que este empresario hecho a sí mismo tuviera un lugar de residencia acorde con su nuevo estatus. Y así, Sutiaguin dejó su habitación en un apartamento comunal y puso los cimientos de lo que pronto sería un gigante de madera en los suburbios de Arjánguelsk. El empresario eligió la madera, no sólo por ser el producto más ecológico y abundante de la región, sino también por haber sido el material sobre el que logró crear su pequeño imperio.
Después de recorrer el mundo por primera vez a principios de los años noventa, Sutiaguin intentó recrear algo de acuerdo con las impresiones que había experimentado em los países capitalistas, así como con su gusto y fantasía personales. Especialmente fascinado por las catedrales góticas de Alemania y las pagodas de Japón, el hombre de negocios decidió añadir algunos cambios a su casa de dos pisos, extendiéndola hacia arriba.
En sus entrevistas, Sutiaguin recordaba que cada vez que añadía un nuevo piso, no le parecía completo, así que seguía pidiendo a los trabajadores de la construcción que añadieran más y más escaleras y torres. Su objetivo final era ver el mar Blanco desde su casa, a pesar de la distancia de 40 km entre ambos lugares.
Inspirado por la idea de crear un lugar verdaderamente único de entretenimiento para sus socios internacionales y las élites locales, Sutiaguin consiguió también erigir una casa de baños de 5 pisos que incluía un salón de baile, una sala de billar y algunas habitaciones privadas.
A medida que la casa de Sutiaguin crecía, el interés internacional hacia ella también aumentaba. Durante varios años en la década de 1990 y a principios de 2000, el fantástico edificio fue muy popular, y miles de turistas pidieron a sus guías que incluyeran una parada para ver la original pieza arquitectónica durante su tour por Arjánguelsk. En la cima de su popularidad, la casa fue incluso nominada para entrar al Libro Guinness de los Récords Mundiales (ahora Récords Mundiales Guinness) como el edificio de madera más alto del mundo.
Los vecinos del rascacielos, sin embargo, tenían una idea bastante diferente de este. En numerosos informes se quejaron del peligro de incendio en el que el edificio ponía a todo el vecindario de madera, así como de los ominosos sonidos crujientes del edificio cuando soplaba el viento. Este último solía acompañar a caídas intermitentes de tablas o láminas de madera del edificio en los patios traseros vecinos.
Tan pronto como nuevas autoridades locales reemplazaron a las antiguas, las quejas sobre el rascacielos recibieron una respuesta. El nuevo gobierno se apoderó del edificio y abrió un juicio contra Sutiaguin, alegando que su nueva vivienda se las arreglaba para infringir todas las normas posibles, incluida una que prohibía a los propietarios privados erigir edificios de más de dos pisos sin obtener un permiso oficial de las autoridades. En efecto, como la construcción del rascacielos se había llevando a cabo bajo el patrocinio indirecto del permisivo gobierno de la década de los 90, el edificio resultó carecer de un plan arquitectónico o de documentos de propiedad legal que probaran su legalidad.
Comenzó una época oscura para el proyecto de Sutiaguin. Además de ser demandado por su titán de madera, Sutiaguin fue enviado a prisión durante dos años por chantaje. Al ser liberado, Sutiaguin persistió en construir su proyectada casa, ignorando el inminente juicio legal contra el rascacielos, cuyo final parecía acercarse rápidamente. Así que, a lo largo de los años del juicio, Sutiaguin añadió una azotea improvisada a cada lado del edificio por encima del segundo piso para evitar cargos legales y afirmar que todo lo que se elevaba por encima de la azotea eran añadidos decorativos.
No obstante, en 2008, el tribunal resolvió que este símbolo arquitectónico del Arjánguelsk de los años noventa debía ser demolido, porque no tenía ningún fundamento jurídico o lógico. Al final de su “vida”, el rascacielos medía 44 metros de altura. El edificio fue “recortado” hasta su cuarto piso y permaneció así hasta que la casa de baños de 5 pisos se incendió y destruyó los restos del sueño de Sutiaguin en 2012.
Sin embargo, el ex empresario y hombre de negocios Sutiaguin todavía no se ha rendido: sigue intentando obtener una compensación por la destrucción de su edificio y construir un nuevo símbolo de sus aspiraciones y sueños. Pero hasta hoy, sólo podemos encontrar a este único ejemplo de arquitectura fantástica en fotografías o en una serie de postales, llamadas “El Arjánguelsk que no verás”.
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