Cómo un asegurador de Madrid se convirtió en entrenador del FC Rostov y de la selección rusa

Estilo de vida
SVETLANA LOMÁKINA
El español Jonatan Alba vive y trabaja en nuestro país desde 2018. Es entrenador-analista del FC Rostov y de la selección rusa de fútbol.

En vísperas de nuestro encuentro, el Rostov venció (1-0) al equipo de Nizhni Nóvgorod. El Rostov debería relajarse, pero no: el próximo partido, contra el CSKA, es dentro de dos días. Alba se está preparando. Así que la conversación sólo tiene lugar a última hora de la tarde, entre el entrenamiento y la cena.

Antes de los partidos en casa, el equipo se queda a dormir en la base del parque de Ostrovski. Está a un paseo del centro, pero parece que estás en el campo: árboles, callejuelas, pájaros, paz.

- ¿Es del Real Madrid o del Atlético?

- Mi padre era hincha del Atlético, y cuando nacimos, mi hermano y yo empezamos a animarles también. Siempre me acuerdo: veníamos juntos al estadio, con mi padre, con mi madre, todos eran aficionados.

- ¿Cómo llegó al fútbol ruso?

- En España, los entrenadores reciben licencias a tres niveles. Primero, los clubes locales pequeños; luego, los más altos; el tercer nivel: tienes que entrenar en el extranjero. Por eso entré en la selección rumana. Estaba trabajando allí cuando Valeri Karpin me llamó y me invitó a Rostov. Nos conocimos en España.

- Dicen que la gente del sur de Rusia se parece a los españoles.

- Bueno, sí, pero no me gusta decir eso. Igual que hay diferentes estilos en el fútbol, hay diferentes personas en un mismo país.... Tengo amigos rusos de los que pienso: esta persona es como en España, y en España hay algunos de los que pienso... Mejor no voy a decir cómo pienso a veces. (Se ríe).
- ¿Qué conocía de nuestro país cuando viajó aquí?

- Conocía a Putin, ¿y cómo se llama cuando el ballet se pone sobre hielo?

- Patinaje artístico.

- Sí. Además, todos los españoles piensan que hay mucha nieve. Me preparé: compré un abrigo nuevo, un gorro, todo calentito. Vine a Rostov por primera vez en febrero, pero no hacía nada de frío.

También pensé que en Rusia había mucha disciplina. Todo el mundo camina así (muestra cómo marchan en formación). Pero resultó que no en todas partes, ¡también se puede ser muy poco dis-cip-li-na-do! Pero no en el FC Rostov: aquí, cuando trabajo con Valeri Gueórguievich, ¡todo está en orden y todo marcha según el plan previsto!

- Llegaste en febrero, lo que significa que te enteraste muy pronto de nuestra principal fiesta de hombres. ¿Qué te regalaron? ¿Gel de afeitar, calcetines?

- Ya sé que son regalos y bromas muy tradicionales en Rusia. (Se ríe). Pero a mí no me regalaron calcetines. Mi mujer me regaló perfume.
En España, los hombres no tienen una fiesta así. Pero existe el Día del Padre, se celebra el 19 de marzo, el día de San José. Y aquí, en Rostov, tanto mi mujer como yo hemos añadido a nuestra vida sus tradiciones: yo el 23 de febrero, y ella y las niña el 8 de marzo.

- ¿Puede hablarnos de sus hijas? Sé que aprendió ruso gracias a su hija menor.

- Mis hijas tienen 7 y 10 años. La mayor se llama Noa y la pequeña Vega. En España son nombres raros y bonitos. Cuando llegamos, la mayor ya tenía cuatro años y medio, y la pequeña uno y medio. No hablaba español: sólo “papá”, “mamá”, “baba”, tres palabras.

Recuerdo un momento en que mi mujer y yo estábamos en la cocina. Y entró la más pequeña, tenía un yogur en la mano y decía: “¡Yeshchó, mamá, yeshchó!”. Y nos miramos y decidimos que yeshchó era vsió (“ya está”): cuando lo dice una niña pequeña, estas palabras suenan parecido. Y mi mujer dijo: “Bueno, está bien, si eso es todo”. - “¡No, mamá, yeshchó!”. - “¿Nada más? ¿No quieres más?”. Vega tiró la caja al suelo con resentimiento y decepción. Entonces entró la mayor y explicó: “Quiere más”. ¡Fue entonces cuando mi mujer y yo decidimos que necesitábamos urgentemente aprender ruso! (Se ríe). Vega empezó a hablar más tarde de lo habitual porque hoy mi mujer y yo decimos vodá y mañana deremos “agua”. Era difícil para ella. Pero ahora puede hablar tanto ruso como español muy rápido y muy bien.

- Tenemos una expresión en ruso: ‘esposa del decembrista’. Se refiere a una mujer que está dispuesta a seguir a su marido hasta el fin del mundo. ¿Su mujer es así?

- Sí. Irene y yo nos conocemos desde hace mucho. Salimos juntos, crecimos juntos; nos conocimos en un grupo de amigos y nos enamoramos rápidamente. Ella también es una fan de fútbol. Se licenció en Económicas, trabajó en un banco. Luego trabajó como madre.
Cuando vine a Rostov, estuve aquí solo seis meses. Y tenía mucho trabajo que hacer. No sabía mucho de Rusia, y tampoco sabía mucho de fútbol ruso: tenía que aprenderme todos los equipos, todos los jugadores, para que si el entrenador me preguntaba, yo le respondería inmediatamente. De 8 de la mañana a 1 de la madrugada me lo aprendía todo. Así que mi mujer hizo todo lo demás por su cuenta: buscó en Internet dónde viviríamos en Rostov, un colegio; leyó sobre la ciudad, sobre el país... cómo vivir aquí. Me ayudó mucho.

- ¿Qué le sorprendió al principio de su vida rusa?

- Había algunas tradiciones que no entendía. Por ejemplo, quitarse los zapatos para ir a la calle y ponerse las zapatillas para estar en casa. Ahora veo que es una ventaja: limpieza y comodidad. Y antes, en casa de un entrenador u otra persona rusa, solía ir hacia adelante desde la puerta sin detenerme. Y me decían: “Eh, espera, amigo, ¿a dónde vas? Nosotros no lo hacemos así”.

Y esto es muy gracioso también: un amigo viene a mi casa. Le abro y quiero darle un abrazo, y me dice: “No, espera. Todavía no puedes. Tenemos que entrar, cruzar el umbral, y luego abrazos”. ¿Y eso por qué? No entiendo nada. (Se ríe).

Me sorprendió que en el cumpleaños de mi hija también hubiera que regalar flores a su madre: en España esto no existe. Probablemente por eso haya tantas floristerías aquí: la gente suele regalar flores. En España puedes encargar un ramo por Internet, pero ir a casa y querer comprar flores en la esquina más cercana... no, eso no ocurre. Creo que su tradición es buena. A mi esposa le resulta agradable.

- Habla con bastante fluidez en ruso, se entiende bien. ¿Quién, además de sus hijas, le ayudó a aprender el idioma?

- Había un intérprete muy bueno aquí, Artiom, después del entrenamiento se sentaba con nosotros y nos enseñaba cada letra. Así empezamos, luego fuimos un poco a la universidad. Un día, otro día, un día más, así aprendimos. Puedo entender y hablar casi bien. Pero leer y escribir... Puedo leer las letras grandes, pero no las pequeñas. Y lo que hay al final de la palabra, siempre me confundo: ¿butilka vodí o butilok vodí (botellas de agua, en ruso en declinaciones diferentes)? ¿Eh? ¡Pruébalo si eres extranjero! (Se ríe).

Y ese “Kostia”. Aquí es un nombre, pero en España es una palabrota. Y cuando le gritaron a nuestro jugador durante el partido: “¡Kostia! Kostia!”, pensé: ¿por qué todos estan diciendo palabrotas si todo va bien? (Risas).

- ¿En qué otras ciudades rusas ha estado?

- Moscú, San Petersburgo, Krasnodar, Vorónezh, Orenburgo y otras, donde jugamos. Conozco el nombre de estas ciudades, la vista desde el autobús y la vista desde la ventana del hotel. (Se ríe). Es todo lo que puedo decir de ellas, porque estoy entrenando todo el tiempo.

- ¿Los pros y los contras de vivir en Rostov?

Pros: muchos sitios a los que ir. Máximo 15 minutos a pie de un buen restaurante, 15 minutos a pie de la piscina. No hay tráfico, todo es cómodo. El tiempo es bueno y la comida es muy sabrosa.

A mi familia y a mi nos encanta la comida rusa en Onegin Dacha, luego nos encanta la cocina georgiana: jinkali, jachapuri. El restaurante italiano La Fabbrica es muy bueno, Sirovarnia es una mezcla, ¡genial!

Y lo malo: no hay padel, ¡y me encanta jugar al padel! En España es un deporte muy popular. También en Rusia ya se está desarrollando: en Moscú, en San Petersburgo, hay muchos otros lugares. Pero he oído que también se practicará en Rostov. Tenemos que hacerlo más rápido, ¡tenemos que mejorarlo! (Se ríe).

- ¿Qué hace un entrenador analítico?

- Estudio el estilo de juego del rival y ayudo al entrenador Valeri Karpin a elaborar nuestra estrategia. También ayudo con consejos a nuestros otros entrenadores: Víktor Onopko, Vitali Kafánov, Mijaíl Ósinov.

Hace diez años mi profesión aún no existía. El fútbol está cambiando mucho, las tácticas también. La evolución es constante. Y antes no era tan difícil físicamente para los futbolistas: hoy, si no tienes velocidad, resistencia, no tienes nada que hacer en el campo.

- ¿Cuántos partidos recientes del rival necesita ver para tener una idea de cómo es?

- Al menos tres o cuatro, pero ya conozco a muchos entrenadores, conozco los clubes: lo que les gusta y lo que pueden hacer. Hoy me resulta más fácil. También hay que fijarse en un equipo parecido al nuestro. Por ejemplo, cómo atacan: así puedes calcular tus acciones.

- Usted ve el partido de forma diferente a los demás entrenadores, ¿verdad?

- Sí, prácticamente no miro el campo, miro el ordenador. El cámara filma todo el campo y puedo ver muy bien las combinaciones. La gente mira el balón, pero yo no lo miro. Yo analizo: qué hacemos bien y qué hacemos mal, si nuestras técnicas funcionan o no, si fuimos capaces de anticiparnos al rival o si se prepararon de otra manera... Ellos también tienen un entrenador-analista. (Se ríe). Ése es mi trabajo durante el partido.

- ¿Tiene usted sus propias supersticiones futbolísticas?

- Al principio, cuando todo iba bien y ganábamos algo, pensaba que debíamos seguir así, que no debíamos cambiar nada: ni la ropa ni los zapatos, que no debíamos cortarnos el pelo, que no debíamos quitarnos la barba. Un partido, otro, otro. Entonces pensé: ¡te puedes volver loco así! (Se ríe). Pero a los futbolistas les pasa a menudo: uno tiene que saltar tres veces, otro tiene que dar el primer paso con el pie derecho... Cuando necesitas la suerte, ¡se pueden utilizar todos los métodos!

- ¿En qué se diferencia el Rostov de otros clubes?

- A nuestro equipo no le gusta quedarse sin el balón, así que si empezamos a presionar, enseguida nos hacemos con él. Presionar y atacar es nuestro estilo.

Y también siento muy cerca a nuestros líderes. El presidente del club, Artashes Arutiuniants, el entrenador Valeri Karpin y nuestro director deportivo, Alexéi Riskin, siempre están juntos. Antes del partido, en el campo, a menudo cenan con nosotros y hablan con nosotros. Y siempre nos ayudan: “¿Cuál es tu problema? Tenemos que llamar a un director, él hablará con otro, ¡lo solucionaremos todo!”. Nunca he visto tanta amistad y apoyo en ningún sitio. Y esto es una gran ventaja para Rostov.

- ¿Qué clubes rusos le siguen gustando?

- Fákel. Yo lo veo así: el equipo siempre está unido, tienen el estadio lleno. Y un estadio lleno es difícil de conseguir, porque un club tan corriente no fichará a los jugadores por 10 millones de euros cada uno. Pero la gente se reúne, apoya, se interesa, significa que el equipo tiene su propia ciudad futbolística.

Tenemos un buen campeonato y muy interesante, en general. Por supuesto, si lo comparamos con la Premier League inglesa, donde un equipo puede tener 10 jugadores por 80-100 millones de euros, encontraremos desventajas. Pero es un error hacer eso: hay que comparar con iguales.

La conversación se interrumpe, una cabeza rubia se asoma por la puerta y susurra: ‘Pregunta por las jugadas a balón parado para el delantero’. Y yo, por supuesto, pregunto.

- ¡Todo se andará, Yegor! - se ríe Jonatan, luego me explica: Golenkov me pregunta todas las semanas. Le gusta mucho el saque de esquina, que sólo él marcará. ‘Joy, ¿cuál es la norma esta semana? (Y con señales de conspiración) ¿Hacemos un córner para el delantero?. ¡Siempre lo hace!

- Por cierto. He leído que el increíble número de goles del Rostov con el balón parado en la temporada 2022-2023 está directamente relacionado con su llegada al equipo. Resulta que usted tiene talento. ¿Cómo llegó a ser entrenador?

- Me gusta mucho el fútbol. Jugué mucho de niño, pero entonces, o no tenía suficiente técnica o la competencia en España es muy grande, no conseguí convertirme en futbolista profesional. Me di cuenta de que estaba “tocando techo”, pero no podía dedicar más tiempo a practicar. Ya tenía mujer, tenía que ganar dinero: el fútbol no profesional no da dinero. Así que tomé otro camino: trabajé en empresas comerciales. Todo esto era difícil y estaba siempre nervioso. Y entonces ocurrió una triste historia...

Mi mujer se quedó embarazada. Íbamos a tener un hijo. Estuvo a punto de nacer, pero dos semanas antes lo perdimos..... Fue un golpe muy duro para nosotros. Llorábamos todos los días, no podíamos ir a trabajar. Pensábamos y pensábamos en él. Así pasó mucho tiempo: una semana, dos semanas, un mes, más.... Un día decidimos: no podemos seguir así. Debemos vivir felices. Le pregunté a mi mujer: “¿Qué quieres? ¿Qué es lo que más te gustaría” - “Quiero un hijo o una hija”. Y le dije: Intentémoslo de nuevo. No sabemos por qué perdimos al bebé, pero ¿quizá la culpa sea del trabajo? ¿Por qué no lo dejas?

El médico dijo que el estrés podía ser una de las causas. Y mi mujer trabajaba entonces en un banco y lo daba todo por ese trabajo. Así que me preguntó lo mismo: “¿Qué te gusta a ti?” - “Me encanta el fútbol”. - “¡Entonces deberías dejar tu trabajo y dedicarte al fútbol!” Y yo estaba en el negocio de seguros de automóviles en ese momento. Teníamos algo de dinero ahorrado y decidimos intentar vivir felices durante un tiempo.
Trabajé como entrenador en un equipo de aficionados y en la tercera división española. Y luego estuve sólo como entrenador-analista en la segunda liga española, en la selección rumana, en el Rostov y en la selección rusa.

Todos estos años fui feliz. Y mi mujer estaba tranquila. Así vivíamos. Y vivíamos hasta hoy... Familia, dos hijas adoradas y fútbol: ¡eso es la felicidad! (Sonríe).

- ¿Cómo reaccionan sus familiares en España sabiendo que vive y trabaja en Rusia?

- Bien. Recuerdan lo que me pasó, y vieron lo difícil que fue el primer año, y el segundo, y el tercero, y dije: “¡Papá, hay una posibilidad, me iré a Rumanía!”. Por supuesto, lo primero que pensaron fue: Uf, ¿a dónde?. Y ahora nos vemos dos veces al año y ven que me va bien. Así que no hay ningún problema.

-  Me han dicho que le gusta la música y que canta mucho. ¿Puede decir qué canciones escucha?

- Sí, canto. Cuando veo partidos, escucho música rusa, española... una mezcla. Cuando oigo algo interesante, ¡oh, tengo que ponerlo en mi lista de reproducción! (Se ríe.) Mi favorita es La nieve de Kirkórov, luego están (abre el teléfono): El soñador, La noche gris, Cuclillo, El 3 de septiembre, La orilla izquierda del Don, El sol de Mónaco, La ciudad que no existe...

- Prácticamente es una lista de reproducción para un ruso de mediana edad. ¿En qué más se ha vuelto ruso en estos seis años?

- Por ejemplo, como y ceno mucho antes. En España, te sientas a comer a lo mejor a las dos de la tarde, y a cenar a las diez de la noche. Mi madre, cuando vengo de visita, me dice: “¡Espera, espera!”. Y yo ya tengo hambre a las siete y media de la tarde.

Miramos el reloj: son las 19:55h. Y de nuevo se oye una voz desde la puerta entreabierta: "¡Deberías preguntarle cómo come la mayonesa!".

- Jonatan, parece que tiene envidiosos.

- Sí, sí, los tengo. (Se ríe). Pero yo no tengo que correr como él, soy otro tipo de trabajador. Y no como mucha mayonesa. En primer lugar, tomo sopas: borshch, jarchó, ujá. La sopa de pescado es muy sabrosa. Y en segundo lugar - albóndigas. Pero no hablemos de comida, porque apenas puedo contenerme. (Se ríe). Aquí lo tengo: me he vuelto ruso en el sentido de que ahora soy muy dis-cip-li-ni-ro-van-ni. Tanto en el campo como en la cantina: ésta es mi principal lección rusa.

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