“Ya han pasado dos semanas desde el comienzo de mi gran reality show/experimento social: pasar 30 días sin probar ni una gota de alcohol. Hace dos semanas dejé de beber”, cuenta youtuber de 28 años Yuri Jovanski a la cámara web de la pantalla de su ordenador. Jovanski goza de una popularidad escandalosa y de la reputación de ser un bloguero que bebe mucho, de estar con un vaso de cerveza siempre en la mano. Su experimento para dejar de beber fue visionado por casi 3,5 millones de suscriptores.
“¡Ante todo, mier**, tíos, quiero deciros que estas han sido las dos semanas más completas de mi vida!”, comenzó su historia sobre la vida sobria Jovanski. En aquel entonces no sabía que iba a triplicar su objetivo original: 90 días. Y su historia es sólo una de muchas.
Estadísticas
A juzgar por la investigación existente, en la actualidad en Rusia se bebe casi un 80% menos de alcohol que hace cinco o siete años. Además, son principalmente los jóvenes rusos, nacidos entre 1982 y 2000 (conocidos como llamados milénicos o millennials en inglés), los que abandonan el alcohol, según las encuestas de opinión y el Ministerio de Sanidad ruso. El interés por el alcohol ha ido disminuyendo en todas las generaciones desde 2008. Pero la caída más dramática (un 25%) se ha producido entre los jóvenes rusos de hoy y la generación anterior.
Al principio, los sociólogos pensaron que los milénicos aún no habían comenzado a beber, que su consumo de alcohol había sido simplemente aplazado. Sin embargo, las investigaciones muestran que su pico de consumo ha quedado atrás. “No es que hayan pasado del vodka a la cerveza y el vino. Su interés por el alcohol ha disminuido drásticamente”, explica Vadim Radáiev, profesor de la Escuela Superior de Economía que estudió a este colectivo.
“Solía vivir de viernes a viernes. Recibía mi paga y me iba a toda prisa a comprar ropa para salir de marcha. Luego me vestía e iba a un bar, donde me compraba con orgullo una botella de vino, de las caras”, recuerda Ekaterina Isákova, una consultora de marketing de 32 años. Normalmente gastaba 5.000 rublos (80 dólares) en una noche así, que incluía un viaje en taxi de ida y vuelta, alcohol, un bocadillo y un desayuno en un café a la mañana siguiente. “Ahora gastamos 500 rublos ($8) por dos personas. Esta cantidad cubre dos cócteles sin alcohol, y conducimos nosotros”.
Una pregunta aún sin respuesta
Es difícil decir qué ha causado este cambio en el consumo de alcohol. Se podría suponer que aquí existe algún tipo de pragmatismo colectivo en juego. “Ha habido un cambio generacional, el tiempo ha pasado, y con la nueva época han surgido nuevas estrategias de adaptación. Muchos creen que al dejar de beber y fumar estarán en mejores condiciones de competir, de conseguir un mejor puesto de trabajo, de ganar más, de parecer superiores”, dice Leonti Bízov, investigador principal del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia. Otro joven que ha dejado de consumir alcohol recuerda lo popular que era beber cuando estaba en la escuela en la década de 1990: “Bebíamos en los portales o en los autos casi todos los días. En su mayor parte, porque no teníamos dinero. A veces lo comentamos con los amigos ¿qué más podíamos hacer entonces? Para ir a un salón de videojuegos o para comprar una cerveza, necesitabas dinero”.
Mucho ha cambiado desde entonces. Desde hace casi diez años, Rusia viene desarrollando reformas contra el alcohol: los impuestos especiales han aumentado, y con ellos el precio del alcohol. Dicho esto, los sociólogos todavía no saben con seguridad qué ha ocurrido con los rusos.
“No estoy seguro de que esto tenga que ver con las ambiciones profesionales, es decir, que voy a beber menos para ser mejor en el trabajo. Todavía no vemos que esto suceda. Lo que sí vemos es que la cultura de mezclar comida con bebida alcohólica como ritual se está convirtiendo en algo del pasado. Ya no es un atributo de la comunicación. Además, vemos un interés generalizado y creciente por buscar un estilo de vida saludable. En la época soviética, todo el mundo se apuntaba al discurso de la importancia de los deportes, pero todo el mundo seguía bebiendo. Sólo que ahora, de repente, aquellas palabras se han hecho realidad”, dice Radáiev.
Además, el rechazo del alcohol no es un fenómeno exclusivamente ruso. Lo mismo ocurre con los jóvenes suecos, finlandeses, estadounidenses, británicos, australianos, es decir, residentes de países económicamente desarrollados y de países con una fuerte tradición de consumo de alcohol. Es una tendencia mundial. Lo que es sorprendente es que nadie sabe con seguridad por qué está sucediendo esto. “Ni siquiera los milénicos mismos tienen una idea clara al respecto, dice Radáiev. Cuando les preguntamos directamente: ¿por qué no bebes, mientras que tus padres y abuelos sí lo hacían, no dan respuestas claras? Sólo dicen: “No nos gusta, no lo necesitamos”.
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