No, los rusos no son groseros. Sino que son honestos y desprecian lo políticamente correcto como algo poco natural que no debería tener su espacio entre amigos. Siempre te dirán lo que realmente piensan, ya sea tu nuevo peinado o vestido. Y siempre te dirán lo que estás haciendo mal según su opinión, porque piensan que por eso necesitas amigos, para escuchar la verdad.
El estadounidense Benjamin Davis, que vive desde hace varios años en San Petersburgo, recuerda que una vez llegó al apartamento de su amigo Iván, y el anfitrión le pidió que entrara en la cocina y de repente le preguntaron: “¿Te gustaría lavarte las manos? Has estado fuera, está sucio ahí afuera”, Benjamin respondió algo así como “No realmente, no las he estado frotando por la calle”. [Una conversación inimaginable en tiempos de coronavirus].
“Ivan sacudió la cabeza y murmuró algo sobre los estadounidenses”, recuerda Ben. “Fue entonces cuando me di cuenta de algo muy diferente entre los de EE UU y los rusos. Un estadounidense no te diría que te lavaras las manos como él lo hizo, y es que, extrañamente, los estadounidenses no suelen decirte lo que quieren. Hacen suposiciones y cuando no cumples con el estándar de cortesía, no te dicen directamente que están decepcionados. En cambio, hay como una especie de baile. Un vals pasivo-agresivo donde pasas el resto de la noche preguntándote qué dedo estás pisando”.
El actor británico Andrew Byron, que tiene muchos amigos rusos, también se sorprende del hecho de que los rusos siempre te digan si creen que estás haciendo algo mal. “Si llego a la casa de mis amigos rusos y me ven andando en calcetines, me dirán que me ponga unas zapatillas. O si silbo, me dirán que pare. Un inglés nunca haría algo así, solo preguntaría en voz baja: ‘¿Le importaría no hacer eso? Un ruso diría: ¡Basta!”.
El nivel de hospitalidad que muestran los rusos es impresionante y para muchos extranjeros es sorprendente. Los rusos son muy cuidadosos y te preguntarán si te quedaste en un buen hotel o lugar, se preguntarán si comes bien y si te sientes bien. Y lo que realmente les gusta hacer es invitar a los amigos a casa. Cocinarán algo de comida, pondrán la mesa y no te dejarán ir hasta que estés lleno. La siguiente invitación será a una dacha donde conocerás a sus padres y abuelos y todos se sentarán juntos a la mesa, beberán, comerán, tendrán discusiones políticas y luego cantarán canciones conmovedoras.
Aðalsteinn Kjartansson de Islandia tuvo un shock cultural por la hospitalidad rusa: “La noche antes de mi regreso a Islandia, uno de los rusos que había conocido unos días antes me preguntó cuáles eran mis planes de viaje. Cuando se dio cuenta de que tendría una corta escala en Letonia [y no tenía un hotel reservado] llamó inmediatamente a sus padres, que se habían mudado a Letonia, para que hicieran los arreglos necesarios para que me recogieran en el aeropuerto, me prepararan la cena, me acogieran durante la noche y me llevaran de vuelta al aeropuerto al día siguiente... Esta inesperada hospitalidad se completó con los padres que se detuvieron de camino al aeropuerto para traerme un trozo de su pastel favorito antes de que me fuera”.
Si vienes con un amigo ruso, prepárate para que intente pagar por ti en todas partes. Pueden sentirse insultados si intentas darles dinero. Es una muestra de afecto y generosidad. Si eres amigo de un ruso desde hace mucho tiempo y no tienes suficiente dinero mientras compartes una cuenta, te ayudarán y lo más probable es que nunca te lo pidan de vuelta.
Andrew Byron llegó por primera vez a Moscú a principios de los 90 con su amigo por correspondencia ruso Konstantín, y se sorprendió de lo increíblemente generoso que era este tipo. Konstantín no tenía mucho dinero, pero llevó al inglés a un paseo en barco, luego a los museos e incluso al Teatro Bolshói, y se aseguró de que Andrew tuviera la experiencia rusa completa en Moscú. Siguen siendo los mejores amigos y cada vez que Andrew viene a Moscú se queda en casa de Konstantín sin pagar nada, por supuesto.
A los rusos les gusta hablar mucho y de temas muy personales. No te dejarán ir hasta que se aseguren de que se enteran de todas las noticias de tu vida. Pueden preguntarte abiertamente si estás saliendo con alguien, con quien tienes sexo o cuánto aumentó tu salario después de conseguir tu nuevo puesto. Pero además, te preguntarán sobre tus emociones, y si te sientes cómodo. Y a su vez te dirán todos sus pensamientos y sentimientos.
Si tomas un trago con un amigo ruso, prepárate, ambos reirán y llorarán y te enterarás de sus complicadas relaciones con los padres y de los problemas de la familia. Incluso con un compañero de trabajo, que no se va a convertir en un amigo íntimo, si vas a beber con él, prepárate para convertirte en el mejor amigo y planear las vacaciones juntos.
Benjamin Davis recuerda que fue a un bar de San Petersburgo a tomar una cerveza. Solo había otro hombre en el lugar además del camarero y se paró en el mostrador y miró a Ben. “En EE UU, podría acercarme y decirle: ‘¿Cómo va?’ y él asentiría, sonreiría y diría algo como: ‘No está mal, no está mal, qué tiempo tenemos’. Y yo diría: ‘Sí, así es’. Pero cuando me volví hacia este hombre y le dije: ‘¿Cómo va todo?’, pasó algo muy diferente. Cinco horas más tarde estaba sentado en la fiesta de cumpleaños de su mejor amigo. Sabía que su padre había sido un general en el ejército y que su madre había dejado a su padre y sabía que él todavía vivía con su madre y que seguramente, me invitaba a cenar y a pasar la noche en su casa…”
Los rusos dependen mucho de su estado de ánimo. Si están de mal humor, pueden cancelar una reunión... y decirte la razón honestamente. (Pero siempre puedes visitarlos con una botella de champán o con galletas para el té y cambiar su estado de ánimo para mejor). Eso sí, si están de buen humor, saben cómo divertirse. Conocen cientos de juegos, pueden inventar docenas de cosas para hacer tanto estando activos o en el sofá, mostrándote películas clásicas soviéticas, porque una vez que descubran que no has visto algunas de ellas, será una cuestión de honor que las conozcas (así que mejor prepárate con antelación con nuestra lista de las 10 mejores películas soviéticas que debes ver).
Cuando el británico Elliot Emery llegó a Moscú para trabajar como profesor, tuvo una noche increíblemente loca que nunca había tenido en su aburrido pueblo de Derbyshire, en el Reino Unido. Conoció a su chica por correspondencia que resultó ser... una hermosa modelo. Se fueron de bares, bebieron, bailaron y se divirtieron mucho hasta subirse en el metro a la mañana siguiente.
Mientras viajaba por la helada ciudad siberiana de Janti-Mansiisk, el francés Erwann Pensec, se hizo amigo del tatuador que le estaba haciendo un tatuaje. El ruso invitó a Erwann a ir en trineo por el bosque en mitad de la noche. Erwann recuerda esa noche como una de las mejores que tuvo en Rusia. “Lo visité tres o cuatro veces más, y cada vez tenía una experiencia loca y maravillosa. Fuimos a pescar a un lago congelado, dormimos en una cabaña de madera sobre pieles, y fuimos a la banya (el baño ruso). Tengo que admitir que todo tuvo algo de alcohol”. Erwann sigue en contacto con él.
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