1. La Galería Tretiakov y el Museo de Bellas Artes Pushkin
Poco después de la invasión alemana de la URSS el 22 de junio de 1941, en sólo 10 días el personal de la Galería Tretiakov y del Museo Pushkin de Moscú empacó la mayoría de los objetos más valiosos de sus colecciones y los sacó de la capital. Pero no sin algunas dificultades significativas en el camino.
Por ejemplo, el legendario lienzo de Alexánder Ivanov, ‘La aparición de Cristo ante el pueblo’, de la colección Tretiakov es tan grande que no cabía en ningún vagón de ferrocarril. El director de la galería, Alexánder Zamoshkin, midió él mismo los vagones, tratando de averiguar con los trabajadores del ferrocarril lo que se podía hacer. Al final, la pintura de 5,5 x 7,5 metros fue enrollada, envuelta en lona y transportada en dos vagones abiertos.
Una empleada de la Galería Tretiakov, Sofía Goldstein, recordaría más tarde cómo llevaron cajas y lienzos de la galería a la estación, ayudados por estudiantes muy jóvenes de escuelas de formación profesional y soldados del Ejército Rojo.
Una noche, a mediados de julio, un tren especial formado por 17 vagones partió secretamente de Moscú a Novosibirsk (a 3.300 km de la capital). Allí se colocaron, en el edificio inacabado de la Ópera, las exposiciones de la Galería Tretiakov, el Museo Pushkin y varias otras salas de exposiciones de Moscú. Parte de la colección del Museo Pushkin también fue llevada a la ciudad de Solikamsk, en el Territorio de Perm (a 1.500 km de Moscú).
El proceso de evacuación de las exhibiciones de los museos de Moscú duró un año más. En 1942, el edificio de la Galería Tretiakov resultó dañado en un ataque aéreo: testigos oculares describieron cómo la nieve y el viento soplaban a través de sus salas vacías. Muchos empleados del museo fueron evacuados o enviados al frente, pero también hubo quienes se quedaron atrás, cuidando los marcos y esperando el regreso de las colecciones.
El edificio del Museo Pushkin también resulto dañado: en octubre de 1941, una onda expansiva destruyó su enorme techo de cristal y destrozó parte de las ventanas. Además de los daños en la decoración de varias salas, algunas de las esculturas de la colección del museo, que no pudieron ser retiradas por su tamaño y peso, también sufrieron cicatrices.
La Galería Tretiakov reabrió una semana después de la rendición de Alemania; el Museo Pushkin reanudó su labor expositiva en octubre de 1946.
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2. El Museo Histórico y los Museos del Kremlin
El Museo Histórico de la Plaza Roja, al igual que el Kremlin, era un fácil blanco para cualquier bombardeo enemigo. Por eso sus diversas exhibiciones, desde la espada del líder militar Iván Suvorov y el tintero dorado del poeta Alexánder Pushkin hasta el caftán de Iván el Terrible o el traje ceremonial de Catalina la Grande, debían ser evacuados lo antes posible.
La tarea de despachar el valioso cargamento fue supervisada por el arqueólogo Alexánder Briusov. A finales de julio de 1941, más de 900 cajas de importantes piezas fueron transportadas en una barcaza abierta a lo largo del río Volga hasta la pequeña ciudad de Jvalinsk (a 900 km de Moscú). Sin embargo, pronto la línea del frente se acercó demasiado; hubo combates en la cercana Stalingrado, y las cajas se enviaron por ferrocarril a Kustanai (actual Kazajistán; a 2.000 km de Moscú).
El museo, sin embargo, permaneció abierto durante los años de la guerra. Su personal había hecho copias de algunas de las piezas más valiosas, para que los visitantes tuvieran algo que ver.
Las originales regresaron al museo en 1944. Hay fotos que captan el momento en que el personal del museo les dio la bienvenida.
En cuanto a los tesoros de los museos del Kremlin, justo al lado, al principio el plan era esconderlos dentro del propio complejo arquitectónico: en sus torres y en las criptas de las catedrales. Sin embargo, los alemanes se acercaban muy rápido y el comandante del Kremlin, Nikolái Spirídinov, decidió evacuarlos. Alrededor del 75 por ciento de las piezas de la Armería fueron llevados Sverdlovsk (actual Ekaterimburgo; a 1.700 km de Moscú), donde se almacenaron en el edificio de la NKVD. En la Armería sólo quedaron los carruajes reales. Asimismo, la mayoría de los iconos permanecieron en las catedrales del Kremlin. El Kremlin en sí mismo fue prácticamente ocultado a la aviación alemana: sus cúpulas doradas fueron pintadas de oscuro, las estrellas rojas envueltas en telas negras y la Campana del Zar cubierta con tablones de madera (LEA MÁS: Cómo los rusos hicieron “desaparecer” el Kremlin durante la Segunda Guerra Mundial).
Los museos del Kremlin fueron reabiertos antes del final de la guerra. En abril de 1945, sus primeros visitantes fueron los soldados de la guarnición del Kremlin que habían ayudado a evacuar las exposiciones y luego las volvieron a colocar en sus ubicaciones originales.
3. El Hermitage
Los museos de Leningrado (actual San Petersburgo) sufrieron un destino más duro. Tanto su personal como los voluntarios pasaron día y noche en los salones del Hermitage con el fin de empacar la mayor cantidad de piezas posibles. Los primeros pasos tomados para evacuarlas fueron bastante rápido: alrededor de un millón de objetos de valor fueron llevados a Sverdlovsk en los Urales.
Sin embargo, el 8 de septiembre de 1941 comenzó el asedio de Leningrado, por lo que un tren programado, que debía llevar más obras maestras del Hermitage fuera de la ciudad no pudo salir: las piezas fueron devueltas al museo y almacenadas en sus sótanos y en la planta baja.
El director del Hermitage Joseph Orbeli y su personal arriesgaron sus vidas para proteger el edificio y los tesoros que quedaban en su interior. Los sótanos del Hermitage se convirtieron en un refugio antiaéreo y varios empleados, con sus familias, se instalaron allí. Estuvieron de guardia día y noche, atrapando bombas incendiarias, extinguiendo incendios… todo el tiempo luchando por sus propias vidas durante los horribles meses y años del asedio.
Vera Miliutina, una artista y testigo ocular de esos eventos, recordó el duro invierno durante el asedio y la inquietante sensación que daban los pasillos del museo: marcos vacíos, paredes cubiertas de escarcha y fragmentos de vidrio roto que crujían bajo los pies, enviando ecos a través de los enormes salones.
Durante el asedio, sin embargo, el Hermitage organizó algunas visitas y veladas de poesía. Por cierto, entre las numerosas pinturas y otros tesoros de la colección del museo evacuados durante la guerra, sólo se perdió uno el “San Sebastián” de Anton van Dyck, que aún no ha sido encontrado.
4. El Museo Ruso
El Museo Ruso de San Petersburgo tiene la mayor colección de arte ruso, y sólo el número de pinturas que tuvieron que ser retiradas de las paredes y preparadas para la evacuación fueron más de 7.500. Estas incluían más de 60 lienzos monumentales, de 4 o más metros de longitud. “Se necesitaron varias docenas de personas para retirar de las paredes lienzos tan enormes como ‘El último día de Pompeya’ de Karl Briulov y ‘La serpiente de bronce’ de Fiódor Bruni”, comentó el director del museo Peter Baltun.
Enormes lienzos de 20-60 metros cuadrados tuvieron que ser retirados de los marcos y también cuidadosamente enrollados sobre ejes especiales sin una sola arruga y sin el más mínimo daño a las capas de pintura. Algunos tenían hasta 10 metros de largo y con diámetros que iban de 60 a 120 centímetros.
El primer lote de obras de arte del Museo Ruso fue evacuado a Gorki (actual Nizhní Nóvgorod; a 1.200 km de San Petersburgo) y el segundo lote fue a Perm (a 1.800 km de San Petersburgo).
Preservar las grandes esculturas de la colección del museo supuso un esfuerzo extra, recordó Baltun. Por ejemplo, la famosa escultura de Carlo Rastrelli “Anna Ioánovna con un niño negro”.
Bajarla del segundo piso fue un problema, y mucho más transportarla a cualquier parte. Por eso se decidió enterrarla en el suelo. Se cavó una profunda zanja en el jardín frente al museo, la escultura fue cuidadosamente cubierta con grasa de eje y envuelta en cartón alquitranado. Para marcar el lugar donde estaba escondida, se plantó sobre ella un parterre, que pronto se cubrió con flores.
5. Peterhof
El destino que corrió este magnífico palacio y sus patrominio fue quizás el más trágico. Unos 14.000 objetos de arte de Peterhof fueron evacuados a Novosibirsk y a la ciudad de Sarapul en Udmurtia (a 1.900 km de San Petersburgo). Pero una fracción de las numerosas esculturas de los parques del palacio se escondió en el patio de carga de la estación de trenes Moskovski de la ciudad y en la catedral de San Isaac (que, por cierto, nunca fue dañada por los bombardeos porque sirvió de guía para la aviación alemana).
Después de que todos los objetos valiosos fueron retirados, el personal del museo trató de ocultar lo que quedaba. Enterraron las esculturas restantes en cajas de madera en el parque y ocultaron algunas estatuas de bronce en el túnel de la fuente de la Gran Cascada.
Trataron de proteger los palacios contra los bombardeos, pegando con cinta adhesiva sus ventanas, cubriendo los suelos de parquet con arena y pegando sobre los paneles de las paredes de las salas.
Peterhof no sólo fue bombardeado, sino que se convirtió en campo de batalla y casi fue destruido. Todo lo que quedaba del Gran Palacio, a menudo descrito como el Versalles ruso, eran ruinas carbonizadas. Las fuentes fueron destrozadas y la mayoría de los árboles del parque ardieron. Más de 16.000 valiosos objetos de arte, incluyendo la escultura original de Sansón del pedestal de la famosa fuente, se perdieron para siempre.
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