5 fantasmas famosos que podrías encontrarte en las calles de Moscú

Estilo de vida
ALEXANDRA KRÁVCHENKO
He aquí algunas leyendas urbanas sobre lo que posiblemente ocurre en la capital rusa después de medianoche. ¡Lo creas o no!

El boyardo sin cabeza, siglo XII

La primera leyenda aterradora se refiere al príncipe Yuri Dolgoruki, fundador de Moscú. Se dice que en 1158 el príncipe Dolgoruki viajaba por tierras moscovitas con un sabio griego y se topó con un extraño animal de tres cabezas y con la piel moteada que le miró y luego echó a correr hacia el bosque. El príncipe Dolgoruki se asustó, pero el sabio le dijo que no se preocupara: era una buena señal, y que un día se construiría una majestuosa ciudad en este lugar y que muchas naciones se reunirían aquí.

El príncipe Dolgoruki salió del bosque y encontró una colina en la que se levantaba una ciudad que pertenecía al rico boyardo Esteban Kuchki. Pero el orgulloso boyardo no se reunió con el príncipe según la tradición, por lo que Dolgoruki ordenó apresarlo y ejecutarlo. Su cabeza cayó al suelo, salpicando sangre por todas partes. Mientras tanto, Dolgoruki pasó a gobernar Moscú. 

Desde entonces, en la zona de la actual Sretenka habita el fantasma del orgulloso boyardo, que se aparece y asusta a los residentes locales. Por eso, los supersticiosos moscovitas dicen que la ciudad “se sostiene sobre sangre”.

Un arquitecto italiano asesinado en el Kremlin, siglo XV

Poco después de casarse con Sofía Paleóloga, sobrina del último emperador bizantino, el zar de Rusia Iván III decretó la construcción de una magnífica catedral en el Kremlin. Pero por mucho que se esforzaran los arquitectos rusos, los muros de la Catedral de la Dormición siempre se derrumbaban. El metropolita Felipe, que se había opuesto a que el zar se casara con Sofía, creía que era una maldición de Dios para el matrimonio.

Sofía aconsejó a su marido que invitara a un arquitecto extranjero, pero encontrar un candidato adecuado resultó muy difícil porque nadie quería ir a la lejana y misteriosa Rusia. Finalmente, en 1475, el arquitecto italiano Aristóteles Fioravanti aceptó viajar a la ciudad y construir una gran catedral para el zar. 

La construcción fue un éxito y, según la leyenda, Fioravanti construyó muchos escondites secretos y túneles subterráneos en la catedral. Para evitar que sus enemigos conocieran los secretos de la Catedral de la Dormición, Iván III se negó a que Fioravanti regresara a casa.

El arquitecto participó incluso en algunas de las campañas militares del zar antes de intentar escapar a Italia. Fue apresado en la frontera y encarcelado en la Torre Tainítskaya del Kremlin, momento en que las crónicas históricas dejaron de mencionarle. Lo más probable es que muriera emparedado en el mismo edificio. Cuenta la leyenda que, desde entonces, los dirigentes rusos ven el fantasma de Fioravanti justo antes de que tengan lugar acontecimientos terribles. A Vladímir Lenin, y más tarde a Iósif Stalin, les molestó antes del comienzo de la Gran Guerra Patria.

Un asesino condenado en la carretera de Gorki, siglo XVIII

La autopista Gorki se llamaba antaño la carretera de Vladímir, por la que salían de Moscú los condenados a las colonias penales de Siberia. Un día, un peligroso asesino marchaba en un convoy penal. No sobrevivió al viaje y, como no hubo tiempo de enterrarlo, dejaron su cuerpo a un lado de la carretera. Por eso su alma no encuentra la paz y sigue aterrorizando a los vivos.

Los conductores dicen que a veces, a altas horas de la noche, aparece un hombre extraño al borde de la carretera: barbudo, mal vestido y parecido a un vagabundo. Saluda a los coches como si quisiera que se detuvieran, pero su forma de andar es extraña, como si tuviera los pies encadenados.

Si lo ves, ten cuidado: es el fantasma del asesino atormentado. Si paras, el fantasma se acerca a la ventanilla y te dice: “Perdóname”. Entonces debes decir: “Dios te perdonará”, y alejarte rápidamente sin mirar atrás. De lo contrario, el alma inquieta del convicto te llevará consigo al más allá.

El viejo avaro de la calle Miasnítskaya, siglo XIX

Esta leyenda se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, en casa de la familia Kusovnikov. Entre 1843 y 1870, una pareja sin hijos vivió en el número 17 de la calle Miasnítskaya. Estos comerciantes eran conocidos por su comportamiento excéntrico y su estilo de vida solitario. La casa está decorada con símbolos masónicos, y la leyenda dice que los esposos encontraron un alijo masónico en una de las habitaciones y decidieron no tener hijos y no emplear sirvientes innecesarios.

La pareja tenía tanto miedo de perder su dinero que casi nunca salían de casa. En una ocasión, tuvieron que ausentarse durante un breve periodo de tiempo y escondieron todas sus riquezas en la chimenea. Sólo quedaba un cuidador para atender la casa.

Sin embargo, cuando la pareja regresó, vieron que todo se había quemado en la chimenea: el cuidador había pasado mucho frío y decidió calentarse con el fuego. La anciana Kusovnikova murió en el acto, mientras que su marido enloqueció y murió poco después.

Hoy en día, los moscovitas dicen que a veces se puede ver a altas horas de la noche a un anciano canoso con un abrigo raído que se acerca a los transeúntes y les pregunta: “¿Dónde está mi dinero?”. Este encuentro no promete nada bueno porque cualquiera al que se acerque el viejo avaro pierde pronto grandes cantidades de dinero y se arruina.

Un espíritu femenino vengativo en el metro de Moscú, siglo XX

Hay muchas historias de miedo sobre el metro de Moscú. Por ejemplo, es peligroso viajar en los vagones ordinarios de la línea naranja después de medianoche un día concreto del año. Ocurrió por primera vez el 9 de septiembre de 1999, cuando cinco jóvenes que viajaban de noche en el vagón 26498 perdieron el conocimiento de repente. 

Uno de los pasajeros pudo filmar con su teléfono móvil el rostro de una joven fuera del tren. ¿Qué había ocurrido? Un año antes, el 9 de septiembre de 1998, en la estación del VDNJ, una joven perdió el conocimiento y cayó bajo un tren que se acercaba. 

Desde entonces, aparece el día de su muerte y hace perder el conocimiento a los pasajeros.

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