“Contra las encías débiles y los dientes sangrantes, los dientes tambaleantes, el mal aliento, y para tratar todos los demás agravios dentales, mezclen el cuerno pulverizado de un ciervo con vino, luego pongan esta mezcla alrededor del diente suelto, y dejará de tambalearse”.
Así eran las recetas contra el dolor de muelas supuestamente creadas por Eupraxia (?-1131), la nieta de Vladímir Monómaco (1053-1125), Príncipe de Kiev. Si existió una mujer como Eupraxia (también conocida como Zoe o Irene) fue probablemente la primera mujer médica nacida en Rusia. Su apodo era “Добродея” (Dobrodeia, algo así como ‘bienhechora'). Después de casarse con Alejo Comneno, el hijo mayor y co-emperador del emperador bizantino Juan II Comneno, allí en Bizancio, creó un tratado, titulado “Ungüento” que es considerado como el primer tratado de medicina escrito por una mujer. La receta de antes está tomada de su libro. Aunque debemos admitir que los historiadores no están seguros de si esta persona existió realmente. Durante años, los rusos no tuvieron dentistas apropiados y usaban recetas o como esa o medicinas preparada por hechiceros.
El primer permiso oficial del gobierno para ejercer como dentista en Rusia fue otorgado en 1710 a François Dubrel. No es una coincidencia que esto sucediera bajo el gobierno de Pedro el Grande, pues al zar le encantaba realizar extracciones dentales y también es típico que Dubrel no fuera ruso. Los primeros dentistas del país fueron extranjeros. Poco a poco durante el siglo XVIII, algunos rusos también empezaron a practicar la cirugía dental, pero no fueron muchos: unos 24 en 1811, y 26 en 1844. La primera escuela privada de odontología se abrió sólo en 1881. Ahora veamos cómo cuidaban los rusos sus dientes en la antigüedad.
Miel, roble, rábano picante
Los rusos del Medievo tenían pocas opciones si sufrían dolor de muelas: ir a un curandero extranjero (probablemente griego), visitar a un médico brujo o ir a la iglesia.
San Antipas de Pérgamo era el santo cristiano “encargado” del dolor de muelas. Es venerado como el santo de los dentistas, y los rusos rezaban a Antipas cuando tenían dolor de muelas. Incluso los zares Iván el Terrible y Alexis de Rusia hicieron abundantes donaciones a la iglesia de San Antipas, construida en el siglo XVI cerca del Kremlin de Moscú.
Los médicos extranjeros no estaban a disposición de nadie más que zares y boyardos (eran los únicos que podían permitírselos). Así que, para la gente sencilla, la iglesia o los curanderos eran las únicas opciones disponibles. La forma más popular de tratar el dolor de muelas eran los encantamientos; aquí están algunos de ellos.
“Cómo se marchita y seca esta fresa, que los dientes del siervo de Dios se sequen y se vuelvan insensibles”, o “Baja, luna, y quítame el dolor de muelas, llévalo tan lejos como las nubes”, y así sucesivamente.
Seguramente, también se utilizaron pociones y medicinas de fabricación propia, siendo el roble el remedio más empleado. Los médicos brujos aconsejaban a los campesinos que sufrían de dolor de muelas que royeran corteza de roble o bebieran tinturas de corteza de roble. Esto, en realidad podía servirles: la corteza de roble contiene tanino, que tiene cualidades antisépticas.
Los antiguos textos médicos también contenían varias recetas para curar los dolores de muelas y distintas enfermedades de la boca. La miel y el rábano picante se utilizaban contra la estomatitis (inflamación de los labios), mientras que el alumbre (sales de sulfato) y el salitre eran utilizados con fines antisépticos.
Todas estas pociones eran necesarias, porque un ruso antiguo haría (literalmente) cualquier cosa para evitar ser operado. Obviamente, no había analgésicos en ninguna parte, así que cualquier operación era insoportablemente dolorosa, y peor todavía, no había médicos que pudieran realizar con éxito estas intervenciones. Sólo los zares y los grandes príncipes tenían acceso a atención dental profesional.
Los dentistas del zar
Después de que la princesa bizantina, Zoe Paleóloga (llamada Sofía en Rusia) se convirtiera en la esposa de Iván el Grande, Gran Príncipe de toda Rusia, la corte de Moscú alcanzó nuevas cotas culturales, incluyendo las médicas. Un médico alemán llamado Antón vivió en la corte de Iván en la década de 1480, un médico judío llamado León, de Venecia, fue conocido en Moscú en la década de 1490. En el siglo XVI, siempre podía encontrarse un médico extranjero (en la mayoría de los casos, uno inglés) en la corte de Moscú. Estudiando los restos de Sofía Paleóloga, los antropólogos descubrieron que en 1503, cuando Sofía murió, tenía alrededor de 50-60 años y tenía todos los dientes, menos seis, con una sola cavidad dental. ¡Increíble!
Las recetas contra el dolor de muelas aparecieron en el siglo XVI en el “Domostroi”, un conjunto de reglas e instrucciones domésticas. Recomendaba la col encurtida contra las encías débiles (¡es efectiva!), la tintura de apio para limpiarse la boca (¡de hecho ayuda!), y otras recetas bastante racionales. Se cree que “Domostroi” fue escrito por Silvestre, el mentor espiritual de Iván el Terrible.
El propio Iván tenía muy buena dentadura, lo que se puede ver claramente en una foto de los restos del zar. A los 53 años, su salud sufrió un duro golpe debido a un largo envenenamiento por mercurio (lo más probable es que Iván fuera alimentado en secreto con mercurio por sus enemigos, lo que le causó la muerte), pero sus dientes estaban en su mayoría intactos. Dicho esto, cabe recordar que el mercurio fue ampliamente utilizado en el Moscú de los siglos XVI y XVII para blanquear los dientes, lo que tuvo consecuencias devastadoras.
La belleza de los dientes negros
“Dientes blancos como el azúcar” era una expresión muy frecuente en las descripciones de las bellas rusas del siglo XVII hechas por extranjeros. Pero para conseguir estos dientes, las mujeres nobles pagaban un alto precio. Los dientes podían ser blanqueados con mercurio. Esto se hacía normalmente mientras la mujer buscaba marido, para apabullar al pobre candidato con una belleza divina; pero los dientes blanqueados con mercurio perdían lentamente su esmalte y se volvían grises y de un aspecto asqueroso.
Para ocultar los feos muñones de los dientes, las mujeres los ennegrecían con hollín, por lo que si se veía a una chica hermosa con dientes blancos y brillantes, lo más probable es que fuera recién casada o que buscase marido; las mujeres casadas tenían los dientes negros. ¡Agh!
Esta “moda” no duró mucho tiempo, porque los inconvenientes para la salud se hicieron evidentes rápidamente; sin embargo, en la campiña rusa, las esposas de los comerciantes ennegrecían sus dientes también en pleno siglo XVIII. La ayuda dental profesional fue (casi) inexistente en la campiña rusa hasta finales del siglo XIX.