Después de que Yuri Gagarin y John Glenn realizaran sus vuelos espaciales a principios de la década de 1960, las dos superpotencias mundiales convirtieron el espacio exterior en su feudo personal. Durante casi 15 años, sólo astronautas estadounidenses y cosmonautas soviéticos participaron en misiones espaciales.
Sin embargo, a mediados de la década de 1970 la situación comenzó a cambiar. Estados Unidos anunció que iba a involucrar al primer ciudadano no estadounidense, proveniente de uno de sus países aliados, en sus vuelos espaciales. La URSS no podía permitir que los capitalistas le ganaran la partida y decidió enviar primero al espacio a algún representante de los “países socialistas hermanos”.
Aliados soviéticos en el espacio
Así nació el programa Intercosmos. Además de la investigación científica conjunta, su misión principal era incluir, como “cosmonautas de la investigación”, a representantes de países amigos en las tripulaciones espaciales soviéticas, para involucrar a esos países en la exploración espacial. Sin embargo, de inmediato surgió una importante pregunta: ¿cuál de los extranjeros debería tener el honor de ser el primero en ir al espacio?
La elección de los candidatos fue impulsada principalmente por cuestiones políticas. Se dio prioridad a los representantes de los principales aliados de la URSS en el Pacto de Varsovia: la RDA, Checoslovaquia y Polonia.
“Un vietnamita no podía ir primero si un alemán de la RDA no había estado todavía en el espacio. Quien tenía más influencia se ganaba el derecho a ser el primero en enviar a su cosmonauta”, explico el teniente general de la KGB Nikolái Leónov.
Al final, la elección recayó en Checoslovaquia, cuyas relaciones con la URSS habían sido gravemente dañadas después de la Primavera de Praga de 1968. Diez años después de esos acontecimientos, en 1978, Vladimír Rémek, el primer cosmonauta que no representó a ninguna de las dos superpotencias espaciales, viajó al espacio junto con sus colegas soviéticos a bordo de la nave espacial Soyuz-28.
“Me di cuenta de que iba a ser el primer cosmonauta del mundo en ir al espacio que no era de los Estados Unidos o de la URSS, sino de otro país. Por eso traté de prepararme lo mejor que pude... Después de regresar del espacio, instantáneamente me convertí en alguien famoso en Checoslovaquia: era imposible caminar por la calle sin ser reconocido”, recuerda Rémek.
Siguiendo a Rémek, otros dos cosmonautas del bloque del Este fueron al espacio el mismo año: Mirosław Hermaszewski de Polonia y Sigmund Jähn de la RDA. Después de estos, que ocuparon los tres primeros puestos, le siguieron otros nacionales de países aliados del Pacto de Varsovia: Rumanía, Hungría y Bulgaria.
Países amigos de la URSS como Vietnam, India, Cuba, Mongolia, Siria e incluso Afganistán, que en aquel momento (1988) estaba en plena guerra civil, pudieron enviar a sus cosmonautas al espacio como parte de tripulaciones soviéticas.
“Existía un componente moral y político: era necesario levantar la moral de Vietnam después de la guerra con Estados Unidos. Lo mismo ocurría con nuestros amigos los mongoles, que nos habían sido leales durante cien años. Era necesario agradecerles poniéndoles en vuelo un cosmonauta”, declaró el experto en exploración espacial tripulada Alexánder Glushkó.
No sólo aliados
El único representante de un país occidental que realizó un vuelo espacial en una nave soviética fue el piloto militar francés Jean-Loup Chrétien. La URSS, que en eaquel entonces tenía buenas relaciones con Francia, dio luz verde a un representante del mundo capitalista.
Chrétien fue al espacio en una nave espacial soviética en dos ocasiones (en 1982 y en 1988) e incluso recibió el título de Héroe de la Unión Soviética. “Sentí un orgullo increíble. Antes de mí, esta importante condecoración había sido otorgada sólo a un puñado de ciudadanos franceses que lucharon en el Regimiento de caza Normandie-Niemen”, contó Chrétien.
El cosmonauta galo conserva gratos recuerdos de su trabajo con sus colegas soviéticos en el Centro de entrenamiento de cosmonautas de la Ciudad de las estrellas (Zviozdni gorodok, en ruso): “Nos sentíamos parte de una verdadera familia, se respiraba una atmósfera de hermandad... Dejé la mitad de mi corazón allí. Siento nostalgia y cada vez que tengo la oportunidad, regreso a Rusia, a ver a mis amigos”.
El programa Intercosmos terminó en 1991, con el colapso de la URSS. Permitió a trece países “no espaciales” unirse a la exploración espacial y enviar a sus cosmonautas en misiones espaciales. Para la mayoría de esos países, siguen siendo las únicas de su historia.
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