1. Alexánder Nevski
El príncipe Alexánder Nevski es uno de los personajes más importantes de la historia de Rusia, por lo que no fue ninguna sorpresa que hace unos años ganara el concurso de televisión Nombre Rusia, en el que fue elegido entre 500 candidatos
En gran medida, el príncipe ruso que vivió en el siglo XIII (y que más tarde fue canonizado por la Iglesia ortodoxa) debe su enorme popularidad a una película realizada por Serguéi Eisenstein a finales de la década de 1930 en la que Nevski parafrasea el Nuevo Testamento. Esas palabras tuvieron una enorme resonancia en la Unión Soviética: “¡El que venga a nosotros con la espada, perecerá por la espada! El acontecimiento central de la película es la lucha de Nevski contra los Caballeros Teutónicos en la llamada batalla del Hielo de 1242.
Nevski logró repeler el ataque de las Órdenes Teutónicas contra la Rus medieval, así como una agresión anterior llevada a cabo por los suecos. “Esas batallas fueron puntos de inflexión para mantener intactos los ideales de la Iglesia ortodoxa”, declaró el historiador Ígor Danilevski. Este pone énfasis en que, para los invasores, la difusión del catolicismo era más importante que ganar territorio. Como líder que logró preservar la fe ortodoxa, Nevski fue elogiado por la Iglesia y más tarde por los laicos.
2. Iván Susanin
“Ninguna de las casas imperiales comenzó de una manera tan rara como la casa Romanov. Su comienzo ya fue una hazaña de amor. El último y más miserable sujeto del Estado entregó su vida para dársela a un zar. Este sacrificio conectó inseparablemente al monarca con las personas”, escribió el escritor del siglo XIX Nikolái Gógol sobre Ivan Susanin.
La hazaña heroica de Susanin tuvo lugar en 1613 durante el llamado Periodo Tumultuoso. En medio del caos creado por acontecimientos anteriores, la Mancomunidad de Polonia-Lituania intervino activamente en los asuntos rusos, y los polacos incluso controlaron el Kremlin durante algún tiempo. En 1613, sin embargo, los polacos fueron expulsados de Moscú y los rusos eligieron a un nuevo zar, Mijaíl Romanov, fundador de una nueva dinastía real. En aquel momento se alojaba con su madre en su finca en la región de Kostromá.
Todavía no se había restaurado el orden en el país y algunos regimientos polaco-lituanos seguían recorriéndolo en busca del nuevo zar. Se encontraron con un lugareño al que obligaron a mostrarle el camino hacia el monarca ruso. Este local era Susanin. El valiente campesino deliberadamente desvió a los enemigos y pagó por ello con su vida, sin revelar el verdadero refugio.
Más tarde, Susanin se convirtió en héroe de obras de teatro, historias y una ópera de Mijaíl Glinka. Sin embargo, hay poca información fiable sobre la vida de Susanin y se ha sugerido que se trata de un personaje mitológico. Sin embargo, existe una escritura pública sobre un regalo del zar Mijaíl a los parientes de Susanin en 1619, confirmando la hazaña y concediéndoles algunos privilegios.
3. Liudmila Pavlichenko
Liudmila Pavlichenko fue la francotiradora más letal de la Segunda Guerra Mundial. Se convirtió en inspiración para canciones y películas, y su imagen apareció dos veces en los sellos postales soviéticos. Fue apodada “Lady Muerte” por periodistas extranjeros, con 309 bajas alemanas en su haber. Se cree que algunos de los mejores francotiradores de Alemania fueron enviados para matarla, pero para 36 de ellos aquella fue su última misión.
En medio de una guerra brutal, también había lugar para el amor. Conoció a un francotirador del que se enamoró y decidió casarse con él. Pero su prometido fue gravemente herido y murió en el hospital.
Más tarde, resultó herida y fue trasladada a la retaguardia. Luego, viajó a los Estados Unidos como parte de una delegación juvenil soviética, donde conoció al presidente Franklin Roosevelt y a su esposa Eleanor, quienes la llevaron de viaje por todo el país. La canción “Miss Pavlichenko” fue compuesta por un músico americano después de este viaje. En 1943, Pavlichenko recibió el título de Héroe de la Unión Soviética.
4. Serguéi Sótnikov
El director de una plataforma para helicópteros en un pueblo lejano de la taiga se hizo famoso en 2010 cuando salvó a 91 personas a bordo de un avión de pasajeros. Si no hubiese sido por la persistencia, el sentido del deber y la disciplina de Serguéi Sótnikov, todas esas personas habrían muerto. Por propia iniciativa, Sótnikov, se ocupó de un aeródromo desierto que durante los últimos 12 años no se había utilizado, y que durante siete años ni siquiera se había aparecido en los mapas.
Este aeródromo fue utilizado por un avión Tu-154 que aterrizó en él después de sufrir una falla eléctrica completa, y que sólo tenía suficiente combustible para 30 minutos de vuelo. Esto, mientras un bosque aparentemente sin límites cubría el paisaje. Encontrar un claro entre la taiga fue todo un milagro.
Como dijo Sótnikov más tarde, el piloto “no podía creer lo que veía cuando vio la pista, ya que yo había instalado las pantallas necesarias y pintado las marcas”. Era muy corta, pero el aterrizaje salió bien. “Fue tan rápido que la goma [de las ruedas] ardió. El avión se pasó de la pista 160 metros”, dijo Sótnikov. Afortunadamente, todos salieron ilesos.
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