En la Segunda Guerra Mundial, cuando un piloto perdía sus piernas esto solía significar una cosa: era dado de baja de las tareas de vuelo y debía olvidarse de surcar los cielos para siempre. Pero hubo personas que, al encontrarse en tale situación, desafiaron su destino y consiguieron la autorización necesaria para volver a ponerse a los mandos de un avión de guerra.
En Gran Bretaña, Douglas Bader fuee uno de esos hombres y, en la Alemania nazi, el piloto de stukas Hans-Ulrich Rudel. Hubo varias personas así en la URSS y Alexéi Maresyev fue el más célebre de todas ellas.
Alexéi Maresyev
El 5 de abril de 1942, el avión de combate Yak-1 de Maresyev fue derribado sobre los bosques de la región de Nóvgorod. Pasó 18 días intentando volver a las líneas del Ejército Rojo, usando el sol para orientarse. Totalmente demacrado, habiendo comido sólo “un puñado de hormigas y medio lagarto” en todo aquel tiempo, agotado por las constantes alucinaciones y con las piernas completamente congeladas, finalmente llegó a una aldea.
En el hospital, Maresyev sufrió una gangrena total. “Fue necesario amputarme las piernas. Ya se estaban cayendo a pedazos: cuando, acostado en la cama, intenté moverlas, empezaron a ceder por las articulaciones”, recordó Alexéi más tarde. “Un día vino un médico, me llevaron al quirófano, cogió unas tijeras esterilizadas y ante mis propios ojos me cortó las piernas con ellas. En algunos lugares, donde el tejido todavía estaba un poco vivo, era doloroso, pero en general no me dolió.”
Alexéi Maresyev recibió prótesis de piernas y no perdió la esperanza de volver a volar. Entrenó largo y tendido, y al comienzo de la batalla de Kursk fue asignado al frente de guerra. Sus muñones le dolían y sangraban, pero Alexéi tuvo cuidado de ocultarlo.
Inicialmente sus compañeros no confiaban en Maresyev, creyendo que un hombre discapacitado los fallaría en el momento más crucial. Sin embargo, todas sus dudas se disiparon cuando no sólo demostró ser muy eficaz en el aire, sino que también salvó la vida de varios pilotos en medio del combate aéreo.
El nombre de Alexéi Maresyev, que recibió el título de Héroe de la Unión Soviética, se dio a conocer en todo el país gracias a la publicación del corresponsal de guerra Borí Polevoi, Un Hombre de Verdad, que daba cuenta de las hazañas de Maresyev. El libro no sólo fue adaptado para la gran pantalla, sino que el compositor Serguéi Prokófiev incluso escribió una ópera basada en él, que fue presentada en el Teatro Bolshói.
Georgui Kuzmín
El avión de Georgui Kuzmín fue alcanzado por fuego antiaéreo en los cielos de la región de Briansk el 19 de noviembre de 1941, pero fue capaz de aterrizar su avión de combate, envuelto en llamas, en un campo cubierto de nieve.
Hundido en la nieve, Kuzmín se arrastró lejos del lugar del accidente hasta que habitantes locales local lo encontraron y se ocuparon de él. Mientras intentaba volver a sus propias líneas lo más rápido posible, fue hecho prisionero. Logró escapar y terminó luchando en una unidad de partisanos durante un mes.
Cuando Georgui finalmente entró en contacto con fuerzas amigas, sus pies, que ya habían sido heridos el fatídico día del accidente, eran un triste espectáculo. Los médicos tuvieron que amputarle el pie izquierdo y un tercio del derecho.
Habiendo aprendido a caminar con zapatos quirúrgicos, Kuzmín obtuvo autorización para volver a los mandos de un avión. Nombrado comandante de escuadrón, luchó en los cielos sobre Stalingrado. Con 19 victorias en su haber, Georgui Kuzmín tenía muchas posibilidades de convertirse en uno de los mejores ases soviéticos de toda la guerra, pero el 18 de agosto de 1943, murió en un combate aéreo sobre Ucrania.
Leonid Belousov
Después de un aterrizaje forzoso en 1938 en el que se incendió su avión de combate I-16, Leonid Belousov necesitó 35 operaciones de cirugía plástica para arreglarse la cara.
Para Belousov, los problemas resultantes de esa terrible experiencia no se limitaban a su rostro. Después del comienzo de la guerra, en 1941, las quemaduras en sus piernas comenzaron a causarle problemas, la gangrena había comenzado su repugnante trabajo. Ambas piernas del piloto tuvieron que ser amputadas como resultado, una de ellas por encima de la rodilla.
“Pasé 426 días en un hospital militar”, escribió Belousov en sus memorias, El dictado del deber. “Después de dos operaciones importantes recuperé mi fuerza y aprendí a caminar y a 'dirigir' mis miembros artificiales. De un día para otro aumenté la carga de mis piernas. A veces se rozaban tanto que sangraban, pero no permití que mi entrenamiento se detuviera. A medida que mi recuperación progresaba, tenía el n deseo cada vez más urgente de dejar el hospital y reincorporarme a mi regimiento lo antes posible”.
Leonid Belousov sólo pudo volver a luchar contra los alemanes en los cielos en 1944. Al final de la guerra había realizado 40 salidas de combate y derribado un avión enemigo.
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