Apenas tenía 17 años cuando conocí a mi futuro esposo croata por casualidad. Estaba visitando a una compañera croata en su propio país. Yo estudiaba periodismo en la Universidad Estatal de Moscú, y él estaba en la Universidad de Zagreb, donde nos conocimos. Esperamos cuatro largos años de estudiantes para poder estar juntos y no nos hemos separado desde entonces. Hicimos todo lo posible para vernos por lo menos una vez cada dos o tres meses. Incluso decidí escribir mi tesis de graduación sobre la televisión croata.
Los rusos son muy activos, no pueden quedarse quietos. Los croatas son generalmente relajados y viven sin prisas. Mi marido dice a menudo: “Puedes tener problemas para entender qué pasa dentro de su cabeza. A veces me asusta su imaginación salvaje. Nadie puede predecir lo que se le ocurrirá a continuación”.
Durante mis cinco años en Croacia, además de mi trabajo principal como periodista, he podido organizar “cenas rusas” en varios restaurantes de la capital, varias exposiciones de pintura e incluso un juego de rol Morpheus.
Lo de las “cenas rusas” tiene una historia divertida. Le sugerí la idea por casualidad al dueño del elegante restaurante Lauba. Le interesó de inmediato y me pidió que organizara todo. Invité a una amiga de Moscú para que fuera la chef. En realidad no sabía cocinar, pero tenía muchísimas ganas de quedarse en Zagreb por un tiempo.
Ese día fuimos al mercado y compramos 15 kg de remolacha para hacer borshch. La vendedora lloraba de alegría y nos gritaba que normalmente tarda un mes en vender tanta remolacha. En 12 horas, con la ayuda de varias madres, abuelas y suegras, cocinamos borshch para 45 personas en 15 sartenes, y los comensales pensaron que éramos cocineras profesionales.
En Croacia, tengo que tomar mucho café. El café para los croatas es sagrado. Se considera de mala educación discutir asuntos de negocios sin tener delante una taza de café. ¡Mi récord está en nueve capuchinos en un día! A los rusos nos encanta el té, pero en Croacia es tan insípido que es mucho mejor tomar café.
Los rusos están acostumbrados a trabajar 24 horas al día. Pero aquí hacer una llamada telefónica después de las 5 de la tarde está mal visto. Mis amigos rusos y yo a menudo hablamos por teléfono sobre temas laborales hasta la medianoche, pero los croatas prefieren el correo electrónico.
Tengo que luchar contra el estereotipo de que todas las mujeres rusas son “fáciles”. Este es el estereotipo más desagradable e injusto con el que me tengo que enfrentar. Si eres una mujer rusa, significa que sólo te interesan los hombres y el dinero. Cuando empecé a trabajar para un canal de televisión croata, eso es precisamente lo que todos pensaban, por cortesía del editor jefe. Fueron necesarios dos años de arduo trabajo para demostrarles que existen mujeres rusas trabajadoras y respetables.
Mi regla número uno es no coquetear con extranjeros. Porque el coqueteo se percibe de manera muy diferente, dependiendo de si una mujer es inglesa, española o rusa.
Si eres ruso, probablemente eres un espía. Eso es lo que piensan aquí. Y si eres una periodista rusa, ¡no hay más dudas! Estoy acostumbrada a que amigos y parientes extranjeros me llamen “nuestra chica del KGB” o “espía rusa”. No los culpo, porque en las películas de Hollywood los villanos siempre son rusos.
Ha habido veces en que esto ha alcanzado niveles surrealistas. Una vez fui interrogada por la policía sobre mi trabajo periodístico, y en otra ocasión el director de un diario croata aceptó publicar un artículo mío sobre economía, pero luego decidió no hacerlo cuando se enteró de que la autora era rusa.
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