Fuente: Iván Malkin
Sábado
10:00
Antes de partir para descubrir el corazón de Arjánguelsk, comenzad por un pequeño paseo por el edificio del mercado local, situado detrás del Palacio de los Deportes. A estas horas de la mañana, podréis tomarle a la ciudad el pulso comercial. Es el momento en el que los puestos están cubiertos de verduras frescas, pescado y carne, con una armonía muy rusa. Continuad recorriendo la calle Tchoumbaroya-Loutchinskovo de este a oeste. En esta calle peatonal podréis admirar una hilera de casas tradicionales de varios pisos en madera, típicas de esta región nórdica.
A medio camino, una estrafalaria estatua de un hombre cabalgando una trucha llamará vuestra atención sin duda alguna: representa a Nalim Malinitch, un personaje de algunos cuentos de hadas rusos cuyo autor es originario de Arjánguelsk. Continuando por esta calle llegaréis a la Plaza Lenin. Junto a su estatua, que domina el centro de la plaza, uno se siente especialmente insignificante.
11:30
Finalmente llegaréis a los muelles del Dvina, primorosamente acondicionados. Tanto en invierno como en verano, no se puede por menos que dar un agradable paseo. Justo enfrente se encuentra el puerto de Arjánguelsk, que fue la única entrada rusa para el comercio con occidente hasta la fundación de San Petersburgo en 1703. Además de agradable, el paseo por el muelle será instructivo.
A lo largo de todo el muelle, aquí y allá, se erigen numerosas estatuas que cuentan la historia de la ciudad. Una foca de mármol recuerda el periodo de hambruna durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los habitantes tuvieron que alimentarse de carne de foca.
Un poco más allá, el almirante Nikolái Kuznetsov escruta el horizonte como lo hacía durante la época soviética. Si después de la caminata vuestro estómago ruge de hambre, podéis deteneros en el restaurante Bobroff, situado en los muelles, en la calle Popov 2. Ofrece platos tradicionales de la región, así como pescados y mariscos con una buena relación calidad- precio. Probad también alguna de las cervezas locales: son excelentes. El precio medio estará en torno a los 25-30 euros.
15:00
De camino otra vez hacia el centro de la ciudad, siempre por los muelles, os toparéis con un gran edificio coronado por dos cúpulas. Se trata de una de las edificaciones más antiguas de la ciudad: el museo Gostini Dvor, que era en origen un centro de negocios. Hoy en día alberga exposiciones muy bien documentadas sobre la historia de Arjánguelsk y de la región. No dudéis en dedicarle una hora y media. La entrada cuesta 200 rublos, unos 5 euros. El edificio ha rejuvenecido recientemente y acoge también conciertos y festivales de jazz. La ciudad es muy aficionada a este estilo de música.
Un poco más lejos, en el camino Teatralni, la magnífica iglesia de Nikolski, con sus cúpulas de bulbo doradas y sus muros multicolores merece que nos detengamos a admirarla.
Fuente: Iván Malkin
17:00
Si hay un deporte popular en Arjánguelsk, ese es el “bandy”, una versión del hockey pero que se juega en campos de fútbol helados. El equipo local, el Vodnik, ha sido nueve veces campeón de Rusia, lo que explica la pasión de la ciudad por esta especialidad. En el estadio Troud (avenida Lomonossov, 252), podréis asistir a entrenamientos o partidos. Si queréis empaparos del verdadero ambiente, podéis incluso acercaros al bar del estadio.
19:00
Y, como un bonito día no puede sino terminar con una hermosa velada, acercaos al centro de la ciudad, al club de jazz "Jazz Masterskaya" (calle Pomorskaya, 3), para comprobar la merecida reputación de la capital nórdica del jazz. Hay conciertos todos los sábados por la noche.
Por lo que respecta a las instalaciones hoteleras, encontraréis una gran oferta. Si vuestro presupuesto es modesto, reservad una habitación en el pequeño “hotel Lomonósov” por unos unos 12 euros. Pero prestad atención, porque el reglamento del lugar es bastante estricto con las horas de apertura. Si no, mucho más clásico, el hotel “Stolica Pomorya”, donde la noche cuesta unos 55 euros por persona o 75 por habitación doble.
Domingo
10:00
Salida para Malie Kareli, un museo al aire libre sobre arquitectura nórdica rusa, a unos 25 kilómetros de Arjánguelsk. La entrada cuesta 250 rublos (unos 6 euros). Para llegar, se puede tomar el autobús 104T desde la estación de autobuses, que tarda entre 30 y 40 minutos. Nada más llegar, uno se siente embrujado: diseminadas a lo largo de varios centenares de hectáreas se erigen casas campesinas, capillas iglesias. Todos son edificios en madera tradicional, construidos en la vasta región de Arjánguelsk; los más antiguos datan del siglo XVI y han sido desmontados y reconstruidos con total exactitud en este museo a cielo abierto.
Fuente: Iván Malkin.
De vuelta a la ciudad, si os fijáis bien en el curso del Dvina, veréis flotar troncos de árboles. En efecto, la región posee una importante industria maderera y en origen fue colonizada con el fin de explotar sus bosques.
14:00
De vuelta a Arjánguelsk, parad en uno de los numerosos "Casa de Blinis- Café" para avituallaros de blinis: son buenísimos y su precio es irrisorio. La cuenta por un plato de blinis hechos con leche concentrada, muy apreciada en la región, sumará solo unos 70 rublos (menos de 2 euros).
15:00
Si tenéis ganas de visitar el último museo, elegid el de la Marina del Norte (Nab. Severnoï Dvini, 86), al situado al este de la ciudad, cerca de los muelles del Dvina. No contiene ninguna colección extraordinaria, pero, sin embargo, os permitirá descubrir quiénes fueron los grandes exploradores rusos del Ártico (se encuentran a la entrada del museo bustos con sus efigies) y hasta dónde llegaron sus expediciones.
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