Intenta imaginarte el Océano Ártico sin hielo. No es fácil, ¿verdad? Bueno, los soviéticos no sólo lo imaginaron, incluso pensaron en construir casas cilíndricas para que la gente viviera allí, o crear una línea de ferrocarril a través del inhóspito Ártico.
Una quinta parte del territorio de Rusia se encuentra por encima del Círculo Polar Ártico, y sin embargo, sólo el 1% de la población del país (unos 1,5 millones de personas) viven allí. El permafrost, los duros inviernos que duran la mayor parte del año, los días y las noches polares... En conjunto, estas condiciones no se pueden calificar precisamente como cómodas. Sin embargo, la importancia de desarrollar el Ártico siempre ha sido clara. Es rico en recursos naturales, y sus aguas ofrecen las rutas marítimas más corta entre Europa y Asia. Por lo tanto, no es sorprendente que la URSS crease algunos proyectos realmente increíbles para esta parte del país.
1. Proyecto 501: “Vía muerta”
Un ferrocarril transpolar fue uno de los últimos proyectos de construcción a gran escala concebidos durante el gobierno de Iósif Stalin. Se suponía que debía conectar las ciudades de Chum, Salejard, Nadym, Novi Urengoy e Igarka, lo que implicaba la construcción de un total de 1.300 km de vías a través de bosques, ríos y pantanos virtualmente intransitables. El ferrocarril se construó para ser de una sola línea, con 106 pasarelas y 28 estaciones situadas cada 40-60 km. Su construcción comenzó en 1947 cuando unos 80.000 prisioneros del Gulag recibieron la orden de tender sus vías a partir de los dos extremos de la futura línea. No es de sorprender que todo el proyecto fuera altamente secreto, con la sección occidental de la línea llamada (de forma codificada) como Nº 501 y la oriental como Nº 503.
Utilizaron principalmente vías antiguas que databan de principios del siglo XX. Se decidió no construir puentes ferroviarios a través del Ob y el Yenisei. El plan era que en durante el verano los ríos pudieran ser cruzados por transbordadores y en el invierno por hielo. Durante varios inviernos, se congelaron troncos y traviesas en los ríos para que una locomotora de vapor pudiera transportar sus vagones de carga.
La construcción continuó durante casi seis años. En este periodo de tiempo, se completaron 700 km de la vía férrea, aunque los dos tramos nunca llegaron a conectarse. Tras la muerte de Stalin en 1953, la construcción se detuvo, los gulags fueron cerrardos y las vías que ya se habían construido se abandonaron rápidamente.
En el desierto de Siberia, todavía se pueden encontrar locomotoras de vapor oxidadas sobre rieles, barracas de madera y una serie de torres de campamento. Una de estas locomotoras se encuentra en un pedestal en las afueras de Salejard como un monumento a la “vía muerta”.
En la actualidad, sólo queda en funcionamiento un tramo de 200 km de la línea ferroviaria original entre Chum y Labitnangi (una ciudad al otro lado del río Ob desde Salejard), y los trenes de Moscú y Vorkutá hacen paradas a lo largo de ella. Además, se han restaurado varios pequeños tramos de la línea en la zona de Novi Urengoi, que se utilizan con fines industriales.
2. Armas nucleares para fundir el hielo de Ártico
La Ruta del mar del Norte es la ruta más corta de Europa a Asia. Sólo hay un problema que no es nada baladí: el hielo del Ártico hace imposible navegar por él fácilmente. Si no fuera por el hielo, Rusia podría crear una ruta de tránsito de mercancías económicamente atractiva, haciendo mucho más barato el transporte de tránsito nacional e internacional, sin mencionar lo que supondría para el desarrollo de los puertos y ciudades del norte. Pero tal vez podría existir alguna manera de reducir el impacto del hielo en la navegación en el Océano Ártico. Los científicos soviéticos tuvieron una idea poco ortodoxa para tratar de resolver este problema.
En los archivos del Instituto de Investigaciones del Ártico y la Antártida, hay una nota para Stalin de un miembro de la Sociedad Geográfica, un tal Alexéi Pekarski, que propone bombardear los depósitos de hielo con armas nucleares. “Un avión cargado de bombas atómicas podría volar a lo largo de la ruta y rompe el hielo con estas, formando un canal por el que pase una caravana de barcos” sugería Pekarski en la nota.
Stalin envió el documento al Instituto Ártico para su estudio, donde los científicos concluyeron que el uso de armas atómicas para limpiar de hielos el Ártico podría ser “muy efectivo”. Afortunadamente, en 1946 la URSS aún no tenía la bomba atómica, aunque fue creada sólo unos años después. Por supuesto, más tarde quedó claro que una explosión nuclear conlleva importantes efectos secundarios como la radiación, por lo que se abandonaron estas ideas radicales de lanzar una campaña de bombardeo del Ártico. Sin embargo, la idea de utilizar la energía atómica en el Ártico finalmente se materializó de otra forma.
A finales del decenio de 1950, la Unión Soviética construyó sus primeros rompehielos atómicos para poder tenerlos en navegación durante todo el año en sus aguas septentrionales. Hoy en día, estos poderosos rompehielos atómicos conducen a los buques por la Ruta del mar del Norte, mientras que el desarrollo ulterior de esta importante arteria de transporte se ha convertido en parte de un proyecto nacional a gran escala.
3. Ciudades con microclimas artificiales
La arquitectura de las ciudades polares estaría basada en el clima: los edificios deberían estar sobre pilotes para que su calor no derritiese el permafrost, causando que se hundiesen en el suelo. También se tendrían en cuenta factores como la protección contra el viento. Debido a estas duras condiciones, las consideraciones sobre su estética y confort fueron generalmente relegadas a un segundo plano. En la década de 1960, mientras todo el país se cubría con bloques de idénticos apartamentos prefabricados conocidos como Jruschovkas, los arquitectos soviéticos hicieron la original propuesta de construir bajo una cúpula una ciudad ártica.
La descripción de una de estas ciudades, donde todos los edificios estarían conectados por galerías cubiertas, fue publicada en una popular revista científica soviética llamada ‘Tecnología para la Juventud’ en septiembre de 1961. En el proyecto, ideado por los arquitectos S. Odnovalov y M. Tsimbal, un asentamiento ártico formado por bloques de apartamentos cilíndricos de 15 pisos estaría interconectado por pasajes climatizados y diversas instalaciones de infraestructura. Cada uno de estos complejos podría albergar de 500 a 10.000 personas.
“Entre otras cosas, la aerodinámica forma cilíndrica mejora la protección de los edificios contra las ráfagas de viento, haciéndolos muy estables durante ventiscas y tormentas de nieve", señalaron los autores del proyecto. El nuevo diseño se planificó para ser probado en Yakutia, pero al final, sólo se construyó una galería entre los edificios residenciales del pueblo de Udachni.
Sin embargo, hoy en día la idea de un asentamiento con microclima artificial se ha implementado parcialmente en dos bases militares del norte de Rusia: Trébol del Norte en Yakutia y Trébol del Ártico en la Tierra de Francisco José. Los edificios allí tienen forma ovalada y están conectados por un atrio triangular. Dentro hay habitaciones, salas de estudio, una sala de cine, un comedor, salas de recreo, una sala médica y un jardín de invierno con plantas.
4. Cambiar el clima
El influyente climatólogo soviético Mijaíl Budko teorizó que la principal causa del frío en el Ártico era el hielo en el Océano Ártico, por lo que para hacer el territorio más confortable y habitable era necesario encontrar una forma de derretir el hielo. En 1962, el científico propuso rociar el Ártico con el hollín producido por los desechos industriales del caucho, para que el hielo oscurecido absorbiera la radiación solar y se derritiera más rápidamente. Para acelerar aún más el proceso, propuso cubrir el agua libre de hielo con una película monomolecular. Afortunadamente, como muchos otros, este (por decirlo suavemente) controvertido y costoso concepto nunca fue implementado. Sin embargo, la investigación de Budko contribuyó significativamente al desarrollo del actual modelo climático de equilibrio energético.
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