Esta fue una de las armas de artillería más mortíferas de la historia soviética. El obús remolcado B-4 de 203 mm podía hacer polvo las fortificaciones enemigas a una distancia de hasta 25 kilómetros.
En servicio a principios de la década de los años 30, el B-4 recibió su bautizo de fuego en 1939, durante la Guerra de Invierno contra Finlandia. Disparando sobre la línea Mannerheim, los obuses destruían fácilmente los blocados más pequeños. Sin embargo, necesitaba dos impactos directos en el mismo lugar para destruir eficazmente las grandes y bien protegidas fortificaciones finlandesas, cuyas ruinas pueden visitarse hoy en día.
Tras los impactos directos de los obuses, los fuertes finlandeses parecían obras de arte moderno: masas de hormigón con barras de acero que sobresalían en diferentes direcciones, lo que llevó a los soldados a bautizar a la temible arma como “escultor carelio”.
Los alemanes tenían otro apodo para el B-4: “el mazo de Stalin”. Sin embargo, el miedo al poderoso obús soviético sólo surgió plenamente al final de la guerra. En 1941, cuando se lanzó la invasión nazi (la Operación Barbarroja), el B-4 no vivió sus mejores momentos.
Durante la catastrófica retirada del Ejército Rojo en 1941, los obuses no pudieron de ser desplegados. La mayoría de ellos fueron evacuados hacia el este, excepto unos 75 cañones, que fueron destruidos por el ejército en retirada o cayeron en manos enemigas. Los alemanes pusieron en servicio algunos de los que aún estaban operativos.
Cuando el rumbo de la guerra cambió, el B-4 volvió a entrar en funcionamiento. Se usaron no sólo como piezas de asedio, sino también contra los blindados enemigos. Durante la Batalla de Kursk, en 1943, un bien protegido cazacarros Elefant fue completamente destruido por un golpe directo de un “mazo de Stalin”. Sin embargo, obtener este tipo de victorias resultaron ser bastante ocasionales.
38 obuses B-4 participaron en la batalla de Berlín. En el cruce de las calles Lindenstrasse y Ritterstrasse, un cañón destruyó totalmente, con seis impactos, una casa intensamente fortificada. Antes, ni la artillería, ni los tanques ni la infantería podían soñar con hacer algo así.
Sin embargo, no todo se podía conseguir con el “mazo de Stalin”. La enorme Torre del Zoológico fue una de las varias torres de artillería antiaérea que protegían la capital germana de los bombardeos aliados. A pesar del duro cañoneo, los obuses soviéticos sólo pudieron destruir una parte, mientras que su guarnición se rindió sólo después de la capitulación del Tercer Reich.
En la posguerra, el B-4 se montó sobre ruedas. Esto hizo que el cañón de artillería fuera más rápido y más maniobrable. También se logró que sus sirvientes necesitasen menos tiempo para preparar el obús para disparar.
En 1964, el B-4 fue armado con proyectiles nucleares y pasó a formar parte del arsenal nuclear de la Unión Soviética. Poco después, la historia del “mazo de Stalin” llegó a su fin: en los años setenta el glorioso cañón de artillería fue sustituido por modelos más avanzados.
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