La primera vez que Jacqueline Kennedy vio al poeta soviético, Andréi Voznesenski, recitar sus poemas fue en el Salón de la Asamblea General de la ONU en Nueva York en 1967. No entendía lo que decía pero el ritmo, la melodía y el carisma del orador la cautivaron.
La primera dama más famosa fue bibliófila y editora, y estaba muy interesada en todo lo ruso, en particular la historia y el ballet. Se hizo amiga de algunos emigrantes rusos. Pero Voznesenski, a quien se le permitió milagrosamente visitar EE UU en el apogeo de la Guerra Fría, pronto se convirtió en su guía de la realidad rusa y en un verdadero amigo.
Discípulo de Pasternak
Voznesenski perteneció a la generación de poetas soviéticos de los años 60 junto a Evgueni Yevtushenko, Robert Rozhdéstvenski, Bella Ajmadulina o Bulat Okudzhava.
Sus primeros pasos en la vida literaria los dio con el legendario Borís Pasternak. Voznesenski le envió sus primeros poemas cuando tenía 14 años. El escrito lo elogió e nak incluso invitó al joven poeta a hacerle una visita. Se convirtió en un auténtico mentor para él.
A los 25 años, Voznesenski era un poeta popular. En Rusia siempre se ha apreciado a los poetas pero lo que ocurrió en esta época fue algo muy especial y quizá nunca se repita. Sus recitales llenaban estadios enteros y sus libros de poesía se agotaban en cuestión de días.
En 1961, su nombre apareció inesperadamente en la lista de miembros de una delegación de escritores soviéticos programada para visitar EE UU. Ir al país norteamericano era algo prácticamente inalcanzable para la mayoría de los soviéticos. En ese año, Jacqueline Kennedy también se convirtió en la primera dama.
Viaje a EE UU
Voznesenski tenía un excelente dominio del inglés (decía a todo el mundo que era porque se había encaprichado de su maestro en la escuela). Conversaba libremente con un acento de Oxford, escribían los periódicos locales.
En la Biblioteca del Congreso de EE UU hay horas de archivos de audio y video sin cifrar de los discursos de Voznesenski y de sus encuentros con la élite cultural e intelectual del país. El poeta se hizo amigo del dramaturgo Arthur Miller, del escritor Kurt Vonnegut y del poeta Allen Ginsberg (que incluso le legó sus famosas gafas). Muchos llegaron a visitarlo más tarde en Moscú.
También tuvo una amistad especial con el poeta W.H. Auden, que escribió el prólogo a la primera edición estadounidense de su libro Antimirí (“Antimundos”). “Estoy seguro de que Voznesenski es un buen poeta porque, aunque no sé ruso y nunca he estado en Rusia, sus poemas, incluso traducidos al inglés, tienen mucho que decirme”, escribió Auden.
Al poeta se le invitó a una una reunión con la familia del presidente Kennedy en una recepción con el multimillonario Peter G. Peterson.
La mariposa de Jacqueline
“Rusia era su pasión", escribió Voznesenski sobre Jacqueline Kennedy en sus memorias. Él también era su pasión o, más bien, su poesía. Después de su primer encuentro en la ONU, apenas se perdió una sola de sus actuaciones en Nueva York.
Como recuerda la esposa de Voznesenski, Jacqueline volaba en ocasiones para escuchar las lecturas. Siempre se sentaba en la primera fila “con un abrigo de piel” y escuchaba con devoción.
“Jacqueline, que ya no es Kennedy sino Onassis [después de casarse con el multimillonario griego Aristóteles Onassis], fue para mí una de las figuras más queridas e indispensables de la cultura occidental. Una dama europea refinada, una estrella y con un gusto exquisito...”, escribió el propio Voznesenski sobre ella.
En 1991, la Sperone Westwater Gallery de Nueva York organizó una exposición de la obra de Voznesenski con collages originales de sus poemas, dibujos y fotos. A Jacqueline le encantó tanto la pieza La mariposa de Nabokov que el poeta se la regaló. La “mariposa” colgaba en el salón de su casa en la Quinta Avenida, donde la visitaba el propio Voznesenski. Más tarde el poeta recordó que había pedido prestada la “mariposa” para otras exposiciones y que ella no se había negado. Pero justo cuando estaba a punto de dársela, Jacqueline murió.
La mariposa, despojada de su dueño,
se convirtió en la mariposa de Jacqueline.
En el Centro Voznesenski de Moscú hay una exposición dedicada a la historia de la relación entre Kennedy y Voznesenski en la que se muestran cartas, fotografías y videoinstalaciones hasta el 29 de marzo de 2020.