Las relaciones entre Moscú y Washington siguen bajo mínimos. En la última década hay una clara tendencia a la baja: escándalos de espionaje, acusaciones mutuas de interferencia política, una dura diplomacia basada en el “ojo por ojo”, así como el final de un tratado sobre armas nucleares de 30 años de antigüedad. Hemos visto de todo.
Con este telón de fondo, el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, afirmó este verano que las relaciones ruso-estadounidenses eran “aún peores que durante la Guerra Fría”. Es difícil centrarse en los aspectos positivos. Pero no olvidemos que la historia de estas relaciones bilaterales está lejos de ser siempre mala y también ha tenido momentos de amistad, asistencia mutua y cooperación.
Aquí proponemos un listado de cando Rusia (o la URSS) ayudó a EE UU, intencionalmente o no.
El Imperio ruso apoyó oficialmente al gobierno de Abraham Lincoln diplomáticamente (el único estado europeo que lo hizo, aparte de Suiza) en 1862. “Rusia desea el mantenimiento de la Unión Americana como una nación indivisible”, escribió el ministro de Relaciones Exteriores, Alexánder Gorchakov, al secretario de la embajada de EE UU. Además, Rusia envió dos flotas de seis buques de guerra cada una para patrullar las aguas alrededor de Nueva York y San Francisco.
Obviamente, Rusia también perseguía sus propios objetivos. En la década de 1860, ante la posibilidad de una nueva guerra europea, necesitaba tener presencia en EE UU para atacar los territorios de ultramar de Francia y Gran Bretaña. Sin embargo, los buques de guerra rusos ayudaron a la Unión a mantener sus ciudades más seguras.
En 1867, EE UU compró Alaska a Rusia por un miserable precio de 7,2 millones de dólares para descubrir allí vastas reservas de oro, tan solo veinte años después. La fiebre del oro de Klondike de finales del siglo XIX y principios del XX dio a la economía estadounidense cientos de millones de dólares, mientras que Rusia no podía más que lamentarse.
¿Por qué vendimos Alaska a Washington? En pocas palabras: era demasiado caro y difícil controlar tierras tan remotas desde Moscú, tierras en las que Rusia también se enfrentaba al agotamiento de los recursos naturales (¡o eso creía!), por lo que deshacerse de ellas parecía una buena idea... Así fue como EE UU consiguió su estado número 49, el más grande, el más frío y su importante nota a pie de página en el Ártico.
Aquí puedes leer los detalles de la venta de Alaska.
En realidad casi todos los países del mundo pueden pedir a EE UU que le dé las gracias en este sentido. Aunque, para ser sinceros, no es algo de lo que Rusia pueda estar orgullosa, pero los hijos e hijas que perdió Rusia en el terrible caos y derramamiento de sangre que fue el siglo XX han enriquecido en gran medida la ciencia y la cultura estadounidenses.
En primer lugar, miles de personas se fueron debido a los pogromos antijudíos de finales del siglo XIX y principios del XX. Se establecieron en EE UU, tuvieron familias e hijos, y así fue el origen de personas como Steven Spielberg, Bob Dylan, Harrison Ford, David Duchovny, Gwyneth Paltrow... entre otros. Todo son descendientes de los inmigrantes judíos del Imperio ruso.
Posteriormente, justo después de que estallido de la Revolución en 1917 y la toma del poder por parte de los bolcheviques, EE UU y Europa tuvieron una gran afluencia de inmigrantes rusos que no soportaban vivir bajo el nuevo régimen. Figuras como el novelista Vladimir Nabokov, el ingeniero Vladímir Zworykin (uno de los creadores del televisor), el diseñador de aviones Igor Sikorski (inventó los mejores aviones y helicópteros de su tiempo), el compositor Serguéi Rachmáninov, etc.
Todos estos exiliados extrañaban su tierra natal, pero se asimilaron a los valores de EE UU y aprovecharon las oportunidades que les daba el país. “La tierra es sólida en todas partes. Recomiendo EE UU”, escribió el poeta Joseph Brodsky, otro famoso inmigrante, a su colega, bailarín de ballet Mijaíl Baríshnikov. Este pareció estar de acuerdo, ya que solicitó la ciudadanía estadounidense.
Esto no hace falta decirlo. En la Segunda Guerra Mundial, los Aliados, que antes de la guerra se odiaban mutuamente, se enfrentaron a un enemigo que encarnaba el mal absoluto: la Alemania nazi. Se unieron y lucharon juntos por el futuro de toda la raza humana. Y mientras que la importancia de los esfuerzos de cada país para resistir a los nazis o al Japón militarista está fuera de toda duda, la URSS fue la que sufrió más pérdidas (26,6 millones de personas según las estadísticas oficiales, en comparación con las 405.000 víctimas estadounidenses).
¿Qué habría pasado si la URSS no hubiera luchado contra Alemania? Incluso si Gran Bretaña, EE UU y sus aliados hubieran logrado ganar, la victoria habría sido a un costo difícil de estimar. Por eso los rusos se irritan tanto cuando oyen que alguien subestima la contribución soviética a la victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Fue durante el enfrentamiento con la URSS, entre los años 40 y 80, cuando EE UU se convirtió en una verdadera superpotencia. Aunque la carrera armamentista nuclear puso a toda la humanidad en peligro, quizá incluso para el resto de la historia, los desafíos de los soviéticos hicieron que los estadounidenses progresaran en todos los campos: militar, económico, cultural y científico. Incluso cuando se responde a la pregunta ¿Por qué se creó la NASA?, se suele decir “¡Para vencer a los rusos!”. Y tienen razón: la carrera espacial inició el deseo de la humanidad de explorar el universo.
Además, el peligro soviético hizo que los países capitalistas occidentales (principalmente europeos) se unieran detrás de un escudo de seguridad. Y Washington, con su enorme capacidad militar, desempeñó ese papel, creando la OTAN. Después de la desintegración de la URSS y su bloque socialista, la OTAN se enfrentó a una crisis existencial. Hoy, sin enemigos obvios, el significado de la Alianza es cada vez más vago y difícil de justificar, mientras sus líderes siguen discutiendo sobre quién le debe cuánto a quién. Tal vez la forma en que se presenta a veces a Rusia como un mal absoluto en Occidente no es más que pura nostalgia de los “buenos tiempos”.
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