Las ideas feministas, que posteriormente se describirían irónicamente como “la idea radical que sostiene que las mujeres son personas”, llegó a Rusia en la década de 1850. No era el momento más sencillo para abogar por los derechos de las mujeres, debido a lo patriarcal y lo conservador que era el país.
Incluso Lev Tolstói, que era un humanista, creía que el propósito vital de las mujeres era dedicarse a su marido y a sus hijos. Se refirió al movimiento por los derechos de las mujeres como algo “divertido y ruinoso, que fastidiaba las cabezas de las mujeres” porque argumentaba que las mujeres deberían tener permiso para trabajar y encontrar el sentido de la vida fuera de la familia. Sin embargo, inspiradas por activistas occidentales, algunas valientes mujeres rusas se rebelaron contra el patriarcado.
Primeros pasos
En Occidente el movimiento sufragista luchaba por los derechos políticos de las mujeres. Aunque en Rusia esto no era una cuestión latente ya que nadie, independientemente del sexo, pudo ejercer el voto hasta 1905. Al principio las feministas se concentraron en dar la educación adecuada a las mujeres (hasta 1868 no tuvieron acceso a la universidad) y de trabajo (las mujeres solteras eran vulnerables a nivel financiero).
María Trúbnikova, Nadiezhda Stásova y Anna Filósofova formaron un “triunvirato” de activistas en busca del cambio. Todas ellas nacieron en familias aristocráticas, pero pobres. Hicieron grandes esfuerzos para ayudar a otras mujeres, sobre todo creando empleos de traducción y de profesorado. Organizaron cursos y prácticas. Además utilizaron sus contactos en la corte para promover la educación de las mujeres.
Su duro trabajo dio frutos y en 1868 las autoridades establecieron los cursos Béstuzhev, que posteriormente se convertiría en el instituto de educación superior más destacado para mujeres en la Rusia prerrevolucionaria. “Gracias a sus esfuerzos, a principios del siglo XX, Rusia estaba entre los países europeos con mayor educación femenina”, escribió la historiadora Svetlana Aivazova.
Mujeres de la revolución
Sin embargo, esto no significaba que las autoridades apoyasen el “movimiento de mujeres”. Tras el asesinato del zar Alejandro II en 1881, se cerraron todas las iniciativas sociales no gubernamentales, incluidas las organizaciones feministas. Como resultado, las filántropas y liberales como Trúbnikova, Stásova y Filósofova se vieron cuestionadas por una generación más joven y más radical de revolucionarias feministas.
Alexandra Kollontái formuló su postura de la siguiente manera: “no hay una cuestión separada como ‘la causa de las mujeres’, las mujeres serán libres cuando cambie la sociedad”.
Victoria y desilusión
Tras la revolución de febrero de 1917, las organizaciones de mujeres organizaron marchas y lanzaron debates en los medios. Presionaron al Gobierno Provisional para que garantizara el derecho al voto de las mujeres. Así se hizo y Rusia se convirtió en uno de los primeros países de Europa en el que las mujeres pudieron votar.
Tras la revolución bolchevique de octubre de 1917, Alexandra Kollontái fue nombrada Comisaria del Pueblo de Asuntos Sociales, convirtiéndose así en la primera ministra del mundo. Ella misma estableció y trabajó en Zhenotdel (una organización gubernamental que apoyaba a las mujeres soviéticas) desde 1919 hasta 1930. También abogaba por el amor libre, lo que significaba que las mujeres emancipadas fueran libres para escoger y cambiar de pareja.
Aunque la euforia no duró mucho tiempo. Bajo el mandato de Stalin el sistema volvió a prestar atención a la familia tradicional. El estado prohibió el aborto y condenó las relaciones fuera del matrimonio. Además, tal y como explicó Svetlana Aivazova las funciones de las “madres se hicieron más complicadas... tenían que apoyar a sus familias, ya que el salario de una persona, no era suficiente”.
Disidentes y feminismo
Incluso después de que se levantaran estas restricciones tras el estalinismo, las mujeres siguieron enfrentándose a importantes retos en la URSS. Sobre el papel las mujeres eran libres e iguales, pero en realidad tenían que trabajar el doble que los hombres, ya que se ocupaban de las tareas domésticas además de su empleo. Esta injusticia hizo que algunas mujeres se levantaran contra el sistema en los años 70.
“Aunque nuestros líderes dijeran que no había problemas en la familia soviética, había violencia por parte de los hombres... y las condiciones en las casas de maternidad y en los hospitales eran terribles para las mujeres”, comentó la activista Natalia Malajóvskaia en una entrevista en Radio Svoboda. En 1979, ella y dos compañeras publicaron de manera ilegal un almanaque sobre mujeres en Rusia para escribir sobre su situación.
Estos diarios y almanaques se distribuyeron en secreto. Cuando se descubrió las autoridades obligaron a estas tres mujeres a emigrar. Sin embargo, las ideas de libertad de las mujeres siguieron vivas en el país. Llegaron hasta la caída de la URSS y en los años 90 las feministas obtuvieron el derecho de hablar por ellas mismas de manera abierta.
Recientemente publicamos un debate sobre el feminismo en Rusia. Según algunas este movimiento no tiene cabida en Rusia, mientras que otras creen que es necesario para el país.
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