“El estilo consiste en saber quién eres, lo que quieres decir y que te importe un bledo”, decía Orson Welles, el creador de Ciudadano Kane. Si eso es cierto, puede decirse sin temor a equivocarse que los hombres soviéticos tenían verdadero estilo. Sólo había un pequeño problema. No les “importaba un bledo”, no porque intentaran ser guays o machistas, sino sobre todo porque no tenían muchas opciones que elegir.
1. Reloj de pulsera
El llamado reloj de pulsera Shtúrmanskie (“Piloto”) ganó seguidores de culto en la URSS. Su producción comenzó en 1949 específicamente para las Fuerzas Aéreas, por lo que nunca salieron oficialmente a la venta. La marca se creó exclusivamente para pilotos y cosmonautas.
Nada menos que Yuri Gagarin llevaba este legendario reloj cuando realizó el primer vuelo espacial tripulado del mundo en 1961. Su reloj de pulsera, resistente a los golpes, podía permanecer operativo hasta 48 horas. En aquella época, supuso un gran avance para los relojeros soviéticos. Hoy en día, los coleccionistas siguen valorando los relojes Shtúrmanskie antiguos.
Mientras tanto, el mejor reloj que el dinero podía comprar, el Raketa (“Cohete”), tenía un precio difícil de digerir para muchos: 150 rublos (lo que equivalía aproximadamente al salario de dos meses). También era el reloj favorito de Leonid Brézhnev.
En la década de 1970, el reloj japonés Seiko empezó a comercializarse en la URSS. “Mi madre le regaló a mi padre un reloj Seiko por su cumpleaños. Desde entonces, de lo único que tenía que preocuparse era de darle cuerda”, recuerda Iván, de 35 años.
2. Vaqueros
Aportaban expresión, libertad y sex appeal. Daban confianza. Te hacían completo. Cualquiera que viajara al extranjero en los años 70 tenía la obligación moral de traerse un par de vaqueros. Los que se quedaban en casa tenían que buscarlos en otra parte, incluso en el mercado negro.
Los vaqueros se convirtieron de inmediato en un básico en el armario del hombre soviético. Al igual que los occidentales, los jóvenes de la URSS también querían parecer estrellas de rock. Una forma de hacerlo era llevar vaqueros azules. Levis, Wrangler y Lee eran las marcas más populares, y costaban hasta 100 rublos el par.
“Lo creas o no, tenía que ahorrar dinero para comprarme unos vaqueros. Mi sueldo mensual era de sólo 80 rublos. A mis primeros vaqueros les hice agujeros, de tanto llevarlos”. Dice Serguéi, de 69 años.
3. Zapatos y zapatillas
Muchos hombres elegantes de la Unión Soviética soñaban con zapatos de piel con punta. Era la época en que los zapatos de hombre debían ser distintivos y modernos.
Surgidos en la era del rock-n-roll de los años 50, los llamados “Winklepickers” eran el epítome del estilo y la ostentación. Estos zapatos eran difíciles de conseguir, por lo que algunos mods soviéticos se vieron obligados a fabricarse su propio calzado.
En la década de 1970, las zapatillas con alzas para hombre se convirtieron en el centro de atención. Y una década más tarde, las icónicas zapatillas Adidas se convirtieron en objeto de deseo. Tras los Juegos Olímpicos de 1980, celebrados en Moscú, las zapatillas se convirtieron en una declaración de moda universal. Los hombres empezaron a llevarlas a todas partes, del teatro a la panadería.
El reto consistía en distinguir las zapatillas falsas de las auténticas. Algunos estafadores incluso encontraron la manera de colocar el logotipo de Adidas en la superficie de la zapatilla con la ayuda de una plancha.
“Las zapatillas Adidas eran tan difíciles de conseguir que decidí ni intentarlo. Los clavos de sprint eran sustitutos más asequibles. Seguí las instrucciones de mis amigos: fui a la tienda de reparación de calzado más cercana para quitar esos clavos y sustituirlos por una suela nueva y más cómoda”, recuerda Dmitri, de 57 años. “Eso fue todo”.
4. Bufanda de tartán
En los años 70 se pusieron de moda los chalecos de punto. Estas cálidas prendas de punto de fantasía solían traerse del extranjero. Los que no tenían los contactos adecuados simplemente se deshacían de las viejas bufandas de la abuela para tejer nuevos chalecos a la moda. A mediados de los años setenta, la bufanda se convirtió en un importante accesorio de moda.
La demanda de bufandas de tartán de colores brillantes, orgullosamente marcadas como “Made in Scotland”, era alta. Una bufanda a cuadros podía costar hasta 60 rublos. Pero valía la pena. Vestir un abrigo de piel de oveja y una bufanda de tartán eran una combinación matadora, decían.
“Recuerdo lo bien que me sentaba ponerme mi abrigo de piel de oveja marrón oscuro y un gorro de piel de rata almizclera, envolviéndome el cuello con una gruesa bufanda verde. Me sentía como una estrella de cine, Paul Belmondo, quizá. Así iba vestido cuando conocí a mi futura esposa”, cuenta Andréi, de 60 años.
5. Dispositivos electrónicos
Los hombres están bastante de acuerdo cuando se trata de dispositivos electrónicos. El panorama no era distinto en los años setenta. Los hombres soviéticos estaban obsesionados con estos artilugios, igual que sus coetáneos del otro lado del Telón de Acero.
Los sueños de los hombres soviéticos incluían una nueva cámara Zenit o una grabadora de casetes de audio fabricada en Japón. No tenían mucho donde elegir cuando se trataba de escoger un nuevo aparato. Era sobre todo una cuestión de disponibilidad.
“Mi padre se compró una cámara Zenit con lente Helios”, recuerda Maxim. “A mediados de los 70, costaba unos 100 rublos. Mi madre se enfadó tanto con él que estuvieron dos días sin hablarse. Le dijo que la próxima vez que decidiera gastarse todo su sueldo en un artilugio le pediría el divorcio. Mi padre aprendió la lección”.
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