En junio de 1940, las tropas alemanas derrotaron al ejército francés y pusieron fin a la Tercera República. Aunque el país se retiró de la guerra, no todos los franceses depusieron las armas.
La nación se dividió. Algunos estaban desesperados por liberar su patria, mientras que otros se acostumbraron a la nueva Europa, dominada por los nazis. En prácticamente todo el mundo, la “Francia Libre” de De Gaulle (rebautizada como “Francia Combatiente” en julio de 1942) luchó contra el régimen colaboracionista de Vichy. Su enfrentamiento también llegó a la fría y distante Rusia.
“En defensa de la civilización”
“Esta guerra es nuestra guerra, la llevaremos hasta el final, hasta la victoria”, comentó Jacques Doriot , el líder del fascista Partido Popular Francés, sobre la invasión alemana de la Unión Soviética en el verano de 1941 (Oleg Beida, The French Legion in the Service of Hitler. 1941-1944, 2013). Fueron las organizaciones colaboracionistas que operaban en la Francia ocupada, así como el régimen títere de Vichy, las que solicitaron que se enviaran tropas francesas al Frente Oriental.
No es sorprendente que Hitler fuera inicialmente escéptico. No le veía el sentido, ya que la campaña contra los bolcheviques no duraría seguramente más de cinco meses... Además, no quería dar a su enemigo derrotado la oportunidad de mejorar su posición geopolítica, que es exactamente lo que el gobierno de Vichy tenía en mente: La participación francesa en la “lucha europea contra el comunismo” le aseguraría un trato preferencial en la Europa de la posguerra.
Al final, enviar una unidad militar de voluntarios franceses al frente soviético-germano se consideró una buena medida de propaganda. Y para el verano de 1941, se habían abierto oficinas de reclutamiento en las que podían inscribirse quienes desearan “defender la civilización contra la barbarie oriental”.
La Legión francesa
A diferencia de la vecina España, que logró reunir una división completa con 18.000 voluntarios, el proceso de reclutamiento en Francia fue lento. Mientras que muchos españoles nacionalistas estaban ansiosos por vengarse de los bolcheviques por la participación de estos últimos en la Guerra Civil Española, los franceses no veían ninguna razón en particular para dirigirse hacia la lejana y hostil Unión Soviética.
Durante toda su existencia, la Légion des volontaires français contre le bolchevisme (Legión de Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo) no sedujo a más de 7.000 miembros, y la primera unidad sólo contaba con 2.352 efectivos.
Después de llegar al cuartel de Borgnis-Desbordes, cerca de Versalles, los legionarios vivieron su primera decepción. En lugar del esperado uniforme francés, se les entregó el Feldgrau (“gris de campo”), uniforme estándar de la Wehrmacht. Sólo los chebrones que llevaban la bandera tricolor revelaban que eran franceses. Habiendo pasado a formar parte del ejército alemán como el Regimiento de Infantería número 638, la Legión fue enviada al Frente Oriental en el otoño de 1941.
Siguiendo los pasos de la Grande Armée
Los legionarios franceses fueron trasladados a Moscú en el momento más álgido de la Operación Tifón, y se acercaron más a la capital soviética que cualquier otro aliado alemán (rumanos, húngaros, croatas, italianos, eslovacos y otros), llegando estar a sólo 63 km del Kremlin. Los franceses, como dijo el periódico marsellés L'Oeuvre, habían “venido a aplastar aquella mostruosidad”
La propaganda alemana y la de Vichy repetían sin descanso que los legionarios eran los herederos del Gran Ejército de Napoleón, destinados a restaurar el honor y la gloria de sus antepasados. Los franceses incluso organizaron excursiones a Borodinó, el lugar donde se libró la legendaria batalla en 1812.
Pero el Regimiento de Infantería número 638 se pareció a los soldados de Napoleón en algo no deseado. Junto con otras secciones del Centro de Grupos del Ejército invasor, se enfrentó a un poderoso contraataque soviético, que provocó la pérdida de 500 hombres, incluso por congelación y enfermedades durante su apresurada retirada. Aunque la escala no fue napoleónica, aquello supuso un gran golpe para una formación tan pequeña.
Los legionarios restantes se retiraron a Smolensk, y más tarde se utilizaron para llevar a cabo operaciones antipartisanas en los bosques de Bielorrusia Después de un segundo enfrentamiento infructuoso con el Ejército Rojo en 1944, la Legión fue finalmente retirada del frente y disuelta. Muchos soldados fueron transferidos al nuevo Regimiento Carlomagno (título completo: 33ª División de Granaderos Waffen de la SS Carlomagno), y participaron en la defensa del Führerbunker: el último refugio de Hitler en Berlín.
“Contra nuestra voluntad”
No todos los franceses del Frente Oriental acabaron allí como voluntarios. Más de 100.000 habitantes de la región de Alsacia-Lorena (largamente disputada por Francia y Alemania, y anexionada por el Tercer Reich en 1940) fueron clasificados como alemanes de pura sangre y movilizados para el combate. Sin embargo, esta germanización no se produjo hasta 1942, cuando la guerra con la URSS comenzó a exigir cada vez más recursos humanos.
La mayoría de los alsacianos y loreneses francófonos prefería a Francia y fueron muy reacios a luchar por Hitler. Conocidos como los Malgré-nous (“Contra nuestra voluntad”), fueron distribuidos entre las unidades alemanas en pequeños grupos y enviados al Frente Oriental, lejos de casa.
“Nos encontramos con algunos tipos interesantes”, recordó el teniente mayor Roman Glok de la 180 Brigada de Artillería Pesada soviética: “Entramos en un pueblo y nos encontramos a una mujer de pie fuera de una cabaña, nos invitó a entrar. Entramos y allí había un alemán de uniforme sentado a la mesa. La mujer nos dijo, ‘es un francés’. Comprobamos sus documentos y, claro, era francés. Le pedimos que cantase el himno nacional francés, y sonó bastante real. Al final, ni siquiera lo tomamos prisionero”.
Luchar contra el agresor
Mientras el gobierno de Vichy buscaba congraciarse con Hitler, sus oponentes de la Francia Libre se preguntaban cómo detener la cruzada oriental. “Cualquiera que luche contra Alemania lucha por liberar a Francia”, declaró Charles de Gaulle el día de la invasión nazi a la URSS. (Serguéi Dibov, La verdadera historia del Regimiento de Cazas de Normandíe-Niemen, 2017)
Los gaullistas estaban muy limitados en sus opciones para combatir a los invasores germanos. Incapaces de luchar contra los colaboracionistas en Europa, buscaron arrebatar el control de las colonias de ultramar de Francia de las garras del régimen de Vichy. Pero en algunos lugares, no fueron recibidos como libertadores. Muchos franceses despreciaban a de Gaulle por colaborar con los británicos. Sobre estos últimos se pensaba que habían abandonado el ejército francés en Dunquerque, y además habían atacado a traición a la flota francesa en el puerto argelino de Mers El Kebir para impedir la entrega de sus buques a los alemanes, lo que costó la vida de casi 1.300 marineros franceses.
El líder de la Francia Libre estaba en muchos aspectos lastrado por la ayuda británica, que no le daba a él ni a su gente ningún margen de maniobra. El despliegue de tropas francesas en la Unión Soviética fue una oportunidad para deshacerse al menos de parte de esta dependencia y establecer lazos a largo plazo con un nuevo aliado.
Pilotos franceses en los aviones soviéticos
La idea original fue enviar al Frente Oriental una división mecanizada francesa estacionada en Siria. Sin embargo, debido a la complejidad de la operación, se decidió crear un grupo de aviación de combate en la Unión Soviética. A finales de 1942, grupos de pilotos voluntarios franceses comenzaron a llegar a la URSS para servir en el nuevo escuadrón Normandíe (más tarde regimiento).
Deseando distanciarse de los británicos, los franceses pidieron que se les proporcionara aviones soviéticos, a pesar de la disponibilidad de cazas Hurricane suministrados a Moscú por Londres.
Hay que decir que la os pilotos franceses les gustó mucho el avión Yak-1. “Era más ligero que el Spitfire y parecía más rápido y fácil de volar. Despega rápidamente y es muy maniobrable... se adapta perfectamente a la nieve, a la suciedad y a los interminables campos rusos”, escribió el piloto Roland de la Poype en sus memorias L'épopée du Normandíe-Niémen (“La epopeya del Normandía-Niemen”).
Posteriormente, el Yak-1 fue reemplazado por el Yak-9, menos maniobrable, pero más rápido y mejor armado. Los pilotos terminaron la guerra pilotando cazas Yak-3.
Antiguos enemigos al servicio de los soviéticos
Los pilotos del Normandíe volaban con sus uniformes franceses algo no permitido en la Royal Air Force Británica), y con la bandera francesa en sus aviones. El mando soviético apenas intervino en los asuntos internos del regimiento, un bienvenido cambio del enfoque británico.
Las autoridades soviéticas incluso llegaron a permitir que voluntarios rusos (hijos de rusos blancos emigrados a Francia y por lo tanto oponentes de los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa) se unieran al regimiento. El diplomático soviético Alexánder Bogómolov comentó a uno de estos pilotos, Konstantín Feldzer: “Si usted o los pilotos franceses deciden repentinamente restaurar al zar al trono, no supondrá un problema para nosotros, porque 100 millones de rusos no lo quieren.”
A medida que los territorios franceses de ultramar pasaron de manos del régimen de Vichy al control de la Francia Libre, comenzaron a llegar a la Unión Soviética antiguos pilotos del bando colaboracionista. Hubo más de algunas peleas y contratiempos entre ellos y los pilotos que no habían servido Vichy, pero con el tiempo, los “vichistas” lograron expiar su pasado, y uno de ellos, Jacques André, incluso se convirtió en Héroe de la URSS.
En el aire y en el suelo
El período de servicio del regimiento Normandíe (que añadió Niemen a su nombre en 1944 como parte del primer ejército aéreo soviético) incluyó algunas de las batallas clave de la guerra: Kursk, la Operación Bagration, que terminó con la derrota del Grupo de Ejército Centro, y las operaciones en Prusia Oriental.
El mando soviético valoró muy positivamente las habilidades de los pilotos franceses, pero criticó su excesivo individualismo. Más de una vez, rompieron formaciones para lanzar misiones personales de búsqueda y destrucción. Pensando que estaban persiguiendo a un solitario avión enemigo, a menudo se enfrentaban a un grupo entero de cazas alemanes y eran derribados. Es más, como estos pilotos habían sido declarados traidores por el gobierno de Vichy, podían ser ejecutados inmediata si resultaban capturados.
El Normandíe-Niémen no luchó no sólo en el aire, sino también en tierra. Era una práctica común que los pilotos franceses patrullaran los bosques de Bielorrusia y Lituania en busca de unidades enemigas. Aunque los franceses generalmente trataban a los prisioneros alemanes mejor que los soviéticos, el intérprete militar Igor Eichenbaum recuerda que cuando se tropezaron con un grupo de voluntarios franceses integrados en la Wehrmacht, los ejecutaron en el acto.
Regreso a casa
A pesar de que las tropas de De Gaulle participaban ya en la liberación de Francia junto a fuerzas de EE UU y Gran Bretaña en 1944, se decidió mantener la escuadrilla en el Frente Oriental. Sólo en junio de 1945 se les ordenó regresar a su tierra natal.
Los pilotos franceses volaron a casa a bordo de sus aviones Yak-3, un “modesto regalo de la Unión Soviética a la aviación francesa”. Fueron estos cazas los que impulsaron el renacimiento de la Fuerza Aérea Francesa.
Con la pérdida de 42 pilotos, los hombres de la Normandíe-Niémen habían logrado 273 victorias aéreas contra el enemigo, lo que representaba el 80% de todas las obtenidas por Francia durante toda la guerra.
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