Era el carnicero más despiadado de Stalin. Vasili Blojín no solo dirigió un pelotón de fusilamiento (de los conocidos como “grupo especial”) que ejecutó a “enemigos del pueblo” en masa, sino que personalmente envió a 15.000 personas al otro mundo.
Blojín se convirtió en verdugo en jefe en 1926, asumiendo el cargo de comandante de la OGPU. En el transcurso de las tres décadas siguientes, esta organización sufriría varios cambios tanto de nombre (NKVD, MGB, KGB) como de liderazgo. El único factor constante fue Blojín.
La mano derecha del diablo
Llevar a cabo matanzas diarias no puede dejar de afectar a la psique humana. Muchos verdugos bolcheviques no podían soportarlo: terminaron en instituciones mentales, cayeron en una profunda depresión o cayeron en la alcoholemia. Las ejecuciones, de hecho, se realizaban a menudo en estado de ebriedad.
Vasili Blojín no era uno de ellos. Él abordaba su trabajo “profesionalmente”, con la mente fría. Nunca bebía antes de una ejecución y prohibía a sus subordinados hacerlo. El consumo de esta sustancia, para “aliviar el estrés”, sólo se permitía cuando el proceso había finalizado.
“Claro, bebíamos vodka hasta que nos desmayábamos. Puedes pensar lo que quieras, pero el trabajo no era fácil. Nos cansábamos tanto que apenas podíamos mantenernos en pie. Y nos bañábamos con colonia. Hasta la cintura. Era la única manera de deshacerse del olor a sangre y pólvora. Incluso los perros nos rehuían, y si nos ladraban, lo hacían desde una distancia segura”, recordaría Alexánder Yemeliánov, miembro de un pelotón de fusilamiento. (General Abakúmov: Verdugo o Víctima. Oleg Smislov. Moscú, 2017)
Blojín nunca permitió que su terrible trabajo afectase a su vida personal. Probablemente es el único verdugo de la historia que recibió una educación universitaria. Además, tenía verdadera pasión por los caballos: la biblioteca que tenía en su cada incluía hasta 700 libros sobre estos animales.
El sangriento Blojín rápidamente se forjó una carrera. Durante las represiones masivas de finales de los años 30, se le confió el trato con las víctimas de mayor rango. Armado con su querida Walther PP (que no se calentaba tanto como las pistolas rusas cuando se disparaba), ejecutó personalmente a los más altos líderes militares del estado soviético, incluyendo a Mijaíl Tujachevski, Iona Yakir y Ieronim Uborévich.
Su lista personal de víctimas también incluía al periodista Mijaíl Koltsov, al director de teatro Vsévolod Meyerhold y al escritor Isaac Bábel. Blojín tampoco dudó en ajusticiar a su antiguo patrón y jefe de la NKVD, Nikolái Yezhov, cuando este último cayó en desgracia ante el líder supremo.
Coqueteando con la muerte
En 1939, Vasili Blojín casi recibió su propia medicina. Lavrenti Beria, que acababa de convertirse en jefe del aparato de seguridad del Estado, comenzó a purgar a los hombres de Yezhov, y Blojín aparecía en su listado.
Sin embargo, habiendo pedido autorización al bigotudo “Padre de las Naciones”, Beria recibió un inesperado rechazo. “El camarada Stalin no estuvo de acuerdo conmigo, diciendo que esas personas eran necesarias para hacer el trabajo sucio”, recordaría en 1953. (El Politburó y el caso de Beria. Documentos recopilados. Moscú, 2012)
Al volver a su oficina, Lavrenti Beria convocó a Blojín y a otros líderes de “grupos especiales”. Se fueron después de una larga conversación, habiendo recibido carta blanca total del nuevo encargado.
La ejecución de los oficiales polacos
El culmen de la carrera asesina de Blojín fue el asesinato en mayo de 1940 de un grupo de oficiales polacos detenidos en el campo de Ostashkov en la región de Kalinin (ahora Tver), parte de la más amplia masacre de Katyn. Enviado desde Moscú, fue puesto a cargo de la ejecución, con una unidad de 30 oficiales de seguridad de la Cheka a su disposición.
"Blojín se puso su ropa característica: gorra, delantal y guantes de cuero marrón, estos últimos extendiéndose más allá del codo. Me impresionó mucho. Era la encarnación de la muerte”, recordó Dmitri Tokarev, jefe de la Dirección de la NKVD para la región de Kalinin. (General Abakumov: Verdugo o Víctima. Oleg Smislov. Moscú, 2017)
Los condenados fueron fusilados de noche, en grupos de 250 personas. Se empleó una media de tres minutos en ‘procesar’ cada víctima.
Después de cada turno de noche, Blojín dejaba que sus nerviosos subordinados bebieran alcohol. Él mismo se mantuvo perfectamente tranquilo, mostrando completa indiferencia ante lo que estaba pasando.
Como resultado de la operación de Ostashkov, 6.311 personas murieron, y Blojín disparó personalmente a más de 600 polacos. Para añadir ultraje a los asesinatos, se celebró un gran banquete con motivo del final de estos.
El verdugo se encuentra con su creador
Vasili Blojín tuvo suerte. Sobrevivió a todos sus jefes purgados (Guénrij Yagoda, Nikolái Yezhov, Lavrenti Beria, y Víctor Abakúmov) y fue colmado con condecoraciones: la Orden de Lenin, dos Órdenes de la Estrella Roja, la Orden de la Guerra Patria (de 1er Grado), y la insignia de Chequista Honorario.
Poco después de la muerte de Stalin, Blojín se retiró y recibió una pensión honorífica. Pero no tuvo mucho tiempo para disfrutarla. Pronto se comenzó a investigar los casos de víctimas purgadas y los crímenes del régimen estalinista.
El verdugo, que había batido todos los récords, fue convocado repetidamente para ser interrogado, pero pudo escapar a la persecución penal, ya que se le consideraba un instrumento, no un organizador del terror.
Sin embargo, en noviembre de 1954, Vasili Blojín fue despojado del rango de general de división “por haberse desacreditado a sí mismo mientras trabajaba para el Estado... y por ser indigno en este sentido del alto rango de general”. Sólo unos meses después, a la edad de 60 años, murió de un ataque al corazón (o se pegó un tiro, según algunas fuentes).
Irónicamente, el principal secuaz de Stalin fue enterrado en el Cementerio Donskoy de Moscú, donde los restos de muchas de sus víctimas yacen en fosas comunes.
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