Más de un millón de soldados soviéticos participaron en la terrible batalla de Stalingrado, que marcó un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial. Algunos lucharon para detener al enemigo en las afueras de la ciudad, otros participaron en combates cuerpo a cuerpo por cada edificio y calle. Juntos, dieron un golpe mortal a la fuerza alemana más poderosa del Frente Oriental: el 6º Ejército del General Friedrich Paulus.
Después de revisar docenas de memorias de soldados del Ejército Rojo que participaron en la batalla, imaginamos cómo fue la batalla de Stalingrado a través de los ojos de un soldado común que fue testigo de todos los episodios clave de esta pesadilla, desde el primer día hasta el último.
Te presentamos a nuestro héroe. El siberiano Mijaíl Nekrásov, de 20 años, un soldado raso de infantería. Recientemente reclutado por el Ejército Rojo, sufrirá su bautismo de fuego en el ojo del huracán de la batalla más horrible de la historia. Su diario se basa en las memorias de soldados de a pie, tanquistas, operadores de radio, artilleros y soldados de otras divisiones que, en conjunto, lograron romper en la ciudad del Volga la columna vertebral de la Wehrmacht.
23 de agosto de 1942
Acabo de llegar a Stalingrado y me encuentro con el infierno. Cientos de bombarderos alemanes están convirtiendo la ciudad en una tea ardiente. Todo lo que puede arder se encuentra en llamas. Incluso el Volga es consumido por el fuego: el petróleo ardiente de los almacenes bombardeados corre por las calles hasta llegar al río.
3 de septiembre de 1942
Bajo el bombardeo y el fuego de artillería, cruzamos al margen oeste del Volga. Es difícil distinguir lo que está sucediendo en el otro lado, pues sólo se vislumbran algunos edificios, que se asoman como cajas esparcidas entre ladrillos, troncos, piezas hierro, y las copas ennegrecidas de los árboles. Hemos establecido una base entre unas ruinas. El cuartel general del comandante del 62º Ejército, el General Chuikov, está situado aquí en la orilla del río.
12 de septiembre de 1942
La Luftwaffe sobrevuela la ciudad día y noche. No hay forma de escapar de su zumbido. Todo lo que quieres hacer es cavar más profundamente en la tierra, mordisquearla, escarbar con tus uñas para fundirte con ella, volverte invisible. Nuestros aviones casi no se ven por ninguna parte, a veces unos pocos “burros” (I-16) intentan contraatacar, pero se son reducidos a pedazos por el fuego de los “Messers” (Messerschmitts).
15 de septiembre de 1942
El comandante del regimiento 1345, el Mayor Zhukov, y el comisario del regimiento, el Instructor Político Superior Raspópov, fueron fusilados delante de la unidad: “Durante el ataque del enemigo, mostraron miedo en la batalla, abandonaron el regimiento y huyeron vergonzosamente del campo de batalla.” Despreciamos a los cobardes. Todos tienen miedo, pero todos luchan. Esos dos recibieron lo que se merecían...
19 de septiembre de 1942
La infantería enemiga se abrió paso por el centro de la ciudad, y en algún lugar obtuvo acceso al río. Se recibió la orden de retomar el Banco del Estado, desde donde los alemanes disfrutaban unas vistas estratégicas de todo el Volga. Un destacamento anti-retirada de la 13ª División de Guardias Fusileros irrumpió en el edificio con nosotros como apoyo. Zapadores vestidos como operadores de ametralladoras arrastraron cajas de TNT al interior. Después de la explosión, las tropas de asalto irrumpieron y eliminaron a la aturdida guarnición enemiga. Los destacamentos anti-retirada luchan en Stalingrado junto a las unidades normales. El alto mando los utiliza principalmente como unidades de reserva, y no para su propósito real. ¡De lo contrario no habría suficientes efectivos!
3 de octubre de 1942
Se lucha por cada edificio, cada calle. Día y noche. No hay más miedo, sólo violencia... y un constante sentimiento de cercanía de la muerte. Además de desesperanza e indiferencia. Nuestro tanque, destruido, está ahí al lado, algo se está quemando dentro, explotando. El sargento mayor se acerca al tanque humeante con una olla de gachas y la coloca con calma sobre el blindaje, para calentarlas. Ya nada me parece extraño...
7 de octubre de 1942
A veces vemos a algunos de nuestros T-34 y KV con cruces alemanas pintadas en las torretas. Una vez, al anochecer, varios de estos tanques capturados se infiltraron en una columna de nuestros tanques que se dirigían a ser reparados. Abrieron fuego desde la planta de tractores cercana e hicieron mucho daño antes de ser destruidos. Nuestros soldados, por supuesto, son héroes, pero los alemanes a veces muestran un nivel fanático de sacrificio.
23 de octubre de 1942
El mando nos ordenó que mantuviéramos las fábricas Barricada y Octubre Rojo a cualquier precio. Justo detrás de estos complejos gigantescos está el Volga. Si los perdemos, perdemos la ciudad. A pesar de nuestra resistencia, los alemanes nos están empujando hacia el río.
11 de noviembre de 1942
Todos los talleres de Barricada se han perdido. Los restos de nuestra división se las arreglaron para resistir en una zona de la fábrica. El enemigo destruyó a nuestros compañeros y nos rodeó por tres flancos en una pequeña parcela de tierra. Detrás está el Volga. La única comunicación con el “continente” es por barco.
18 de noviembre de 1942
Estamos resistiendo con nuestras últimas fuerzas. Toda nuestra pequeña “isla” está expuesta al fuego enemigo, a lo largo y ancho. Los alemanes la asaltan de día, y tratan de construir un túnel durante la noche. Luchamos cuerpo a cuerpo. Todos los sótanos están llenos de cadáveres. Las raciones que recibimos son sólo un trozo de pan seco al día. Los barcos intentan entregar provisiones y llevarse a los heridos, pero sufren grandes pérdidas. Por la noche nuestros aviones dejan caer carga, pero la mayoría fallan el objetivo. Hay escasez de municiones, así que luchamos con las armas capturadas al enemigo. Cuando las cosas se ponen muy mal, pedimos fuego de apoyo a nuestra artillería en la isla Zaitsevski.
22 de noviembre de 1942
Por fin buenas noticias. Resulta que durante varios días, en las afueras de la ciudad nuestros chicos han estado llevando a cabo la Operación Urano, una ofensiva contra las fuerzas rumanas que protegen los flancos alemanes. Hay muchas razones para esperar el éxito. Los rumanos están peor equipados y son menos efectivos que los soldados de la Wehrmacht. Tenemos un pequeño respiro. Los alemanes guardan silencio, nuestras posiciones ya no están siendo atacadas.
29 de noviembre de 1942
Hemos recibido la orden de atacar. La división debe liberar la fábrica y avanzar hacia el centro de Stalingrado. Yo no participaré en la operación. Una unidad de soldados, en la que estoy incluido, seremos transferidos fuera de la ciudad para reforzar la Operación Urano.
19 de diciembre de 1942
¡Qué pesadilla! En el pueblo de Verjne-Kumski, los tanques de Manstein rompieron nuestras líneas defensivas mientras intentaban asistir a sus propias fuerzas en Stalingrado. Unos diez de nosotros sobrevivimos. Corrimos hasta el borde del campo. Nuestra artillería estaba allí, sin hacer nada. Les gritamos: “¡¿Por qué no están disparando, bastardos?!” Ellos respondieron: “Tenemos tres proyectiles por arma. La orden es disparar sólo a quemarropa”.
Por la noche, los alemanes nos han rodeado. No sabemos dónde intentarán otro asalto. Todo alrededor es ruido de motores e idioma alemán. Nos han visto y abrieron fuego. No puedo decir cuántos huyeron. Apenas conscientes, irrumpimos en un pueblo. Había un tipo con un traje de camuflaje blanco. Lo agarré por el cuello, lo sacudí y le grité en la cara: “¡¿Quién eres?!” Estaba asustado, silencioso. Le agarré su gorra y me pinché la mano con las esquinas afiladas de una... ¡estrella del Ejército Rojo. Al final, la ofensiva alemana fue repelida, los chicos del 2º Ejército de la Guardia contribuyeron a ello.
24 de diciembre de 1942
Acompañamos a la 170ª Brigada de Tanques. Nos hemos unido a las tripulaciones de los blindados. Durante el día nos cubren, y por la noche los tanques quedan cegados, así que actuamos como sus ojos y oídos. Tomaron las granjas de Jlebni y Petrovski. A las 5 de la mañana sonó la alarma. El enemigo había sido visto en zona baja entre las granjas. Los restos del 8º Ejército italiano escapaban del cerco. Tan pronto como las unidades de vanguardia se acercaron a nosotros, rodeamos las columnas: “¡Aplastémoslos!” Nuestras cuñas de tanques golpearon desde dos flancos y literalmente pulverizaron a los italianos sobre el terreno. Los perseguimos y los rematamos. Nunca había visto algo tan horrible. Los tanques blancos, camuflados con cal, eran todos rojos por debajo de las torretas, bañados en sangre. En las orugas había cosas como una mano que sobresalía por aquí, un trozo de cráneo por allá...
27 de enero de 1943
Estamos patrullando las ruinas de Stalingrado. Nuestras tropas acaban de dividir el 6º Ejército en dos grupos. ¡Ahora sí que no les queda mucho! En un edificio encontramos cientos de sillas de montar. Resulta que la 1ª División de Caballería Rumana acabó en medio de aquel hervidero. Los alemanes se comieron todos los caballos, se pegaron un buen festín.
31 de enero de 1943
El grupo sur del enemigo en el centro de la ciudad se ha rendido, junto con el mismísimo Friedrich Paulus. Los alemanes siguen resistiendo cerca de la planta de tractores. Las calles están llenas de cadáveres. Los sótanos están abarrotados de heridos, muertos de frío y hambre. Nuestros médicos los ayudan lo mejor que pueden. Los soldados revisan las filas de los rendidos, en busca de hombres de las SS (aunque son muy pocos) y desertores (los alemanes los llaman Hiwis [de Hilfswilliger - voluntarios auxiliares]. Se les hace tumbarse en el suelo congelado y se les mete una bala en la frente.
2 de febrero de 1943
El aparentemente eterno fuego de artillería se detuvo de repente. Fue seguido por un silencio, tan penetrante e insoportable, que hacía daño a los oídos. Un alegre soldado vino corriendo, gritando: “¡Al fin! ¡La guerra ha terminado!” El grupo alemán del norte se había rendido. Algunos lloraron, otros rieron. Muchos se quedaron en silencio. Sabíamos que nada había terminado. Pero Stalingrado nos había mostrado algo que nadie se había atrevido a creer antes: ¡los alemanes podían ser vencidos!
Pincha aquí para conocer 3 razones por las que el Ejército Rojo obtuvo la victoria en Stalingrado.