Imagine que tu país acaba de tener una terrible guerra civil y que tu bando pierde. No tienes nada y te ves obligado a irte al extranjero. ¿Qué harías?
Esa es la pregunta que todos los oficiales y soldados del Ejército Blanco antibolchevique tuvieron que responder en la década de 1920, después de perder en la guerra civil rusa, que tuvo lugar entre 1918 y 1922. Algunos se establecieron en Europa o en EE UU y se convirtieron en burgueses exitosos. Los que tuvieron menos suerte tuvieron que trabajar como mayordomos o taxistas; algunos sucumbieron al alcoholismo o se suicidaron.
Sin embargo, el general Iván Timoféievich Beliáiev (más conocido como Juan Belaieff, 1875 - 1957), héroe de la Primera Guerra Mundial y oficial imperial ruso de la vieja escuela, tuvo un destino más impresionante y lleno de aventuras que cualquier otro emigrante ruso. Se trasladó a Paraguay y allí trató de construir una segunda casa para los emigrantes rusos, al mismo tiempo que estudiaba a los indios y se convertía en su héroe. ¿Cómo lo hizo?
Investigador y artillero
“Mi destino se decidió por un evento completamente menor”, escribió Belaieff en su autobiografía, Notas de un exiliado ruso. “De niño, paseando con mi tía en San Petersburgo, vi un pequeño libro en un mercado de libros, con la imagen de un indio, llamado El último de los mohicanos [de James Fenimore Cooper]”.
Después de leer esta novela de aventuras y muchas otras historias mucho más serias, acerca de las costumbres y la civilización de los indios americanos, el pequeño Belaieff se enamoró completamente de este tema, interesándose por los indios por el resto de su vida. “Cada noche rezaba por mis indios”, decía de su infancia. Sin embargo, tuvieron que pasar varias décadas y un desastre nacional en Rusia para que Belaieff conociera realmente a los indios.
Nacido en una familia en la que todos los hombres hacían el servicio militar, Juan Belaieff se convirtió en artillero y sirvió con devoción a Rusia.
Siete años de guerras
Para cuando comenzó la Primera Guerra Mundial en 1914, tenía el rango de coronel. Al enterarse de la noticia de que Rusia había declarado la guerra a Imperio austrohúngaro y a Alemania, su reacción fue: “Viva Rusia, muerte a los enemigos” y se dirigió al frente para luchar.
“La artillería es la madre de un niño que enfermó”, solía decir. “Debemos observar de cerca a nuestra infantería, escuchar su pulso, estar siempre listos para ayudarla”. Amado por sus soldados, Belaieff era un oficial ruso típico de su época: conservador y valiente.
En la guerra sobrevivió a muchos peligros, aunque en una ocasión de pura casualidad. Una bala le atravesó el pecho, pero no llegó a la columna vertebral ni a las vísceras. El herido Belaieff fue trasladado a un hospital cerca de Petrogrado, donde conoció a la emperatriz Alexandra Fiódorovna y fue ascendido a general. Después de la recuperación, regresó a la primera línea.
En sus memorias Belaieff admitía que a pesar de la valentía y los esfuerzos del Ejército ruso, en 1917, Rusia estaba demasiado agotada por la guerra y estaba perdiendo a sus mejores hijos. “El último de los decentes se ha ahogado en un mar de sangre, el último impulso de luchar se ha agotado”, escribió. El caos de las revoluciones hizo que el pueblo ruso se enfrentara entre sí. Al principio Belaieff se negó a luchar contra los rusos, pero luego prevaleció su visión monárquica.
Derrota y exilio
El Ejército Blanco perdió la guerra. En la década de 1920, Belaieff junto con otros soldados y oficiales, zarparon de las costas de Rusia. Se mudó a Europa junto con su familia pero no se quedó allí. Decidió buscar un nuevo hogar en América Latina.
En la década de 1920, los emigrantes rusos en París pudieron encontrar un extraño periódico en ruso llamado Paraguay, publicado en Francia por Belaieff. En la primera página de cada número se lee: “Europa le falló a la esperanza rusa. Paraguay es un país para construir un futuro”. El general pidió a sus compatriotas que fueran a Paraguay y le ayudaran a construir allí una nueva y pequeña Rusia. Él ya vivía en Paraguay desde 1924.
Padre Blanco
El país pobre y poco poblado no era un destino popular, y por eso las autoridades locales acogieron con beneplácito la inmigración. Desde que perdió la guerra del Paraguay de 1864-1870 contra una alianza compuesta por Argentina, Brasil y Uruguay, el país se debilitó y carecía de fuerza militar. Invitar a algunos oficiales rusos era una buena opción para el Gobierno.
Juan Belaieff ingresó en el servicio militar paraguayo en 1924 junto con otros 12 oficiales del Ejército Blanco. Se incorporó al Estado Mayor. Sus intereses, sin embargo, iban más allá de lo militar y es que en Paraguay se convirtió en científico.
Belaieff dirigió 13 expediciones al Gran Chaco, una vasta área en el oeste de Paraguay poblada por indígenas macás. “Hablaban su propio idioma y apenas se comunicaban con los demás paraguayos”, señala el historiador Borís Martínov, autor del libro Paraguay ruso. Belaieff, fascinado por los indios desde su infancia, inmediatamente estableció estrechos lazos con ellos, ayudándoles con suministros y ropa, estudiando su antigua cultura, abriendo escuelas e incluso teatros.
Paradójicamente, el oficial ruso se convirtió en un puente que unía a los macás con sus compatriotas más occidentales. Los indios adoraban a Belaieff, llamándolo el “Padre Blanco”.
Nueva guerra
Aunque disfrutaba de su comunicación con los macás, Belaieff tenía grandes planes. “Me gustaría encontrar un rincón donde todo lo sagrado que creó la santa y eterna Rusia pudiera ser preservado, como lo hizo el Arca de Noé durante el diluvio hasta que llegaron tiempos mejores”, recordó. Gracias a su ayuda se fundaron varios asentamientos rusos en Paraguay, pero la migración eslava al país no se generalizó y los conflictos internos condenaron la idea de una “nueva Rusia” en América Latina.
Aunque decepcionado, Belaieff consideró a Paraguay como su segundo hogar y, junto con muchos oficiales rusos, lo apoyó gustosamente en la guerra del Chaco de 1932-1935, cuando la vecina Bolivia atacó a Paraguay. Herido e infectado por el paludismo, Belaieff pudo haber muerto una docena de veces, pero sobrevivió y su equipo, aunque superado en número, prevaleció, con la ayuda de los macás, que le eran leales.
Nunca regresó a Rusia y vivió en Paraguay el resto de su larga vida. Cuando murió los macás transportaron su cuerpo a su zona y lo mantuvieron en un mausoleo, adorando al espíritu del Padre Blanco como una deidad. Un colega ruso en Paraguay le dijo a un amigo sobre Belaieff: “Quizá nos olviden a nosotros después de morir, pero a él no”.
Síguenos en nuestro canal de Telegram: https://t.me/russiabeyondes
Estimados lectores,
Nuestro sitio web y nuestras cuentas en las redes sociales corren el riesgo de ser restringidos o prohibidos, debido a las circunstancias actuales. Por lo tanto, para mantenerte al día con nuestros últimos contenidos, simplemente haz lo siguiente:
- Suscríbete a nuestro canal de Telegram: https://t.me/russiabeyondes
- Suscríbete a nuestro boletín semanal por correo electrónico: debajo de cada artículo hay un espacio para hacerlo.
- Habilita las notificaciones push en nuestro sitio web.
Instala un servicio de VPN en tu ordenador y/o teléfono para tener acceso a nuestra web, aunque esté bloqueada en tu país.