Putin no utiliza smartphone ni servicios de mensajería y rara vez se conecta a Internet. Hasta hace poco, los rusos ni siquiera estaban seguros de que él supiera, por ejemplo, lo que era YouTube. Hasta 2015 no declaró públicamente que utilizaba Internet.
Cuando en 2017 WikiLeaks publicó la mayor filtración de documentos de la CIA sobre herramientas de vigilancia y hackeo, había cinco servidores de escucha encubiertos con el nombre en código de PocketPutin. Hipotéticamente, al menos, indicaba que podían rastrear los dispositivos utilizados por el presidente ruso, bien fueran ordenadores o teléfonos (si los hubiera). La respuesta del Kremlin fue simple: “Lo investigaremos”, añadiendo que Washington no ocultaba sus escuchas telefónicas a los funcionarios rusos, así que WikiLeaks quizá no iba tan descaminado. Sin embargo, en realidad los oficiales rusos y Putin son muy diferentes. Para que los espías o bromistas telefónicos extranjeros puedan llegar a Putin, hay que acercarse muchísimo, tal y como hemos descubierto.
Los ‘smartphones’ son para exhibicionistas
“Tener un smartphone es exhibicionismo voluntario, transparencia total. Cuando se agarra uno, se marca a sabiendas una casilla que dice ‘hacer todo público’”, declaró recientemente el secretario de prensa del presidente, Dmitri Peskov. En su opinión, el presidente no debería tener un smartphone, “especialmente en un país como Rusia”. Los periodistas dan la lata a Peskov casi todos los años con la misma pregunta del smartphone. La respuesta es siempre la misma.
Mientras que Putin es menos metafórico. “Si tuviera un móvil, nunca dejaría de sonar. Incluso cuando estoy en casa, nunca contesto el teléfono”, declaró en 2005 al comienzo de su segundo mandato, desde entonces apenas ha cambiado nada. Excepto quizá que ahora es aún más difícil contactar con él.
Manteniendo a Putin bajo secreto
No hay regla sin excepción: en temas de importancia nacional, a nivel de jefes de Estado, Putin se limita a hablar a través de una línea gubernamental segura (ese viejo teléfono amarillo que se ve en el escritorio). No se puede descifrar porque la señal de voz está digitalizada y codificada con una compleja clave criptográfica. Se dice que llevaría unos 18 meses poder descifrarla. Y aún así, no tendría sentido, ya que durante una conversación, la clave cambia muchas veces según intervalos aleatorios. Todo es obra de expertos rusos en seguridad. Esta es quizás la razón fundamental por la que, por ejemplo, la alemana Angela Merkel, usuaria de software estadounidense, fue escuchada a escondidas mientras que Putin es visto pero no oído.
Pero para los gurús de las comunicaciones del Kremlin “imposible” y “sin sentido” no son suficientes. Buscan una seguridad de tal nivel que la única manera de romperla sea contraviniendo las leyes de la física. En 2015 se asignaron 230 millones de rublos (casi 3,5 millones de dólares) de dinero público para el desarrollo de una línea de comunicación cuántica segura y otros proyectos cuánticos. Esta tecnología ya está aquí. En un sistema como este la información se transmite a través de fotones y para detectarlos es necesario alterar su estado. La propia naturaleza establece que esto no se puede hacer sin ser detectado.
Hola, sr. presidente
¿Recuerdas esta foto de Donald Trump en la Casa Blanca hablando por teléfono con Putin? Estaba rodeado de una multitud de ayudantes y asesores. Esto no sucede en el Kremlin. Putin suele estar flanqueado ocasionalmente por un asesor en asuntos internacionales o, muy rara vez, por un ministro (si la discusión es sobre, digamos, petróleo y gas). Y en algún lugar del Ministerio de Asuntos Exteriores hay un intérprete profesional conectado a la misma línea. Eso es todo.
Las solicitudes de llamadas telefónicas pasan primero por los canales diplomáticos de la Cancillería o de la Administración Presidencial. Solo un grupo muy pequeño y selecto (aquellos con el mismo teléfono amarillo especial, como el ministro de Defensa) pueden llamar, más o menos, directamente. Y es que siempre responde una secretaria o un ayudante.
Pero Putin puede llamar (a través de un enlace seguro, obviamente) desde donde quiera: avión, coche, submarino o su amado bosque en Tuvá. En los viajes al extranjero a menudo va acompañado de un avión con un equipo de comunicaciones completo. Incluso cuando habló con un niño gravemente enfermo cuyo sueño era ver cómo es por dentro el avión de Putin, el presidente utilizó una línea especial.
En su escritorio también hay una centralita con botones con los apellidos de los subordinados, principalmente ministros y gobernadores.
Los bromistas rusos más famosos, Vovan y Lexus, entre cuyas “víctimas” se encuentran el presidente turco, Recep Erdogan, el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, y la exministra de Defensa de España, María Dolores de Cospedal, dicen que por ahora no tienen por qué ir en busca de Putin. Además la administración Putin los conoce bien, al igual que el propio Putin. Sin embargo, creen sinceramente que, si se hace correctamente, hay un “cierto esquema que podría funcionar”. Buena suerte, chicos. La necesitaréis.
¿Qué hay en el garaje de Putin? Te lo contamos aquí.