Entre enero y abril de este año, Rusia acogió a unos 98.000 inmigrantes, frente a los 57.100 del mismo período del año anterior. El dato supone un aumento del 72%, informa el periódico Izvestia, en base a un estudio del Instituto Gaidar de Política Económica. Nunca antes se habían alcanzado estas cifras en los últimos diez años.
Los flujos de personas procedentes de Armenia y Ucrania son los que más rápidamente crecen. Mientras que los migrantes procedentes de Bielorrusia y Moldavia están disminuyendo. Por otra parte, el número de personas que han optado por abandonar Rusia parece estable.
Como resultado, el 1 de junio de 2019, había unos 4,4 millones de trabajadores migrantes en Rusia, 200.000 más que en el mismo período del año pasado, de los cuales el 97% eran nacionales de los países miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), es decir, de antiguas repúblicas soviéticas. Sin embargo, este indicador debe matizarse por el hecho de que, mientras que en 2018 el 69% de ellos contaba con un permiso para trabajar legalmente en territorio ruso, en la actualidad solo el 64% trabaja legalmente en territorio ruso.
Por último, en cuanto a la migración interna, se registró una caída del 3,2%, alcanzando casi 1,16 millones de personas en los primeros cuatro meses del año. Los centros más atractivos siguen siendo Moscú y San Petersburgo y la región de Krasnodar (costa del mar Negro).